sábado, 5 de julio de 2014

5 de julio: TOCANDO FONDO

EL TALÓN DE AQUILES
             La profecía de Amós suena desagradable tal como se va leyendo por trozos en la lectura continuada. De hecho ya le conminaron sus coetáneos a no profetizar, pues molestaban sus comunicaciones. Hay que estarle extrayendo el hilo conductor para que no suene tan mal. Pero hoy ya aterriza (9, 11-15) y se decanta a lo que realmente iba dirigía esa profecía (que habla Amós, a pesar suyo, porque “yo no soy profeta ni hijo de profeta”; se sentía conminado a expresar aquello que veía, sentía y se le comunicaba a él). Cuando hoy concluye, es una catarata de bendiciones de Dios, con un símbolo precioso: la prosperidad va a ser tal que el que siega sigue de cerca al que siembra…: sembrar y segar; cosecha inmediata, fruto a la mano. Y lo que Dios siembra, ya nadie lo podrá arrancar.

             El Evangelio (Mt 9, 14-17) es de los más esenciales y determinantes de la predicación de Jesucristo. La ocasión se da cuando los discípulos del Bautista vienen un tanto extrañados (o escandalizados). Están formados en la escuela de Juan, escuela de austeridad, negación a ultranza del yo, ayunos, carencias voluntarias que vienen impuestas por todo un estilo de vida de un profeta y más que profeta que viste pieles de camello, duras y ásperas, y se alimenta de saltamontes. Y ven a Jesús (al que su Maestro Juan ha señalado como Mesías) que no vive nada de eso, y que incluso come con los pecadores.
             Entonces aquellos discípulos vienen a buscar explicación en el mismo Jesús: ¿Cómo es que nosotros ayunamos y los discípulos de los fariseos ayunan y los tuyos no?  Jesús les respondió diciendo que estaban de fiesta y en la fiesta no se ayuna. Y que ya ayunarán… Era una respuesta interesante y, a la vez, simbólica. Pero Jesús va ahora a la base de la cuestión, y base del planteamiento del Reino.
             Lo que Jesús trae es un nuevo vino…, una realidad no comparable con lo anterior. [De hecho en Caná, admira la calidad del vino nuevo…, y tan nuevo que viene de agua…; no de restos del vino anterior. El “vino anterior” es la ley antigua. El vino que llama la atención es otra cosa]. Pues bien: lo que Jesús explica a los discípulos de Juan es que lo que Juan ha hecho y vivido y predicado es estupendo…, pero ya ha quedado viejo. Los ayunos, las abluciones, los modos antiguos ya han acabado. Tuvieron sus odres, pero esos odres son incapaces de acoger el nuevo estilo. Ahora hay un vino nuevo, y requiere una novedad de vida en odres NUEVOS.
             Y para entendernos mejor… Todo ese mundo externo es el que es y no se arregla con parches. Porque en un vestido pasado, cualquier parche de tela nueva lo rasga y destruye, y se pierde el vestido y el parche. Hace falta un vestido nuevo. Los parches no arreglan nada. Digo, pues, que esta leve parábola es de lo más esencial del evangelio. Porque ahí está el por qué de tanto fracaso de las buenas personas, que intentan vivir “lo de siempre” pero mejorado… Conservar su “vestido” y añadirle parchecitos de evangelio. Y al final, ni somos evangelio, ni somos más que “buenas personas”.
             El día que S. Juan Pablo II habló de la NUEVA EVANGELIZACIÓN nos lo tomamos como insistencias en el evangelio, prédicas mejor preparadas, llegar a más gente… Pero siempre con los viejos moldes. La nueva evangelización” es mucho más radical: lo que está diciendo es que todos, empezando por la misma Iglesia, sus dirigentes, sus predicadores, sus fieles, necesitamos aceptar un vino nuevo en unos odres nuevos…: que SOMOS TODOS, la Iglesia toda, la que tiene que entrar de nuevo en la verdad del evangelio.
             Los “gestos” y la predicación y la Carta apostólica del Papa Francisco, están yendo por ahí: rasgando pergaminos antiguos y “modos tradicionales”, y tocando realidades muy claras y sensibles, y adentrándose y buscando que nos adentremos en otra vía…, en el evangelio sin sordinas, en un cambio de mentalidad, en eliminar el parcheo, tan típico de nuestros “buenos propósitos”. Lo que Pablo llamará “el hombre nuevo, que se va haciendo en bondad de verdad”. Y mientras esto no entre en la médula de los católicos, vamos a estar en la constante absurda pregunta: ¿por qué tus discípulos no ayunan y los de Juan y de los fariseos, sí?
             Seguiremos con nuestras costumbres, nuestras formas “religiosas”, y seguiremos lejos del núcleo evangélico. Y así no hay “nueva evangelización”. Así seguimos arrastrando el carro a base de “esfuerzos” y no acabaremos por ponerle el “motor” de los odres nuevos para que el carro avance sin chirriar desajustes.


             San Ignacio no se conforma con unos “Ejercicios Espirituales” para gente buenecita. Conduce todos sus Ejercicios a una ELECCIÓN: no podemos soslayar la voluntad de Dios. No podemos limitarnos a sacer unos “propósitos” que se lleva el viento a la primera de cambio: o se va en línea de buscar sacar conclusiones de fondo que determinan una vida…, o dice él, expresamente, que no se le den los Ejercicios a esas perdonas NO IDÓNEAS. Que les haga una faena de aliño que les ayude, pero que no se les deje seguir adelante en una experiencia del calibre de unos Ejercicios. También aquí se está insistiendo en que ¡PARCHES, NO! Insistencia en disponerse a crear ODRES NUEVOS para una novedad tan nueva: EL EVANGELIO.

1 comentario:

  1. Lo que leo hoy me suscita la siguiente reflexión:

    "Señor, que yo haga más que diga",

    "que el Evangelio no sea una excusa para creerme miembro del club de los perfectos que saben, sino un aliciente y una exigencia para mi vida".

    "que no caiga en la tentación de presentarte mis galones de méritos y derechos adquiridos por mi cumplimiento religioso, sino que me presente ante ti como un pobre y débil pecador que desea convertirse"

    "Que no me diga, soy cristiano, sino que por mis obras los demás me lo digan a mi, para mayor gloria de Dios".

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