domingo, 13 de julio de 2014

13 julio: La PALABRA.- El Sembrador

La PALABRA
             Apasionante tema el de este domingo 15 A, del Tiempo Ordinario: LA PALABRA. Comienza una manifestación de Dios por medio de Isaías (55, 10-11). Dios afirma que su Palabra es como la lluvia: cae desde arriba, empapa la tierra, y luego –al evaporarse- regresa para formar nuevas nubes. Que en el proceso natural, volverán a descargar lluvia, a empapar la tierra y a regresar hacia la atmósfera. “Así mi Palabra no vuelve a mí vacía sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.
             Pero llega Jesús y explica el proceso de la PALABRA. Existe una realidad de no acogida. Cuando el corazón del que la recibe está tan duro como la tierra apisonada de un camino. La Palabra llega, pero le pasa lo que a una semilla que cayera en el camino o al borde del camino: allí no hay posibilidad de que germine. Dice Jesús que llegan los pájaros y se la comen. Y explica después: el demonio la arrebata. Bien podemos decir en lenguaje llano: no se le tiene en cuenta, no se le hace caso, pasa uno de ella… La Palabra esa no vuelve al Cielo. Ha quedado estéril y vacía.
             No es mejor efecto el que tiene esa otra “semilla” que cae en sitio sin mucha tierra… Hay esa pequeña cantidad de buena fe como para que se reciba la Palabra, guste y dé esperanza. Pero allí no hay reflexión, no hay un sincero interés, no se le ha dedicado una atención… Y es como la semilla que empieza a crecer pero llega el sol y la quema. Al final, también es semilla sin fruto…, perdida. Jesús explica que es la situación de la persona inconstante, y que cede paso más fácilmente a la tentación, a la comodidad, a no querer compromisos por causa de la Palabra. Tampoco esa Palabra regresa a Dios. A Dios se le deja esperando. No evaporó el fruto que la Palabra tenía destinado dar. Se “oyó”, no se “escuchó”…
             Un tercer paso que explica Jesús de Palabra perdida y sin fruto es la que está bien sembrada, tiene jugo, puede echar raíces y las echa…, pero está entre muchos matorrales bravíos. Se ha “oído”, se “escuchado”, se ha “meditado”…, pero las preocupaciones, las dificultades, las exigencias que se derivan de la misma Palabra, acaban ahogando lo que pudo ser una semilla con fruto. O sea: la Palabra no ha cogido el alma. Ha quedado en lo superficial de “bonita”, “interesante”, “ojalá”…, pero no se llegó a meter dentro como para replantear la vida desde esa nueva visión de la Palabra.
             La tierra buena es la que ni es dura de alma, ni carece de tierra, ni las brozas ahogan… La PALABRA empapa y regresa a Dios con sus frutos. Y dentro de esa tierra buena, la hay “buena” y “mejor”…, y mejorable. Porque quien da 30 puede dar 60 y quien llegó a 60 puede empapar tanto que regrese hasta Dios con las manos llenas. Ahí la PALABRA horada, penetra, influye, realiza transformaciones, lleva al cambio de actitudes. Ahí ha ejercido su labor propia, aquella para la que Dios la PRONUNCIÓ.
             Y Jesús apostilla: quien tenga oídos para oír, ¡QUE OIGA!
              San Pablo, por su parte, añade: Hay que aceptar los duros trabajos de ahora, porque evidentemente la Palabra no es un caramelo que se chupa. Y porque hay un ejército enemigo que hace la guerra a esa Palabra. Y acabaría venciendo en la batalla con sus ardides y atractivos,  ni no fuera porque está quien lo detiene… Sabemos que la Creación entera está como en dolores de parto –y nosotros mismos gemimos en nuestro interior- porque no se manifiesta aún a las claras la redención… Y no es por carencia de la Palabra sino por la esclavitud en que queda sometida por ese conjunto de situaciones que Jesús ha expresado en la parábola.
             Voy a añadir una aplicación muy práctica y real:
             Demasiados fieles calculan mal la hora del comienzo de la Misa, y se quedan precisamente sin escuchar la Palabra. Alguno que otro puede estar presente, pero está en sus devociones…, o sencillamente no atiende a la Palabra.  Otros están tan distraídos que ni se enteran. Si se les preguntara después de qué trató la Palabra, no pueden dar razón de ella. Tendríamos ahí –sin parábolas- claros ejemplos que dejan huera la Palabra de Dios. Esa Palabra que tenía que empapar…, y no llega ni a mojar. ¿No es esa una responsabilidad que está anulando la fuerza intrínseca de la Palabra? ¿No tenía la Palabra que haber penetrado hasta lo más íntimo de la persona, como espada de doble filo?  Es evidente un punto a tener muy en cuenta.
             Porque todo esto no va al margen de la participación en la Misa y en la Comunión. La MISA ENTERA está preparada para ser ENTERA, y por tanto teniendo en la Palabra la misma fuerza que en la Eucaristía. Intercambiándose Palabra y Eucaristía, Eucaristía y Palabra. Porque la Comunión no es un hecho aparte del conjunto de la Misa, sino el desemboque de haber asimilado la Palabra y encontrarse personalmente con el Cristo que es PALABRA DEL PADRE, para que resuene ahí dentro del alma de la persona, sin que ni las esclavitudes del YO, ni las influencias de fuera, puedan agostar la fuerza dinámica que lleva en sí la Palabra en orden a la calidad de la fe de la persona.
             ¿Cómo volverá hoy a Dios la Palabra que HOY ha pronunciado en nosotros? No debe volver a Dios vacía, porque Dios la concibe como lluvia que empapa y evapora para nuevas nubes que sigan empapando.
               San Ignacio centra sus Ejercicios en EL EVANGELIO. Si el Evangelio no es el comienzo de encuentro con la PALABRA DE DIOS, será muy difícil rozar siquiera el sentido del resto de la Biblia y del mismo Nuevo Testamento. El camino al que nos lleva Ignacio es al seguimiento de Jesucristo. De ahí que el secreto de sus Ejercicios Espirituales esté en identificarse con la Persona de Jesús. Y para eso, Jesús no puede quedarse en "ser visto"; hay que conocerlo internamente, sentir con sus sentimientos, querer ser como Él es, unirse a su vida y Pasión y gozar con su gozo de resucitado.


