domingo, 8 de enero de 2017

8 enero: EL BAUTISMO

Liturgia.   El bautismo de Jesús
          Cerramos el ciclo de Navidad y Epifanía con la fiesta litúrgica del BAUTISMO DEL SEÑOR, nueva manifestación o epifanía de Jesús. Si el día 6 era la manifestación a los pueblos paganos, representado todo en la figura de los magos y su estrella, hoy es la manifestación al pueblo judío, y el comienzo de la vida pública de Jesús.
          Cuando Jesús sale de Nazaret a sus 30 años, se dirige a donde se está produciendo un movimiento espiritual de importancia: Juan Bautista ha iniciado un camino de conversión que expresa en su predicación y sus orientaciones a los diferentes estamentos para que enderecen sus vidas y sus acciones en orden a preparar la llegada del Mesías. (Mt. 3, 13-17)
          Jesús se introduce en la fila de aquellos hombres que esperan ser bautizados con un bautismo que era expresión de purificación y preparación, pero cuando llega su turno, el Bautista, inspirado por el Espíritu, lo reconoce y le dice: Yo tengo que ser bautizado por ti ¿y tú vienes a mí? La respuesta de Jesús es clara: Tú bautízame porque así es la voluntad de Dios. La traducción más conocida y utilizada es otra: Porque así conviene para realizar la justicia completa.
          La “justicia” es la santidad, la bondad, la perfección. Y el bautismo de Jesús es el comienzo de esa JUSTICIA  en la que él asume sobre sí todos los pecados de la humanidad –como quien tomara el saco de los pecados que los hombres han confesado allí- y con ese fardo a cuestas se va a dirigir a la cruz para dejar allí clavado el pliego de multas de nuestros pecados y dejar así purificado y perdonado el pecado del mundo.
          Hay exégetas que consideran este momento del bautismo de Jesús como el de su toma de conciencia de la misión mesiánica, atestiguada por la venida del Espíritu Santo que se posa sobre él en la forma visible de una paloma, y la voz del Padre que declara a Jesús su Hijo, su Mesías, su predilecto. Así es ungido, Cristo, para emprender su misión por el mundo.
          Así lo presenta la 1ª lectura (Is 42, 1-4. 6-7) en la que Cristo no troncha la caña rajada ni apaga el pabilo que titila… No desprecia ni destruye lo que ya está roto, sino que –con su venida- levanta al caído, abre los ojos del ciego y la boca del mudo, y abre la prisión al cautivo. Que entendido en el plano real equvale a esa luz  que abre los ojos a la fe, la lengua para hablar palabra de Dios y libertad al alma para vivir libre del pecado. Con su bautismo Jesús ha caminado desde el Jordán al Calvario para dar allí muerte a la muerte y desde ahí abrirse a la luz de la resurrección.
          Todo eso nos va iluminando el camino para valorar nuestro bautismo, que desde el comienzo ya fue considerado por San Pablo como el momento en que el hombre muere al pecado, es sepultado en las aguas bautismales, para salir de nuevo a flote con el ser de nueva creatura que vive en adelante en justicia y santidad.
          La teología católica ha visto en el Sacramento de la Penitencia y el Perdón un paso de segundo bautismo, porque por ese Sacramento recoge Jesús nuestros pecados para realizar en nosotros LA JUSTICIA, lo que es justo, lo que es recto… Para no quebrar la caña cascada sino para fortalecerla y poner en pie al pecador, libre de sus ataduras de vicios y pecados.
          Si llegamos a tomar la Confesión en su verdadero valor…, si no se limita a hacer lista de pecados pasados, sino sobre todo de mirada hacia adelante, para preguntarse: ¿Y AHORA, QUÉ?, encontraremos en ese Sacramento una fuente de energía e ilusión que nos predispone a una forma de vida nueva…, a una “salida del sepulcro para dirigirse a Dios en justicia y santidad”.
          La EUCARISTÍA lo recoge todo y empieza por recoger los frutos de una confesión bien hecha, de un alma en paz y alegría interior. Y nos pone ante los ojos la síntesis de la vida cristiana que está en la muerte y resurrección de Jesucristo. Dios quiera que no perdamos el sentido del respeto reverencial hacia la Eucaristía, y no nos permitamos llegar a ella sin la debida preparación y purificación de nuestra conciencia.


          En la fiesta del Bautismo de Jesús, pidamos a Dios nuestra pureza de alma y la santidad de nuestras acciones.

-          Por la Iglesia, vehículo de nuestro Bautismo y de nuestras purificaciones en el Sacramento del perdón, Roguemos al Señor.

-          Por el valor de nuestro Bautismo y el deseo de hacerlo más vivo en nosotros, Roguemos al Señor.

-          Para que no nos conformemos con ser simples “buenas personas” sino que queramos vivir la plena JUSTICIA, Roguemos al Señor.

-          Para que tengamos el gusto de seguir la vida de Jesús a través del Evangelio, Roguemos al Señor.

-          Para que valoremos y respetemos hondamente la Eucaristía, Roguemos al Señor

Da, Señor, al pueblo cristiano saber valorar el Bautismo como puerta que abre a la fe y que constituye una fuente de felicidad personal.

          Por Jesucristo, N. S.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad1:58 p. m.

    La primera lectura de este domingo nos hace un retrato exacto de la figura de Cristo.Su bautismo nos debe recordar nuestro bautismo.Dar gracias sin cesar por haber recibido este santo sacramento y repetir nuestra promesa bautismal que en su día hicieron nuestros padrinos por nosotros y que hoy conscientes de lo que está promesa significa podemos repetir: Renunciar a todo lo que nos aparte del verdadero camino y entregarnos al servicio de Cristo y de nuestros hermanos para siempre.

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  2. Hoy es un día mágico para mí...Yo era un bebé cuando mis padres y mis padrimosme llevaron a la Parroquia para sumergirme en aquella pila bautismal; no eran las aguas del Jordán, no,mis padres sabían que me sumergían en la propia vida de Dios. Aquel día empezaba a caminar y a identificarme con Cristo; aquel día empecé a "crecer". No puedo acordarme; pero estoy viendo a mi abuela materna colocando algún símbolo religioso en mi cuna...Ahora soy consciente del DON inmenso del Bautismo.Desde aquel día vivo yo en Cristo y Él vive en mí y a los ojos del Padre soy su hija en el Hijo. Y, desde aquel mismo día, el Espíritu se empeña en guiarme para que mis pensamientos palabras y obras me acerquen al Padre a pesar de miresistencias. Quisiera ser un instrumento útil como Juan el Bautista para que la gente de mi alrededor se acerquen a Dios y que todos conozcan a Jesucristo...Que Él crezca y que yo mengüe.

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