jueves, 9 de enero de 2014

Amémonos...: concretando

Si Dios nos amó así…
             Tengo que confesar que el blog me es un instrumento muy positivo para mi reflexión y concreción. No lo tengo como “púlpito” para decir a los demás. Empiezo porque yo me encuentro conmigo mismo y que “exhorto” [me exhorto] a aterrizajes en la realidad para no quedarme en palabras que le digan a otros. Me cuestiona a mí muy mucho. Y pienso que detrás de la mata (aunque jamás hagan alusión) hay muchos otros a quienes el blog les está haciendo bien. Eso es lo que estimula a seguir con él adelante.
             ¡Mira que es conocida la 1ª carta de San Juan! Y sin embargo, detenerse en sus afirmaciones es como encontrar el evangelio de Jesús explicado de forma concreta y práctica. Ayer acababa mostrando que el amor de Dios no es que Dios corresponda así a nuestro amor, sino que Él amó primero y lo hizo desorbitadamente enviando a su Hijo. En esto consiste el amor, apostillaba Juan. [Ya es para pensarlo a fondo, cuando tanto hablamos de “amor” y nos pensamos “amorosos” porque hacemos algo…, que –en definitiva- busca el propio provecho, aunque sea el gusto de dar].
             Y hoy sigue diciendo Juan: Si Dios nos amó de esta manera… (y parece que va a concluir: “de esta manera tenemos que mostrar el amor a Dios”. Pues no. Concluye de forma práctica: “así también debemos amarnos unos a otros”. Realmente está dando en la línea de flotación, porque está poniéndonos ante la diferencia del amor interesado que es tan fácil en nosotros. Y San Juan continúa: A Dios nadie lo ha visto. Quiere decir que es muy fácil decir que amamos a Dios, cuando en realidad la forma concreta de “verlo”, “amarlo”…, es “si nos amamos unos a otros”, porque entonces mostramos que estamos injertados en la misma savia de Dios: “permanecer en…” es la imagen del injerto que prende en otro tronco y acaba sustentado en él y dando los frutos según ese tocón fundamental: por eso, si nos amamos entre nosotros, Dios permanece en nosotros y su amor llega en nosotros a su plenitud. Y PERMANECE EN nosotros porque nos injerta su Espíritu.  ¡Ahí es nada! ¡Si fuéramos conscientes de ello!... Si lleváramos presente que ese Espíritu de Dios está en nosotros, va a donde vamos nosotros, quiere ser el que habla cuando hablamos nosotros…, el que piensa cuando pensamos, sentimos, miramos…  Si eso se va verificando en nuestro crecer del espíritu, damos testimonio [somos testigos vivientes] de que el Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo.
             Salvador, liberador… A veces hablamos de “nuestros pecados” y los reducimos a las frecuentes 4 minucias diarias. El Bautista habló del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; el himno del “Gloria” (que se proclama tan mal y con tantos fallos gramaticales y de construcción), dice también: “Tú que quitas EL PECADO DEL MUNDO. Porque la liberación de Cristo no es “de pinzas” que van quitando pelillos concretos de esos “índices” que fácilmente presentamos en la confesión. Lo que Jesús ha venido a liberar es LA RAÍZ misma…, EL PECADO que está en la base de todas esas cosas… Habrá “frutas picadas” pero donde hay que buscar la solución es en la raíz del árbol.  El TESTIGO VIVIENTE no dejaría de serlo porque “cometió fallos” sino cuando esos fallos responden a UN PECADO que está en el corazón de la persona.
             Vino Jesús no sólo a quitarnos “pecados” sino a entrar en la base de nuestro corazón. Vino a abolir la esclavitud, la pobreza, la miseria, el abuso de los poderosos… ¿Ojo…, ojo…! Que yo puedo estar haciendo esclavos a otros, y de muchas formas que crean “dependencias”; que yo puedo estar “haciendo pobres y míseros” cuando yo soy “el rico que todo lo sabe y el que determina el ben y el mal”. Que yo puedo ser el abusador poderoso… Que EL PECADO DE BASE EN MÍ es mucho más serio y más peligroso (porque encima de todo es que ni me lo veo…; y así seguiré con ESE PECADO aunque me estén absolviendo de “mis pecaditos” que muchas veces no son ni la espuma de lo que hay al fondo).  [Y pretendo no estar “predicando”; estoy expresando lo que a mí y en mí me preocupa: la facilidad para el maquillaje externo, y la verdadera piel…, o la raíz que hay bajo mis apariencias].
San Juan dice que “permanece en Dios quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios.  Muy bien sabe Juan que esa simple afirmación la pueden hacer hasta los demonios (y en el evangelio está). Pero “confesar que Jesús es el Hijo de Dios” es cambiar el chip, el rostro, las entretelas del alma. Porque no es algo que se confiesa con los labios sino con el corazón. Y eso ya es mucho más a mirar con detenimiento.  Y no es nada que tenga que mover a inquietudes, sino que “tendremos confianza en día del juicio cuando el amor ha llegado a nosotros en plenitud porque Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en mí…; y no hay temor en el amor si el amor es verdadero. Porque el temor mira al castigo; quien teme –y plantea su conciencia desde el temor- no ha llegado a la plenitud del amor.

Pero permitidme que haga de “abogado del diablo”. Tampoco puede conducirnos a la verdad ver ya todo de color de rosa…, imaginarnos en el “mar del amor”… Que todo lo dicho al principio sigue siendo válido (y para releer y repensar) ahora cuando llegamos al final de la reflexión.

1 comentario:

  1. Mi experiencia de hoy, me indica que el amor se debe ir construyendo desde lo pequeño. Si no somos capaces de lo pequeño, ¿cómo lo seremos de lo demás.? ¿Me distraigo en la Misa con las rayas del suelo? ¿Soy capaz de decir hola o buenos días a un desconocido con el que me cruzo en la Iglesia? ¿Y tu, sacerdote? ¿Cómo transmites alegría a los otros sacerdotes (los no ordenados)? Son tan sólo unos ejemplos prácticos que a mi me sirven.

    Por último, decir, que a mi si me da temor lo que dice San Juan. En el sentido de que el dice que el que permanece en el amor permanece en Dios. ¿Y el que cumple con la asistencia a Misa, confiesa pecados, y hace rezos y oraciones frecuentes, pero su amor no se traduce en obras concretas con el de al lado, con el de su grupo, con el vecino, etc? ¿Podríamos concluir en ese caso, que Dios no permanece ahí, y sólo en el que ama sinceramente? El amor no es interesado, no es parcial, no elige a sus destinatarios por afinidad o por edad, se ama, o no se ama.

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