miércoles, 8 de enero de 2014

AMÉMONOS

Protagonismo de 1ª lectura
             En efecto: a falta de datos evangélicos para este período litúrgico, a caballo entre Epifanía y Bautismo de Jesús, la 1ª lectura viene a ofrecer la riqueza del evangelista Juan, quien hace un tratado del AMOR –el amor de verdad- en su primera carta.
             Comienza con una exhortación que podríamos escuchar fácilmente en cualquier predicación, en cualquier ámbito de personas bien nacidas: amémonos unos a otros.  Hasta ahí sería ya casi un tópico. Pero San Juan se sube a la causa de esa afirmación y la apoya en algo tan inalterable como que esa exhortación a amarnos la hace ya que el amor es de Dios, y todo el que ama, ha nacido de Dios.  No es sólo un consejo, una exhortación: se trata de que el que ha nacido de Dios [y esto nos remite al prólogo de su evangelio], AMA…, está hecho para amar, lleva en sus venas del alma la sangre misma del amor. Ha nacido de Dios…, y DIOS ES AMOR. Dios ha trasmitido amor en esa gestación y nacimiento del que nace de Él, como la madre trasmite su propia sangre y su misma vida al dar a luz a su hijo.
             Si observamos esa proposición, el verbo está en presente. Y eso significa que ES, FUE y SERÁ. Significa que no puede hablarse de Dios si no es sintiéndolo como PURO AMOR, como AMOR que no perece, que no cambia, que supera toda adversidad. Y por si pareciera que son afirmaciones de un momento de exaltación del espíritu, San Juan nos completa el conocimiento de lo que acaba de decir: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él.  Primera demostración de ese amor de Dios. Es el padre que acaba entregando a su propio hijo, demostrando que su amor a todos es tan fuerte que acepta el sacrificio del hijo por tal de llegar a todos con los brazos abiertos y acogedores.
             Pero no se queda ahí la prueba del amor de Dios: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como salvación de nuestros pecados. San Pablo dirá eso mismo pero aún más claro a nuestra mentalidad: nos amó cuando éramos pecadores. No esperó que nosotros fuéramos buenos, dóciles obedientes… Él dio el paso cuando éramos pecadores…, cuando el enfermo más necesita del médico. Que amar a un amigo fiel, intachable, bueno, lo haría cualquiera. Pero amar al delincuente, al ladrón, al enemigo, al que se ha colocado en frente, al desobediente…, eso es ya una muestra inequívoca de lo que es AMOR.
             Dios ES AMOR nos podría llevar a dar la vuelta a la frase: el AMOR es Dios. El amor verdadero, substancial, eterno, permanente, que no se pasa nunca, de disculpa siempre y soporta siempre, y mantiene siempre la fe y la confianza en el amigo (aunque le falle), eso es ya divino. O eso ES AMOR. El amor que siempre sale al paso…, como la sangre a la herida; el amor que está siempre detrás, aunque el amigo muestre sus debilidades; el amor que acude a la necesidad… El amor que nunca pasa, nunca se apaga, nunca se pierde.  Ese es el AMOR que define a Dios… Eso es lo que significa que DIOS ES AMOR.  “ES”  y jamás dejará de ser, porque Dios no puede dejar de ser Dios. “ES” hoy, como lo fue ayer y lo será mañana, y lo será siempre. Dios no tiene eclipses. Más visible o menos…, en los momentos dulces y el los amargos, cuando lo advertimos o no…, Dios siempre es Dios, y por eso siempre se muestra amando. Sus obras son siempre obras de amor.
             Por eso se ha elegido ese evangelio –uno de los que más se repiten a lo largo del año- pues en ese evangelio tenemos a Jesús con el sentir humano de compasión y misericordia ante una multitud que le ha seguido, aun olvidándose de comer o de traer viandas para comer en el despoblado. Amor tan delicado que, cuando con lógica humana, los apóstoles le advierten que despida a la gente para que vaya a comprar comida a las aldeas colindantes, Jesús tiene la incomprensible respuesta (incomprensible para aquellos pobres hombres): dadle vosotros de comer. Bien se entiende la admiración de aquellos discípulos que saben que haría falta mucho dinero para un cargamento de pan…, ¡y de dónde pueden ellos hacer eso! Al final Jesús –imagen de Dios e impronta de su ser- hace del amor realidad, de la compasión, hechos…, y recurre al poder del amor para inventar panes donde no los hay… Pero el amor es así: o tiene a la mano la ayuda, ¡o la inventa!
             No sería yo si me quedara en eso que, al fin y al cabo, “queda bonito”. Yo tengo que meter la moviola y hacer el recorrido hacia atrás, pues todo eso ha venido de la primera expresión de San Juan en esa primera lectura: amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios. Y porque es de Dios y porque queremos tener a Dios, llevar a Dios con nosotros, vivir en ese regazo de Dios, ¡mucho tenemos que analizar nuestras circunstancias personales, nuestro AMOR…, el que viene de Dios y se fundamenta y sustenta en que el amor viene de Dios.

             Miremos alrededor. Concretemos nuestra realidad. Comprendemos de primeras que no es fácil amar. Que no es fácil el amor que perdura, que no se pasa nunca, que permanece cuando el “amado” no está a la altura. Sabemos que estamos metidos en un fregado muy fuerte. Y sin embargo, DIOS ES AMOR, y el amor viene de Dios, y Dios nos amó cuando no lo merecíamos. Pero el amor no es cuestión de merecimientos, sino cuestión de que DIOS ES AMOR… Siempre ama. No puede dejar de amar. Es nuestro espejo, nuestro estímulo, nuestra exigencia, por el amor que Él nos tiene.

2 comentarios:

  1. “AMÉMONOS”. Siempre debemos tener presente que no es lo mismo AMOR que afecto o cariño o sentimiento. El AMOR puede ser igual de verdadero cuando es afectivo, dulce, enamorado…, que cuando es contra corriente de los propios sentimientos. Cuando no puede ser afectivo (por la realidad de la otra persona) pero sí EFECTIVO por la actitud propia: porque también nosotros somos capaces –con la fuerza de la Gracia de Dios- de ser como Jesús que nos amó cuando éramos pecadores. Así somos capaces de amar de verdad (y la historia de la humanidad y de la vida de la Iglesia nos lo demuestra) a quien no es digno de ser amado…, a quien no podemos llegar con un sentimiento afectivo de amor.
    Y porque creo que es el punto débil de nuestras maneras de ser, creo que hemos de tomarnos muy en serio nuestras “primeras miradas” de los hechos, nuestros juicios de cosas y personas, nuestras expresiones y comentarios, nuestra valoración de quien no es “de nuestro grupo” (como un día dijo Juan y le tuvo que corregir Jesús). El día que nuestros ojos (y nuestro corazón) estén limpios de verdad, habrá una muy distinta forma de ver y de ser. Y el AMÉMONOS de hoy no será una “frase para las estampas” (que es el gran problema y hasta la gran hipocresía de nuestras bondades).

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  2. ¿Cómo amó Cristo? Haciendo en cada momento lo mejor de entre lo bueno. ¿Cómo amo yo? No lo se, pero si observo un poco, diría que se trata de hacer cada día lo mejor de lo bueno que yo pueda, siendo sincero en mis palabras, no mintiendo a nadie, y tratando de ser amable y servicial con todos. El amor tal como yo lo entiendo, no son puros sentimientos que te hacen sentir en una nube de colores que cuando desaparece, muchos creen que se ha ido el amor, sino el tratar de permanecer en la verdad, es decir, en Dios. Cuento contigo Señor Jesús, porque yo por mi mismo no puedo hacer nada.

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