lunes, 20 de enero de 2014

20 enero: VINO Y ODRES

DOCILIDAD y OBEDIENCIA
             Comenzando por la 1ª Lectura –[1Sam 15, 16-23]- ya hay hoy una enorme afirmación, que no tenemos asimilada aún [y quien crea estar de pie, ¡cuidado que no caiga!, en expresión de Pablo). Samuel –que había ungido a Saúl como rey, por designio de Dios-, hoy ha de reprocharle que ha hecho algo que desagrada mucho a Dios. Saúl hace “casi” lo que el Señor le mandó…, pero en el “CASI” estuvo su fallo. Y Samuel le dice: “¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos o quiere que le obedezcan? Obedecer vale más que un sacrificio; ser dócil, más que grasa de carneros. Y para dejar claro ese pensamiento, apostilla: Crimen de idolatría es la obstinación.  [¿Creéis que estoy escribiendo pensando en Saúl?  La verdad es que lo estoy sintiendo dentro. Palabra de Dios, viva y eficaz, penetrante como cuchillo de doble filo, no puede leerse como quien tiene un libro delante. Nos es más fácil a todos “materializar” nuestros cumplimientos y precisiones –“sacrificios y holocaustos”- que nos permiten “ver” lo bueno que hemos hecho (y que nos deja satisfechos), que intentar descubrir el posible “casi” que no ha respondido al verdadero agrado de Dios].
             Y entra de lleno aquí la siempre “inquietante” parabolita del vino nuevo, odres nuevos, que hoy nos aporta el evangelio del día: Mc 2, 21-22. Venía precisamente a pelo de aquella pregunta de los discípulos de Juan B., que no comprendían que Jesús no siguiera al pie de la letra las “normas” judías, en concreto “el ayuno” ritual. Si lo siguen ellos y lo siguen los discípulos de los fariseos…, si es “el holocausto y sacrificio” que hay que cumplir, ¿cómo es que tus discípulos no ayunan?, le preguntan a Jesús.
             Y ahí es donde Jesús viene a traducirles “al momento presente” lo mismo que Samuel le había dicho a Saúl. Porque lo que importa no es mantener y conservar la materialidad de lo “que se ha hecho siempre”, sino saber buscar lo que HOY agrada mas a Dios. No vale, pues, pretender conservar los mismos odres cuando el vino que ha llegado con Jesús (y el Nuevo Testamento), es un vino nuevo.  El evangelista Juan lo metió por los ojos en sus detalles al contar lo ocurrido en Caná: se acaba el vino que había. Punto final a “lo que hubo” (y que fue suficiente en ese período de la historia). Ahora Jesús va a hacer tan nuevo el VINO, que empieza porque lo que se traiga sea agua. [El mundo del AGUA en el evangelio de Juan es de una importancia capital]. Y el vino que ahora salga de ahí, no es continuación ni perfeccionamiento del anterior: es OTRO VINO, vino nuevo, que admira… Sólo cuando se asimile esta realidad, podrá sernos diáfano que lo que Jesús ha traído no es poner algunos parches para remendar y “mejorar” en algo lo que ya se venía teniendo. Hacen falta ODRES NUEVOS, mentalidad nueva [eso es “conversión”]. Los “parches” de tela nueva y fuerte sobre el “vestido viejo”, ni pueden servir, ni “lo viejo” lo soporta.
             Hace unos días escribía yo la diferencia entre “orar” con la mente; orar con el corazón…, y orar con el pellizco cogido al estómago… Exactamente esto último es la petición que hemos de hacer al Señor para que pueda vivirse en este “nuevo mundo” de la fe cristiana. Hay que pasar aún muchos pueblos antes de creernos ya metidos en ese “nuevo mundo” que ha presentado Jesús. Y, repito: quien crea estar de pie, ¡cuidado no caiga!..., porque el porrazo será mucho más fuerte cuanto caigamos de “más alto”.
             He dicho que el tema se ha de resolver “pidiendo a Dios”. Por supuesto. La cosa es de demasiada envergadura para pensar que pudiera ser el producto de “nuestro esfuerzo”. Pero también porque necesitamos que esa oración, al tiempo que pedimos, nos haga sentir que necesitamos dar pasos… Un paso primero: no estamos en esa dimensión que plantea Jesús. Paso segundo: con humilde sinceridad, hemos de descubrir que no llegamos fácilmente a tener conciencia de ello. El paso tercero es mucha mayor humildad para sabernos pobres, que no tenemos la solución en las manos…, pero que Dios es rico y que nos hace partícipes de su riqueza en la medida que nos dispongamos a ser pobres. Y el cuarto paso fundamental es que sea yo quien empiece a dar algún paso, por pequeño que sea, y deje que los otros tengan “su momento” para dar “su paso”. Quiero decir: el mundo no se arregla mirando hacia afuera sino “arreglándome yo”. Luego tendré a alguien a mi lado al que puedo “contagiar” ilusión, esperanza, deseos… Y si le llega su momento –momento de iluminación del Espíritu en su alma- podremos ser dos.  ¡Parábola de la levadura!, que desde lo poco, va haciendo fermentar lo mucho.

             El Papa está lanzando mil destellos hacia mil aspectos de la vida diaria, y lo hace con un lenguaje muy inteligible. Que hay vino nuevo, y que lo hay en el momento actual, es evidente. Pero el Papa plantea pequeñas reacciones, pero firmes reacciones, por las que haya ODRES NUEVOS que puedan acoger ese VINO NUEVO…, tan nuevo como la lozanía misma de Jesús y de su vida y enseñanza…, su EVANGELIO. El Papa no está acentuando ahora “la ortodoxia”. Su acento está en “el hombre” (en la persona). No está reduciéndose a los católicos. Está abriendo el alma “todas las naciones”, a todas las mentes, a todas las ideologías. Lo que hace falta es una honradez muy fuerte para que no establezcamos “la idolatría personal”, sino el convencimiento de que Dios quiere la obediencia y la fidelidad de la persona A DIOS, más que todos los holocaustos y sacrificios.

1 comentario:

  1. Alguna vez por las mañanas, pedir a Dios por todas las personas con las que me voy a encontrar durante el día. ¿Sería un cambio de actitud al menos intentarlo? ¿Al menos desearlo?

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