        Pedimos que la Palabra de Dios sea leída, oída, escuchada, meditada hasta que empape nuestra alma.

-         Que nuestro corazón está blando para dejar entrar la Palabra de Dios, Roguemos al Señor.

-         Que el gusto que nos produce la Palabra sea secundado por un interés por conocerla y profundizarla, Roguemos al Señor

-         Que estemos vigilantes para que las preocupaciones, tentaciones, agobios del día, nunca ahoguen la Palabra de Dios que hemos acogido, Roguemos al Señor.

-         Que –acogida y meditada la Palabra de Dios- vaya dando fruto creciente en nosotros, Roguemos al Señor.

-         Que afinemos al máximo en nuestra participación plena en la MISA ENTERA, con la fuerza de la Palabra y la Eucaristía, Roguemos al Señor.


Señor Jesús, que hablaste en parábolas para hacerte comprender mejor: haznos penetrar siempre en esa Palabra que sale de la boca de Dios, y debe volver a Él muy llena de respuesta.

        Te lo pedimos a ti, que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos.

2 comentarios:

  1. Aprovecho para llamar la atención a un detalle que tal vez no sea tenido suficientemente en cuenta generalmente. La Palabra viene mucho antes de la Comunión en el orden de la Misa. Forma parte de un todo, pero viene primero, lo cual me suscita que si la Palabra no me la tomo como lo que es, y simplemente la "dejo pasar" en cada Misa como algo que hay que "pasar" inevitablemente para llegar al final de la Misa, ¿estoy realmente aprovechando el inmenso don que Dios me hace en cada Eucaristía? ¿Estoy predicando con mi testimonio que realmente soy un creyente?

    Doy gracias a Dios por las dos mesas que nos pone por delante en cada Misa. Primero la de la Palabra, por medio de la cual El nos habla. Y luego la de su Cuerpo y su Sangre, que aprovecho para meditar que es también su Alma y su Divinidad.

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  2. Ana Ciudad2:06 p. m.

    Hemosa parábola que nos cita el Evangelio de este domingo.Esta parábola nos reproduce la situación agrícola de las tierras de Galilea.Terreno accidentado y lleno de colinas,donde destinaban a la siembra pequeñas extensiones de terreno en valles y riberas.
    Después de leer la meditación del padre ,poco que comentar.Dar gracias a Dios por haber puesto en nuestro camino a un sacerdote enamorado del Evangelio que ha sabido inculcarnos su PALABRA de una forma clara y directa.
    Pidamos al Señor que nuestro corazón no sea camino donde el enemigo se lleve la semilla;ni peñascal donde lo que brote se seque con el sol ;ni abrojal donde las pasiones y defectos no dejen ver la luz y ahoguen su PALABRA.
    Que nuestro corazón sea tierra que de fruto y esto sólo depende de nosoros que somos libres de corresponder la gracia.

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