domingo, 5 de enero de 2014

Toda una mirada al futuro

Se cierra el ciclo de Navidad
Este año el 2º domingo después de la Navidad de Jesús es el final del ciclo comenzado en las Vísperas del 25 de Diciembre. Como el néctar que se liba de muchas flores, las lecturas de hoy recogen la quintaesencia de todo el sentido de lo vivido en este tiempo.
                El libro del Eclesiástico (24, 1-4; 12-16) nos lleva a la mirada a la sabiduría, la que –siendo creada- sin embargo llega a adquirir rasgos que son propios de Dios.  La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio del pueblo…, y delante de todos los poderes. Bien podríamos leer bajo líneas lo que es la Gloria de Dios, por encima de todo lo humano, De hecho es Dios mismo quien establece mi morada: Jacob, Israel… Creada desde el principio antes de los siglos…, en la porción del Señor es mi heredad.  No se oculta, pues, la intención del que escogió esta lectura para este domingo de mostrarnos veladamente, pero muy fácil de intuir, al mismo Verbo de Dios, quien viviendo desde el principio en la morada de Dios, tiene luego una entrada humana en Israel, en la porción del Señor, en su heredad.
                Todo eso lo especifica el Salmo 147 que va sintetizando a coro en el hecho básico que se quiere celebrar en esta Eucaristía: que La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros.
                Y San Pablo prorrumpe en alabanza de Dios (Ef 1, 3-6; 15-18), a quien proclama Bendito Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo a nosotros en Cristo con toda clase de beneficios espirituales, ya que nos a elegido a nosotros en Cristo [como envueltos y penetrados por el mismo Cristo], en quien nos ha elevado a ser hijo adoptivos suyos, santos e irreprochables en su presencia.
                La verdad es que leemos mil veces estas expresiones, las metemos en la “cápsula” de lo ya oído…, y no advertimos la profundidad que tiene esas expresiones…, y la exigencia que comporta. Porque nos vamos acercando a la Eucaristía y se nos está poniendo por delante esa llamada a “ser irreprochables” en la presencia del Señor. Dios os dé espíritu de sabiduría para conocerlo…, ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis a dónde sois llamados.
                El punto básico de arranque, nos lo aporta el prólogo el Evangelio de San Juan –el mimo que tuvimos en la 3ª Misa de Navidad- que quiere “cerrar” así (que en realidad es un abrir hacia un futuro) el ciclo que hemos vivido…, o sea: lo que debemos de vivir. “La Palabra existía desde el principio; estaba junto a Dios, y era Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo lo que existe. En la Palabra había vida –[era la misma VIDA]- y la vida era la luz que ilumina a toda la humanidad. Al mundo vino…, y el mundo no la recibió. A cuantos la recibieron, les dio ser HIJOS DE DIOS, nacidos del Espíritu. La Palabra se hizo hombre y puso su tienda de campaña en medio de la humanidad
                De su plenitud, todos hemos recibido, Afirmación consoladora, pero que en realidad ya podíamos estar vislumbrando en todos los dichos anteriores que, si sabemos leerlos despacio y en actitud de oración, es suficiente para sentirnos envueltos en ese halo sublime que ha pretendido el recuerdo y celebración de estas fechas.
                Y concluye con una frase enigmática que tiene dos recorridos muy interesantes: todos hemos recibido gracia tras gracia. La PLENITUD de esa Palabra ha sido tal que se vuelca sobre nosotros en un cúmulo o catarata de gracias…: gracia tras gracia.  Que también expresa que esa PLENITUD de Jesús se desarrolla en puro amor…; un amor que sobrepasa todo amor


                Si somos capaces de tomar todos estos ingredientes más allá de una lectura, la verdad es que este domingo final encierra toda una definición de lo que ha de ser nuestra vida, iluminada por los acontecimientos que hemos vivido cristianamente en este CICLO DE LA NAVIDAD DE JESÚS

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