martes, 12 de noviembre de 2013

12 novb.: FIELES EN LO PEQUEÑO

12 novb.: La otra cara
             D San Lucas nos habló en otro contexto de un amo que al llegar tarde a su casa, encuentra a sus sirvientes dispuestos, que le abren la puerta y que lo reciben. El amo los sienta a cenar y él mismo les sirve.  Un contexto escatológico que refleja ese premio último final a los siervos que permanecieron en vela para recibir a su amo a cualquier hora del día o de la noche.
             Hoy el propio San Lucas [17, 7-10] nos dice otra cosa. Cambiado el contexto, nos pone ahora en la vida diaria, ahí donde nos “retratamos” en nuestra verdad más normal. El amo tarda, y cundo llega, pide a los criados que le esperaron a su llegada, que les sirva la comida, y luego comerán ellos. Completamente convencidos todos de que aquellos sirvientes están para lo que están y su mérito (y su premio moral) es hacer lo que tienen que hacer y cuando lo tienen que hacer. Y casi pueden decir que no han hecho nada extraordinario, sino que hicieron su obligación. Exactamente es lo que está pensando el amo. Lo que no quita que en su interior esté reconociendo que aquellos sus siervos son gentes de fiar y a los que se les puede confiar cosas mayores.  No tiene que expresarlo, pero él se siente bien servido y está orgulloso de sus criados.
Pienso que es un evangelio de un realismo estupendo. Y que se presta a esa reflexión sincera sobre nosotros mismos, entrando cada cual en su profundidad de alma.  Podemos decir: me levantado y he hecho…; luego he orado –siquiera 5 minutos, evangelio en mano-, o me he ido al trabajo, o he compartido un pequeño momento más o menos sosegado del desayuno con mi esposa…  [Sigamos cada cual nuestra pequeña historia de hoy…, o empecemos a “corregir” ese esquema].
Un día –podemos seguir esa visión- me fui a confesar. Salvo que hubiera alguna cosa más llamativa, posiblemente dije al confesor que no tenía nada que decir especial. O hubo algún detalle más llamativo y esa fue mi confesión. Ahí también acabó.  Y ahora me preguntó el confesor: ¿y su vida diaria: su carácter, sus reacciones, sus comentarios, su afabilidad, su trato con sus hijos o sus compañeros de trabajo, o su rato con Dios…? Y la persona se queda tambaleando porque no sabe ni qué responder, y se limita a casi estúpido: “bien”. Y digo “estúpido” no por razón de la persona sino porque esa persona sabe que ha respondido al buen tun-tún. De haberlo preparado, o sabe muy bien que hay muchos detalles diarios que podrían mejorarse (y son materia que presentar al Señor)…, o ni sabe que hay esas cosas (que es lo malo). El que sabe, y al menos le queda “el cante” para otra vez hacerlo mejor, ese queda entre siervos fieles, porque –en definitiva- advierte que tenía que haber profundizado mejor en lo que es SU VIDA, lo que es su fotografía real, la que posiblemente le harían las personas que conviven con él o ella.
El otro, que ni advierte ni se pone a advertir, es el criado que ni siquiera ha esperado al regreso de su amo, y no lo encontraría disponible para servirle la cena.
Debe, pues, quedar claro que la vida de lo diario tiene una importancia esencial, porque en lo diario es donde nos manejamos. Y que “siervos útiles” o “inútiles” no está dependiendo tanto de unos errores esporádicos que se pueden cometer, sino de ese estar al pie del cañón en cada momento, situación o circunstancia.  Que el error mayor pasa, pero que el momento a momento va dando la “fisonomía interior” de la persona. Que el problema de un creyente no es haber faltado a Misa, sino el poco cuidado en la relación con la pareja, en la atención a los hijos, en la ”vida del teléfono”, en los sentimientos que se albergan dentro, en los tiempos aprovechados, perdidos o malgastados, en la falta de cultivo constante de su mundo espiritual…  Todo eso, menos cuantificable que “haber faltado a Misa”, pero mucho más vital.  Lo primero se puede identificar con el esquema: “ley-cumplimiento”.  Lo segundo es la vida. Algo con lo que nunca se está perfectamente cumplido, pero que marca mucho más el ritmo propio de un seguir a Jesús.

Aquellos siervos que esperaron a su amo, que estuvieron en su puesto cuando tuvieron que estar, que se pusieron a servirla cena, como lo más natural…, esos son los siervos normales, que han hecho lo que tenían que hacer. Y ahí es donde uno puede entrara a pensar sobre sí…, porque ser siervos normales que han hecho lo que tenían que hacer, sería ya una definición preciosa de “buena gente”…  [Queda la otra parte, siempre posible: yo no hago nada malo, y así he hecho lo que tenía que hacer…, lo que supone el gran fallo de la inconsciencia, que ni siquiera ve lo que no hizo de lo que debía haber hecho.  Lo bueno es que haya capacidad para replantearse la situación y descubrir que puede no haberse hecho algo “malo”…, pero que ni siquiera se ha tomado en consideración lo bueno y mejor que quedaba ahí…, eso que da la verdadera fotografía, porque no sólo saca la imagen sino que deja patente cualquier otra cosa que “se cruzó” por medio en el momento de “disparar” la luz.

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