lunes, 18 de noviembre de 2013

18 novb.: Señor. ¡que vea!

18 novb.: Dos hipótesis
             D No me es ajeno el planteamiento del hecho evangélico “al revés”. El juego de los futuribles para que resalte finalmente con más fuerza la realidad. Tenemos hoy un bello texto de San Lucas [18, 35-43] con el ciego al borde del camino pudiendo limosna.
             Ahora puedo imaginar que Jesús no pasó por allí. Y el ciego seguirá siempre pidiendo limosna. Puedo imaginar al ciego poco despabilado que en su obsesión de que le den algo, ni se interesa por el paso de un grupo de gente que forma un cierto tropel. O la gente ahoga sus gritos para que no estropee su tranquilidad. O Jesús no llega a poder oír los gritos desaforados de aquel ciego.
             Hipótesis que daría resultados muy diversos a los que dio en la realidad. Lo que hubiera ocurrido sería que el ciego se queda ciego –alejado de la vida social, despreciado por ciego, pobre que siempre pide limosna, que malvive…-;  otra historia completamente distinta.
             ¿Y por aquí se me ha ocurrido inventar este futurible que, en realidad no se dio?  Pues porque he querido abrir los ojos a una realidad muy posible y actual de un mundo encerrado en su egoísmo enfermizo, en que a nadie le importa lo del vecino, ni se compromete demasiado por el prójimo. Una situación donde el pobre puede llegar a no gritar siquiera, porque sabe que es inútil; porque la gente se le echa encima para que se calle y no inoportune; porque el que tiene el poder no quiere saber nada de los gritos y sigue con sus egocentrismos, adorando únicamente su propio ego. Y porque pasará el tropel sin que haya habido nadie más arriba a quien recurrir.
             El ciego queda ciego, queda pordiosero, abatido, paria que estorba, y cuyos gritos cayeron en el vacío. Los demás van a seguir su “triunfante” tropel piadoso…, ahogando todo grito que le estorbe, y haciendo de pantalla subjetiva al Mesías salvador, único Salvador. Por decirlo así, la cerrazón de esos corazones de un mundo que se encierra en su propio caparazón individualista, y que no sabe mirar una cuarta más allá de las propias narices.
             No penséis que esta hipótesis es tan imposible. Puede ser un elemento de trabajo sincero personal si queremos salir de ese “tropel” en el que nos apresa la vida de hoy…, en la que sufrimos los barrotes de la insensibilidad. Pensemos. Y no nos subamos a la parra. Que seguramente podemos observar que de estas cosas hay más de las que parece haber.

             La otra hipótesis fue la realidad que nos cuenta el evangelista. Y la sigo llamando “hipótesis” aunque fue un hecho. Le dejo esa calificación porque ya es hipótesis que el corazón humano sepa cambiar y sepa pasar de una postura a otra. Lo del camino de Jericó fue un hecho. Pero en nuestro “camino de Jericó” sigo pensando en hipótesis… El ciego advierte que algo ocurre porque aquel tropel no es normal.  Ya es un paso hacia la salud. El ciego pregunta. Y hay algún alma normal que se digna responder al ciego (que ya tiene su mérito y valor): Pasa Jesús Nazareno. Lo dice como quien no le da importancia…, porque el que ve, no se da cuenta del valor que aquello tiene para el que no puede ver.
             El ciego grita, y grita con invocación mesiánica: es en realidad el ciego que ve mucho más que los otros… Porque los otros se sienten incomodados por los gritos y pretenden callarlo y que no moleste. Muy típico: calladitos, mejor… Así no incordia. Porque no tiene buena prensa en la sociedad el que alza la voz para decir realidades palpables que tiene ante las narices…, pero que los demás no ven, no huelen…, o hacen como que no existen…, porque es más fácil así seguir por la vida. Pero el ciego grita más, y sus gritos llegan a Jesús.
             Jesús le manda traer. Y ahora se prestan muchos a traer al ciego ante Jesús. Los mismos que pretendieron acallarlo; los mismos que ahora vuelven lo negro blanco; los mismos que ahora quizás se den cuenta de que hay que atender a aquel hombre, puesto que Jesús se interesa…
             Y lo traen.  Y cuando está delante de Jesús se encuentra con una pregunta que le puede parecer absurda: ¿Qué quieres que haga por ti? Sí: no está jugando Jesús. Lo que quiere Jesús es que el ciego “se retrate”, reconociendo primero su la necesidad por la que ha gritado. Y porque sólo así, cuando la persona es consciente de su carencia fundamental, puede ser atendido.  Que hay demasiadas hojarascas en las que somos capaces de perdernos…,y eso se nota en muchas conversaciones en las que quien parecía tener una necesidad o buscar una solución, de pronto se va por las ramas de fútiles detalles… Y hay “ciegos” que no piden la vista, y se ponen a contar mil historias sin enjundia…

             El ciego respondió sensatamente: Señor: que vuelva a ver.  ¡Ese sabía lo que necesitaba! Ese iba tras la verdad. A ese hay que venerarle su honradez…, su no mentirse a sí mismo, su no perderse en bagatelas. A ese es al que Jesús le concede ver…, y no sólo el ver de la vista, sino el ver del corazón (que es más difícil). Es su fe la que le ha salvado, ¡su fe enraizada en la vida, en la realidad, en el querer ver!

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