miércoles, 9 de julio de 2014

9 de julio: Oseas, Israel, Jesús, Judas

El “misterio del hombre”
             Cuando me pongo delante unas determinadas lecturas de un tal o cual día, el primer sentimiento que se me viene es: aquí hay materia; o bien: esto tiene poca defensa. Y tengo que confesar que hoy es de los días que siento que “tienen poca defensa”.
             Oseas 10, 1-3,  7, 8-12 es –de entrada- una constatación: Israel recibía los cuidados de una viña predilecta. A más recibir, más se apartaba, A más apartarse, menos recibía. Y así se labraba su propia ruina. En cambio, como en un giro de 180º, concluye el párrafo con una nueva promesa, condicionada; Sembrad bondad, y cosecharéis misericordia.
             Es un “comprimido” sintético de toda la Historia de la Salvación. Dios eligió su viña y la cultivó. La viña dio agraces en vez de uvas y se acarreó su ruina. Dios le sale al paso una vez más y le pone delante el camino que le ha de traer misericordia: poneos a sembrar justicia y lealtad.

             El Evangelio es también “muy simple”: lo que se queda uno, casi como el “todo”, es la lectura de los doce elegidos por Jesús. Pero la “instrucción” es muy significativa: Jesús eligió a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar demonios y curar toda enfermedad y dolencia. No dólo es una elección “de amigos”, sino una elección de envergadura: Primero por la autoridad que les da. Jesús “tenía autoridad”, como era reconocido por las gentes. Y eso expresa una fuerza interna de sus palabras, de sus obras y aun de su mismo porte. A ellos les da “autoridad”, lo que supone un calidad en la misión, de tal índole que llevan en sus manos una de las características más típicamente mesiánicas: expulsar espíritus inmundos. Y lo que podía ser su equivalente –o el lenguaje “normal” para nuestros tiempos: para curar toda enfermedad y dolencia. [Exactamente dos características que se señalan como propias de Jesús]. Hasta ahí, ¡nada menos que hasta ahí, llegaba la “elección”!
             Y ahora, a continuación, van apareciendo nombre tras nombre los DOCE ELEGIDOS, y elegidos para esas dos finalidades que se han señalado. Y conforme se va oyendo la voz de Jesús que pronuncia un nombre, parece sentirse el impulso que viven los aficionados de un equipo, a medida que se van diciendo los nombre por la megafonía: el público corea con un ¡BIEN!...
Simón…, ¡BIEN!, Andrés…, ¡BIEN!, Santiago…, ¡BIEN!..., y así sucesivamente con Juan, Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, Tadeo, el otro Santiago y el otro Simón. Y cuando nos suena: Judas el de Keriot, se nos pasa de pronto un escalofrío… Porque hay que decir: ¡BIEN!, por cuanto que es un elegido de Jesús, igual que los otros y para los mismos fines…, y sin embargo… Sin embargo se nos ahoga en la garganta ese grito de aprobación. Judas ya nos hiela el aliento.
             La realidad de Oseas la tenemos aquí a la mano. Cuanto más se volcó él con su mujer, más adúltera fue, Cuanto más cuidó Dios su viña, más agrazones le dio: más altares idolátricos, más lejos quedaba del respeto a su Dios. Más le salía Dios al paso destruyendo sus altares…, más cardos brotaban en los corazones soberbios de aquel pueblo… Y Dios pone ya un paso de solución a un pueblo tan díscolo y soberbio: Sembrad bienes y cosecharéis misericordia
             Judas aceptó la elección. Nunca sabremos de sus últimas intenciones. Judas echó demonios de otros posesos. Sabemos que no supo expulsar los “propios demonios” de su corazón, que acabaron devorándolo. Fue en misión con los compañeros, hizo lo que ellos… Escuchó las mismas palabra que el Maestro dirigía a todos juntos. ¿Recibía Judas aquello como quien ha de purificar instintos, o “construía nuevos altares egolátricos” en su interior? ¿Judas acogió la Palabra liberadora de su Maestro o fue pensando que “era dura aquella palabra”?
             ¡El “misterio del hombre”!, que es la propia libertad del ser humano. Y en la libertad, la capacidad de responder en una dirección o en otra. Y hasta la especial capacidad de estarnos pensando ahora mismo en Judas (y su mundo personal ambicioso), y estar nosotros como quien ve los Sanfermines desde el balcón…: sólo ver correr… Porque la experiencia nos debiera llevar a aquello de que cuando veas las barbas de tu vecino rapar, pon las tuyas a remojar.
             Sí, en efecto: A Judas le perdió su actitud recalcitrante… Judas pudo venir equivocado. Pudo aceptar la elección en buena fe, y sentirse contento con aquella novedad. El problema no estuvo ahí, sino en que esa momento privilegiado no lo encauzó, no lo reflexionó… No se plateó el giro que le brindaban en su vida. No se dio por aludido en su interno sentir. Y quizá pensó que podía vivir agazapado y dejarse llevar… Pero ni él había aceptado el mesianismo de Jesús, ni se dejó cambiar por la bondad y misericordia del Maestro. Se mantuvo en esa prostitución de la mujer de Oseas…, en esa actitud díscola y soberbia de Israel. [En mi libro: "TRASPASANDO LA VENTANA", hago un "estudio" detallado de este personaje]

             Dice San Ignacio que cuando el sujeto que ha venido a hacer Ejercicios no es capaz de entrar en sí mismo y afrontar su realidad, se le den unas meditaciones sencillas y se le despida: NO SIRVE para algo tan esencial como es el estudio profundo de sí mismo. No podrá dar más de sí. Y no porque no pueda sino porque está parapetado en su YO. Y de ahí ya no es posible hacerle salir, porque ¡ni lo advierte!

1 comentario:

  1. Ana Ciudad3:42 p. m.

    Elección de los doce Apóstoles. El Evangelio nos dice sus nombres.Loa nuestros , nuestros nombres no los menciona pero tambien están en el Evangelio.Basta escoger un pasaje , cualquiera y nos veremos reflejados en él. ¿En que pasaje?.Yo diría que en todos , pero en algunos con la mirada de Jesus mas penetrante.
    Me viene a la memoria unas palabras de Santa Tersita de Lisieus " SIEMPRE, SENOR, ME HAS DADO LO QUE YO DESEABA.ME HAS HECHO DESAR LO QUE TÚ QUERIAS DARME."

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