domingo, 19 de enero de 2014

"Cordero de Dios"

EL PECADO DEL MUNDO
             Este domingo tiene una lecturas que dejan “poca defensa” para una exposición homilética más viva, o que más se meta por el sentimiento. Pero tiene un fondo de enorme importancia.
             Se abre con la alabanza que recibe Isaías como “el siervo de quien está Dios orgulloso”. Claro: no es la persona de Isaías en sí sino la del Pueblo elegido e Dios, al que Dios eligió desde sus comienzos (“desde el seno materno”). Jacob, al que Dios cambia el nombre por “Israel”, y queda ya ahí personificado un pueblo entero. Y por tanto, no sólo el personaje Jacob sino las tribus de Jacob, y desde ellas, todas las naciones del mundo, hasta el confín de la tierra.  Ahí está, evidentemente anunciado Jesús como el Salvador y Liberador de un pueblo que abarca al mundo entero.
             Por eso San Juan Bautista lo señala como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y ya hay que notar que no ha dicho “los pecados”, sino “el pecado”.  La primera referencia a “Cordero” está en relación con aquel sobre el que el pueblo confesaba sus pecados y luego el animal era conducido al desierto y abandonado allí… El pecado de un pueblo era liberado a través de ese cordero. Ahora llega Jesús y ya no es el símbolo solamente sino que Él toma sobre sí y EN SÍ todo el pecado del mundo y lo va a redimir con su vida, con su enseñanza, con su muerte y con su victoria.
             ¿Qué es “el pecado del mundo”. No es tanto acentuar pecados concretos de cada uno y de cada especie. Esos deben atenderse en un plano de purificación personal, a través del Sacramento. Pero es claro que puede haber situaciones esporádicas que no han marcado negativamente a la persona y que, por tanto, tienen menos trascendencia.
             Lo que realmente tiene entidad y ha de ser atendido mucho más y con más seriedad es la raíz de la que salen unos determinados modos imperfectos de proceder. Puede no tener apenas importancia que un día haya un mal modo de reaccionar. Pero puede ser muy a tomar en cuenta que ese mal modo sea más habitual.  Puede no significar nada que un día se hace un juicio rápido de algo o alguien; pero hay que buscar la raíz por la que fácilmente se enjuicia y hasta se critica o comentan situaciones ajenas.
             El mal no está en “la rama” que se ve; está en la raíz que lo produce. Entonces “el Cordero de Dios” no es quien nos viene a quitar “el pecadito” sino quien viene a escardar las malas hierbas que están inficionando. Por eso he dicho que la redención es también la vida y los hechos de Jesús, pues muchas “limpiezas” de nuestro interior han de producirse a base de mirar y remirar modos y formas de proceder de Jesús en el Evangelio.
             Pero “el pecado del mundo” es mucho más. El terrible pecado que destruye el proyecto de Dios y la obra misma de Jesús, es el egoísmo, la insolidaridad, el refugiarse tras unas bondades que nos dejan a gusto, pero que no hincan el diente a unos aspectos mucho más amplios y solidarios: la conciencia de pecado ecológico (falta de respeto a la naturaleza, que maltratamos a muchos niveles); la conciencia de pecado social (el mundo no se acaba en mí o en mis cosas y mi familia…). El pecado de la insolidaridad (si a mí no me atañe, si no veo que me pueda hacer daño a mí, me aíslo de tal “noticia”).
             Y sin embargo todo eso, y en las grandes magnitudes de los abusos de regiones pobres, de tiranía de los ricos y poderosos, de la “política” como medro personal o influencia ideológica que no está al servicio de un pueblo…, está el tremendo núcleo del PECADO DEL MUNDO.
             Y la normal reacción que uno siente es: ¿y yo que puedo hacer ahí?  Pues aquello de que quien arregla un hombre, arregla el mundo. ¿No me queda nada que hacer en la ecología (vg.: en reciclar desechos…; en no tirar colillas o chicles o papeles por el suelo…; etc.). En lo social puede ser que me sosiegue mi conciencia dar una moneda. Sin embargo habrá quienes pueden acompañar al anciano, rellenarle unos papeles en una oficina, llevarlo al médico…  ¡Ah!: y no es menester tampoco irse a la calle a buscar…: ¿no tenemos el caso en nuestra mismo entorno? ¿No es un favor que se agradece y una obligación social-familiar que el hijo o la hija deje su cuarto arreglado y su cama hecha?  ¿No es insolidario el esposo, hijo, que están a verlas venir, y que les den todo hecho? ¿No exacerban malamente las mamás/esposas que repiten y repiten y repiten?  Pues eso también hace daño social y crea distancias. Y muchas cosas no pueden arreglarse, pero si yo me arreglo en algún detalle, se están arreglando muchos detalles a mi alrededor.
             La denostada teología de la liberación, que hoy va tomando forma clarísima en los gestos y las aplicaciones concretas que el Papa va poniendo por delante, nos lleva a comprender que Jesús, Cordero de Dios que quita el PECADO del mundo, es el gran LIBERADOR… Y no sólo recogiendo “pecaditos” concretos, sino limpiando las bases mismas de nuestro interior: EL PECADO…

             De ahí que la COMUNIÓN EUCARÍSITICA sea base indispensable para replanteamientos del corazón de la persona. “Hacerse una masa con Cristo”, como dice San Pablo, va mucho más lejos de lo que habitualmente aplicamos ese gran momento LIBERADOR en el que Cristo quiere sanar desde el fondo mismo de nuestro ser: quitar EL PECADO del mundo.

3 comentarios:

  1. Puede muy bien pensarse que en el pecado social o de insolidaridad, entra el falseamiento de la declaración a Hacienda, las trampas económicas y financieras, y ese entramado tremendo de engaño y fraude por el que “se libera” un particular, una entidad, un partido político o sindicato, un ama de casa que no da el salario debido o no da de alta en la Seguridad Social…, ese padre de familia que oculta a su esposa la realidad de sus ingresos y gastos…; esos jóvenes que claman “igualdad” pero manejan y “tiran” el dinero en caprichos fútiles…, y toda esa realidad que tiene millones de facetas.
    Lo que es necesario es que no nos quedemos mirando por la ventana a descubrir a esos “pecadores” sino que nos metamos dentro por si acaso hay algo en lo que uno mismo debe sentirse enredado en ese PECADO DEL MUNDO.

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  2. Tomar conciencia de que la Misa no es un teatro donde hay unos actores que interpretan un guión. En la Misa ofrezco al Padre el cordero que quita el "pecado del mundo" en reparación por mis pecados. Por eso la Misa debe ser un encuentro sincero y personal con Jesucristo.

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  3. la predicación moral cristiana no es una ética estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía práctica ni un catálogo de pecados y errores.(Evangelii Gaudium 39)

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