sábado, 25 de enero de 2014

25 ene: A vueltas con EL HABLA..., en Saulo

De Saulo a Pablo
             Desde que asistí a la presentación del libro “Dime cómo hablas” que acaba haciendo de espejo de personalidad, el día de hoy me hace aterrizar en un hecho concreto “en que se confirma lo dicho con algunos ejemplos”, como aquellos famosos enunciados de capítulos del “Ejercicio de perfección y virtudes cristianas”, del P. Alonso Rodríguez. Nuestro personaje hoy en cuestión es Saulo. Un fanático fariseo, como él mismo se define, alumno de Gamaliel –otro acérrimo maestro del judaísmo- con quien aprende Saulo “hasta el último detalle de la Ley de nuestros padres”. Consecuencia de esa seguridad en si y en “su verdad”: he servido a Dios con tal fervor que yo perseguí a muerte este “nuevo camino” [el cristianismo], metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres… Ya está retratado el sujeto: no hay más verdad que la suya; no hay más modo de poder concebir la religión que a su manera. Y quien no pasa por ahí, va a la cárcel, perseguido a muerte.
             Y en esas está y pide salvoconducto para poder pasara Damasco y seguir su destrucción de los seguidores de la nueva fe. Y a Damas co se dirige.
             Y allí lo espera Jesús. Al soberbio Saulo, se le cae el mundo encima cuando –sin saber por qué ni por qué no- sale rodando por los suelos, y ciego. Y una voz que le pregunta: Saulo, ¿por qué me persigues? Saulo se queda petrificado. Alguien más grande que él le está haciendo tragar el polvo, única manera de que el fanfarrón recapacite. Y Saulo, ciego y sin poder valerse, pregunta: ¿Quién eres, Señor? Y la respuesta misteriosa, impensable: Yo soy Jesús a quien tú persigues.
             Saulo estaba desbordado. Si fuera un hombre superficial, podría revolverse contra aquella respuesta, porque a él ni se le habría ocurrido perseguir a un muerto bien muerto. Para un alma superficial, que no sabe ir más adentro de la corteza exterior, aquella respuesta recibida la hubiera discutido, negado…, y se habría revuelto entre mil justificaciones. Pero Saulo es hombre sincero y leal y no deja escapar aquella respuesta. Hay que meterla dentro  e interiorizarla. [Sacudírsela es muy fácil…, pero muy poco sincero].  Para más inri, el Señor Jesús, que le ha hablado, no le dice la solución final, sino que vaya a ponerse bajo la tutela y enseñanza de uno de esos cristianos a quienes perseguía, para que él le instruya.
Bajo él recobró Saulo la vista, fue bautizado, se le perdonaron sus pecados, y Ananías le anunció el proyecto de Jesús sobre él.
Ya podríamos dar por concluida la historia. Ya hemos llegado al final feliz. Y sin embargo no se acabó ahí, Saulo no era de los que cambiaban por una emotividad, ni por una conveniencia.  Saulo necesitaba ahondar, entrar dentro de sí, profundizar en su YO íntimo, porque mientras no lo hiciera así no habría llegado al meollo de su realidad personal…, y por consiguiente, sus “conversiones”, sus “nuevos deseos”, sus “decisiones”…, se podían convertir en agua de borrajas… Otra vez ve, otra vez está en su plenitud…, y podían olvidársele los buenos propósitos y volver a las andadas.
No es inventar por inventar. Es más que constatado que hay “cambios y olvidos” que ni han cambiado ni olvidado, “perdones” que no son verdaderos, “resabios” que reaparecen a la primera de cambio, y acaban expresándose aunque sea cantando el himno de la alegría. Porque se pensó haber liberado el veneno, pero estaba ahí la bolsa de pus en el corazón, y va a salir a la primera ocasión que se presente. [El lenguaje expresa mucho más que ideas, como nos decía el P. Glez. Vallés, y –por decirlo así- vomita más de lo que pensamos].
             Saulo, pues se retira al desierto de Arabia… una larga temporada, sin entrar en contacto con lo exterior, porque lo verdaderamente importante que cambiar era su interior. Tenía que meditar mucho, interiorizar mucho, descubrir mucho esos “fosos” de que hablará un día Santa Teresa de Jesús, en los que hay demasiadas salbandijas… Y mientras esas estén ahí, no se va a poder ver con objetividad la verdad que uno mismo encierra dentro.
             Cuando Saulo “haya muerto” en ese examen profundo de su YO envenenado, y haya nacido un PABLO tan nuevo que ya nada queda –ni en ocultas recámaras- de aquel perseguidor de Tarso…, hemos entrado en lo que Jesús expresó como única manera de vivir la nueva era: cuando se aniquilan los odres viejos, porque EL VINO ES NUEVO Y NECESITA VASIJAS MUY NUEVAS QUE NO REVIENTEN ante la fuerza de la nueva realidad.

