jueves, 17 de julio de 2014

17 julio: VENID A MÍ

En el pecho de Jesús
             Isaías vivía la deportación del pueblo judío a Babilonia. Ayer nos mostraba la realidad de un pueblo que perdía en sus valores entre las costumbres paganas, y se volvía un pueblo despreciable. Lo describe hoy con una imagen muy significativa: Estamos como la preñada que se retuerce mientras está dando a luz… Y luego parimos viento… [La imagen es un enorme grito de realidades muy penosas, muy digno de pensar]. Pero Isaías seguía siendo animador de ese pueblo para levantarle los ánimos y las esperanzas. Hoy -26, 7-9, 12, 16-19- ha parado su mirada en Dios: Tú allanas el sendero de este pueblo; te esperamos ansiando tu presencia. De noche sueño…, de madrugada te busco…, porque tú eres recto y bondadoso, y nos darás paz. Todas nuestras empresas nos las realizas tú. En el peligro acudimos a ti. Por eso sabemos que hasta los muertos vivirán.
             El Evangelio es el néctar de toda la vida y la acción de Jesús: Mt. 11, 28-30. Muy breve y muy denso. Y muy para pensar sin quedarse en meras expresiones. Jesús sabe muy bien la realidad del sufrimiento. Sabe de un pueblo aprisionado por unos y otros que aplastan, atosigan… Y Jesús dice entonces: Venid a mí. Primera palabra es una llamada, una cordial invitación. Pero HAY QUE IR. No se trata de esperar llorando a que vengan las soluciones llovidas del Cielo. “Venid a mí” suponen un hacer camina hacia…, un salir de… para ir a… Aquello de San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. El dicho popular lo traduce: “A Dios rogando y con el mazo dando”. HAY QUE IR. La invitación y llamada está hecha. Pero hay que ponerse  en movimiento.
             Llama a todos los los que estáis cansados y agobiados. Por supuesto que pueden acudir cualesquiera que lo deseen: las puertas están abiertas. Pero la llamada peculiar ahora es a los cansados y agobiados, los que se sienten aplastados por el peso de sus sufrimientos de cualquier clase. Los que creen ya no poder más, y estar al borde de la desesperanza. Esos que están en el hundimiento de su ser.
             Y Yo os aliviaré. ¡Ojo! Que Jesús no ha dicho que va a hacer un milagro de prestidigitación para que todo cambie como quitado con la mano. Dice: que yo os aliviaré. Se me viene a la imaginación el niño que viene “destrozado” por alguna causa (¡tantas veces nimia, pero que al niño se le hace insoportable!) y acude a su madre como salvación y solución. La madre no se limita a seguir haciendo lo que hacía y dejar al niño lloroso que pretende meterse entre sus piernas buscando una protección. La madre deja la labor, y toma al niño en brazos, lo eleva hasta su pecho y lo acurruca allí, donde el niño halla ese “hueco milagroso” entre el pecho y el brazo de su madre, y allí hunde su cabecita, sus ojos llorosos, y ¡allí se le acaban todas sus penas! Realmente la madre no ha entrado siquiera en qué le causó aquel “dolor” a su hijo. No le ha resuelto la causa de su pena. Sólo le ha acogido maternalmente…, le ha aliviado…, no le ha quitado lo que le agobiaba.
             Jesús promete aliviar; no promete “quitar”. No podemos pretender que Jesús sea una caja de Pandora que tiene la solución automática que resuelve todo problema. No se le ocurre decir que “ya no hay pesos en la vida”. Lo que hace es “distribuir” el peso: cargad con mi yugo… Sigue el peso; siguen los problemas…, siguen los sufrimientos. Lo que Jesús hace es invitar a cargar su yugo, esa barra rígida que se pone a costal sobre los hombros y el peso que agobia en una mano se divide entre la derecha y la izquierda. “Ha aliviado”. No ha hecho el milagro de que 50 kilos pesen 50 gramos. Ha enseñado a llevar 25 kilos a cada parte… [Bueno: la realidad es que Jesús mete también el hombro…, y se queda el peso en 12’5…]. Es que soy hombre de corazón sencillo, humilde (que ayuda a las pobres criaturas) y lleno de mansedumbre (paciencia, capacidad de espera, estímulo para el momento siguiente…, sin pretender resolver el caso de una vez, sino con esa humanidad que va haciendo poco a poco… O por mejor decir: que nos enseña a ir haciendo poco a poco. Porque Jesús no nos quita el peso; nos invita a tomar su yugo, que es yugo suave y carga ligera.
             Más de una vez nos quejamos a Dios porque no nos dio la solución que queríamos. No la dio ni la va a dar. Dios es mejor pedagogo y no quita “el peso”; enseña a llevarlo, ayuda a hacerlo más llevadero. Y va a caminar con nosotros. Allí donde ya creemos no poder más, aparece la mano misteriosa de Dios en la otra mano visible de “otro alguien” que hace posible seguir caminando otro trecho…, sacar fuerzas de flaqueza…, confiar que va a haber una luz en ese camino.


             San Ignacio aconseja seriamente –a la hora de discernir (y por tanto de valorar las situaciones y plantear las soluciones)- que no se mantengan las angustias en el silencio secreto de la persona. Que las comunique, que las consulte. Porque el atribulado está en las peores condiciones para salir de su pozo. Claro: se debe presuponer que no se limita a desahogar sus cuitas, sino a dejarse ayudar. Y la mano amiga del que ha recibido la confidencia ha de ser tan acogedora como exigente; tan cariñosa como sincera. Porque no se trata de poner paños calientes sino de ayudar a la otra persona a superar su propio problema. Y hay ocasiones en que no hay más remedio que usar el bisturí.
     La imagen de F. Borboa, que ilustra esta entrada, está inspirada en una serie ["Acontecer"] de Ediciones Paulinas  No está reprocucida tal cual; sólo busco la imagen en sí como ilustración al texto. 

1 comentario:

  1. Me permito copiar el texto que me llegó con tal imagen (presupongo el permiso; no declaro el autor):"... una mano que sostiene,
    un regazo que se ahueca para hacer sitio,
    una cabeza que se hunde derrengada y confiada en ese Corazón que late fuerte,
    una mano tuya que, puesta sobre tu criatura, la acoge,
    y a la vez le da fuerza, le trasmite aceptación y cariño;
    esa misma mano aprieta contra tu Corazón esa cabeza que se siente derrotada.
    Tú, que te inclinas demostrando que, en ese momento eres todo para tu criatura, como si nada más hubiera en el universo...

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!