viernes, 17 de enero de 2014

17 enero: Mucha enjundia

Días de muchas cosas
             Hay días que la riqueza de contenido de las lectura desborda el comentario. Hoy es así: Samuel [8, 4-7; 10-22] es la historia de la ofuscación de un pueblo que no se aviene a razones porque ha decidido de antemano, sin el menor discernimiento, ni en disposición de reflexionar a pesar de las advertencias tan serias que se le hacen. El pueblo de Dios se está alejando de Dios y busca parecerse a los pueblos limítrofes que tienen un rey que les encabeza sus guerras, que domina sin permitir desmanes. Samuel les advierte los muchos riesgos y esclavitudes a que les puede someter un rey. No hay ni una brizna de duda. Cuando se ha decidido sin razones ni contrastando pros y contras, sino visceralmente, no hay modo de hacer entrar en razones. Le duele a Samuel, quien va a Dios y le expresa la situación. Y Dios –que no coarta la libertad de su pueblo- le dice a Samuel que les conceda ese rey. No es lo que Dios quiere. No es lo que supone –de parte del pueblo- un respeto al Dios al que adoran. Pero las cosas humanas son así. Y aunque los extremismos “ortodoxos” pretenderían la entrada de la hoz para segar tal cizaña, Dios, con su paciencia infinita y el respeto al ser humano a quien hizo libre, tendrá que decir a Samuel que les dé lo que piden, aunque a sabiendas de que se dirigen al precipicio. Sólo que tendrá que ser el propio pueblo díscolo el que un día haya de volver arrepentido de tanta locura que cometió. Eso no se lo puede solucionar nada, ni nadie que no sea ese propio pueblo, cuando se haya dado con las narices en el muro, y necesite ahora regresar –humilladamente- al punto de partida primero… Cuando llegue a sentir dentro la honda llamada de su interior, que le está pidiendo regresar a la humildad…, al punto del que no debió salir.
             En el Evangelio [Mc 2] tenemos la novedad que supone la llegada del REINADO DE DIOS…, del verdadero Rey (que no es tirano)…, que no viene a ser servido sino a servir. Tenemos ya a Jesús. Y ahora debería realizarse la nueva etapa, y que se viviera con el gozo de un replanteamiento interior nuestro, porque no estamos simplemente ante unos cuantos “parches” sobre lo anterior, sino a un vuelco que pone “patas arriba”.
             Regresa Jesús a Cafarnaúm “y se supo que estaba en casa”. Y como reguero de pólvora se corre la voz y se encuentra Jesús ante un gentío tal que rodea el porche de la casa en la que estaba. No quedaba sino que atender a esas gentes que huelen qué es realmente que Dios sea quien reine. Porque en Jesús hay acogida, no imposición, anchura de alma, exposición de un nuevo modo de proceder que –si bien exige- deja una honda sensación de libertad auténtica.
             Varios tipos de personas se pueden ver en este relato. Las gentes, que se han venido hasta allí, que se agolpan, que ansían esa palabra de Jesús. Un paralítico que desearía poder llegar pero él no puede llegar hasta allí, donde podría tener solución su enfermedad. Unas personas que arrostran la decisión y la responsabilidad de cargar con el paralítico…, y de solucionar las diversas dificultades que encuentran para llevarlo hasta Jesús.
JESÚS, que se admira de la fe de ellos…, y corta su catequesis al pueblo y declara que se le perdonan los pecados a aquel hombre. [Otra mirada al paralítico: ¿era eso lo que el hombre buscaba? ¿Le dejó satisfecho aquella solución? ¿Había venido para aquello? ¿Supo entender –en mentalidad judía- que “si la enfermedad es consecuencia del pecado, al perdonarle Jesús los pecados le estaba otorgando la salud?  No son vanas estas preguntas si las revertimos sobre nosotros, que tantas veces queremos que Dios nos escuche al pie de la letra, como si fuera un mero ejecutor de nuestros deseos… Pero ¿no puede tener Dios un recorrido mucho más amplio y diverso? ¿No nos tendríamos que aplicar a orar más a fondo para entender ese “otro lenguaje” de Dios?
Los fariseos y escribas, cuya actitud habitual es juzgar y condenar, sin entrar primero en buscar el fondo de la cuestión. Son los eternos displicentes, los que atacan a Jesús pero no entran a preguntarse más allá de lo inmediato.

Ahí están todos esos personajes.  Unos, al modo de aquel pueblo encabezonado en querer un rey, ¡que tan mal les fue!  Otros al modo de los hombres que realizan su misión como quien no hace nada, pero hacen mucho. No son protagonistas, pero sin ellos no hubiera llegado hasta allí el enfermo. La gente que no abrió paso al paralítico, porque ellos estaban tan “a gusto” escuchando “una meditación”… Los fariseos, mirando siempre con gafas negras, incapaces de ver la luz de un Jesús Mesías que liberaba de acuerdo con las profecías mesiánicas. Vuelvo a las gentes…: a unos les estorba que se haya metido por medio el paralítico y les haya cortado “su devota escucha”… Otros, a los que les da igual. Estaban allí, pero en realidad se iban a quedar como estaban. Oían pero no escuchaban.  Los que hicieron causa común con el dolor del pobre hombre y se alegraron de aquella deriva que tuvo la escena. Los extrañados, pero no críticos, con aquel “perdón de pecados” que expresó Jesús. Pueden no entender pero no niegan, no se escandalizan, no se alteran… Saben esperar a ver. Finalmente el paralítico curado, el que llegó hecho un marmolillo y sale con su camilla a cuestas. Debe suponerse que agradeció…  ¡Ah!, y JESÚS…

1 comentario:

  1. Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:

    -«Nunca hemos visto una cosa igual.»
    (Mc 2,12)


    ¿Y tu? Te alegras también de que otro u otra que no seas tu, reciba también de Jesús, favores, dones, talentos?

    *Perdonen que hable en segunda persona del singular, pero es para todos, pero sobre todo es para ti y para mi.*

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!