             Y esto no es nada fácil. Tanto más cuanto que los “saulos” de la vida diaria, ni nos creemos ciegos, ni preguntamos, ni dudamos, ni cedemos, ni nos replanteamos, ni nos retiramos a reflexionar para siquiera sospechar que yo puedo estar equivocado, o no poseer más que un pedacito de verdad…, y que otros –que lo mismo puede ser un niño que un joven que un papá o mamá, que un abuelo- tienen otros “cachitos de verdad” que si los vamos juntando y no despreciando, nos van a enriquecer a todos. Y podemos nacer como nuevo “Pablo”, mucho más completo, más maduro, más respetuoso hacia  arriba o hacia abajo, porque de la boca de los niños de pecho sacarás alabanza…, o “Dios hace más respetable al padre que a los hijos y afirma la autoridad de la madre”…, y “aunque su mente chochee, ten indulgencia…” “La piedad para con tu padre no se olvidará; será tenida en cuenta para pagar tus pecados” [Ecclo 3.3-17]. ¿Y solamente es cosa de padres o madres, o sólo de niños de pecho?  A las personas inteligentes les basta “el guión” para saber que hay referencia mucho más amplia ahí detrás, y que abarca una gama mucho más amplia que “papá”, “mamá” o niño mamoncillo.

2 comentarios:

  1. Estamos hoy en el último día del OCTAVARIO de oración POR LA UNIÓN DE LAS IGLESIAS, un momento que la Iglesia Católica vive con mucha fuerza y que tiene celebración universal. No podemos sentirnos bien quienes creemos en el ÚNICO E INDIVISIBLE SEÑOR JESUCRISTO, y sabemos que hay un mosaico exagerado de piezas cristianas que no nos avenimos a la unión en esa única fe en el ÚNICO SEÑOR. Ni siquiera coincidimos en una misma Eucaristía. Y esto es algo que clama al Cielo, y que debemos sentir como grito desgarrado del propio CRISTO ACTUAL.
    Pero me traicionaría a mi mismo si me quedara ahí.
    Yo palpo a los cristianos “inmediatos” (puerta con puerta) con unos afanes de protagonismo personalista, de “instintos de reyezuelo”, unos recelos entre sí, unas tensiones más o menos solapadas, una poca consideración hacia “las otras formas”, y a veces hasta unas críticas caústicas… (cuando en realidad se desconoce casi todo el fondo de esas “otras formas”…, que da escalofrío captar esas feroces diferencias y separaciones insuperables.
    Y escribo con enorme pena y pesar porque yo convivo con personas, y yo siento “la distancia” que establezco porque no coinciden con mi gusto del momento. Como es “natural” pienso que son ellas quienes tienen la culpa… Pero la infección la llevo yo en mí mismo, en mis gafas negras, en mi egoísmo, en mi endiosamiento solapado. Y mal puedo pedir que “otro” cambie si yo no he comenzado el camino hacia él.

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  2. Ana Ciudad7:43 p. m.

    Después de leer su comemtrio,¿que más se puede añadir?.Podemos decir como Pablo:"SEÑOR ,¿QUÉ QUIRES QUE HAGA?.Si se lo decimos de corazón muchas veces a lo largo del día, JESÚS nos dará luz y nos manifestará esos puntos en los que nuestro amor se ha detenido o no avanza como Dios desea..

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