sábado, 12 de agosto de 2017

12 agosto: Amarás al Señor tu Dios

A partir de mañana 13, lo más probable es que el blog salga con un poco de retraso sobre su horario habitual.
Liturgia
          Moisés está rematando su obra ante el pueblo israelita. En el libro del Deuteronomio (6,4-13) le recuerda a la comunidad el primer mandamiento. Es la base de un pueblo, y por tanto la base de aquel pueblo al que el Señor se había escogido para habitar en él: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Es la base de todo pueblo bien estructurado el que tenga mirada abierta a su dios. Para el pueblo hebreo es Dios, el Señor, el Dios de los dioses y el Señor de los señores, quien ha dado leyes justas y superiores que están por encima de las leyes de los otros pueblos.
          Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. Imaginemos –o recordemos tiempos- en que el niño, desde la cuna, ya estaba viendo la señal de la cruz y rezando a su manera: Jesusito de mi vida. De esos niños que se crían en un ambiente religioso, pueden surgir personas maduras religiosas, que conservan su fe a machamartillo. Han crecido en un ambiente en el que Dios ha estado presente y ha sido punto indispensable de referencia. De ahí salen las gentes serias, honradas, responsables, con un sentido sagrado de “dependencia” de algo o Alguien que está por encima de los propios deseos y caprichos e instintos. Como concluye la lectura en cuestión: Al Señor tu Dios amarás y a él solo servirás. El día que entres en la tierra prometida, no olvides al Señor que te sacó de Egipto.
          Ha sido la lección de Moisés sobre aquel pueblo al que pronto va a dejar, porque se acercan sus días. Deja la esencia misma de la religión, y nos la deja a nosotros, porque nos ha puesto delante la mejor enseñanza que nos podía dejar. Ahora toda esa traducción simple –y preñada de enorme exigencia- con la que formulamos nosotros el primer mandamiento: Amarás a Dios SOBRE TODAS LAS COSAS. Algo digno de meditar y de ir haciendo un poco de examen sobre realidades de la vida diaria en la que es posible que Dios no está SOBRE TODAS LAS COSAS en nuestra vida real.
          Al bajar Jesús del Tabor se encontró con un caso que requería su intervención: Mt 17,14-19 resume algo un episodio que otros evangelistas explican con más detalle. Se trata de un padre que lleva consigo a su hijo para el que le hace una petición: Señor, ten compasión de mi hijo, que sufre epilepsia, y le dan ataques; muchas veces ha caído en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo.
          Sigue una frase extraña. ¡Gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? ¿A quién dirige esa expresión? ¿Al padre? Es evidente que no, porque el padre viene con toda su humildad a pedir ayuda. ¿A los discípulos que no han podido curar? No tiene sentido. ¿Al “demonio” de la enfermedad? Podría ser. ¿O es lo que se llama una “interpolación” en la que el copista de este evangelio (copias que se hacían a mano, lógicamente) ha metido aquí una frase que corresponde a otro momento? Es lo más probable. La frase en sí se despega del contexto completamente y no tiene sentido en esta ocasión. Le sigue la palabra de Jesús al padre, pidiendo la presencia del enfermo: Traédmelo.
          Jesús increpó al “demonio” y salió, y devolvió el hijo sano a su padre. Otros evangelistas dramatizan bastante más este momento. Mateo se ha quedado con el hecho, que es realmente lo que interesa: Jesús ha curado al enfermo y le ha dado la salud. Jesús se ha fijado en la fe de aquel padre angustiado y ha actuado de acuerdo a esa fe que le ha hecho patente desde el primer momento.
          Los discípulos se han quedado molestos. ¿Cómo es que ellos no pudieron echar al demonio? Y la respuesta de Jesús es: Por vuestra falta de fe. Os aseguro que si vuestra fe fuera siquiera como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada sería imposible.

          Bien nos incumbe en lo que toca a nuestra fe. No se cumplen muchas cosas que deseamos y pedimos a Dios. Es evidente que creemos y tenemos fe, pero no tan plena y entregada como la que aquí está refiriéndose Jesús. Haríamos milagros si estuviéramos convencidos de que los podemos hacer. Echaríamos demonios, si tuviéramos una fe como un grano de mostaza.

1 comentario:

  1. El Deuteronomio nos presenta un plan de vida propio para unos cristianos enamorados de su Dios , que creen lo que profesan. Creen que Dios es el Señor, el Dios de los dioses, el Señor de la Vida; el único que les ha dado unas leyes justas. Ellos se sienten orgullosos de pertenecer al pueblo elegido: Israel. Los discípulos no pueden curar como el Maestro, porque dudan. Se ven impotentes porque trabajan por su cuenta; no cuentan con Jesús. Nos resultará mucho más familiar consultar con el Señor en los momentos de apuro si lo tenemos presente a lo largo del día.Él, no nos deja nunca y quiere que lo busquemos cuando estemos agobiados; le gusta dejarse encontrar.

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