jueves, 12 de enero de 2017

12 enero: Quiero; queda limpio

Liturgia
          El comienzo de la 1ª lectura de hoy (Heb 3, 7-14) reproduce el Salmo 94: una advertencia para que el corazón de la persona esté abierto a la voz de Dios. Será el Salmo que hoy siga a la lectura. Y desde esa llamada, el autor de la carta a los Hebreos llama la atención para que ninguno tenga un corazón malo e incrédulo que le lleve a desertar del Dios vivo. Por el contrario debemos animarnos unos a otros para que día tras día ninguno sea engañado por el pecado. Hace una referencia al “HOY” como ese “DÍA” que Dios nos concede para vivir con el corazón limpio. No podemos esperar a un “mañana” para no ser engañados. “Hoy” es hoy, ahora mismo, cada instante que se nos da para vivir…, pero que no asegura más que el momento presente, porque a Dios no se le puede dar largas. El llama cuando llama. Y “somos partícipes de Cristo si conservamos firmes hasta el final el temple primitivo de nuestra fe”.
          El evangelio de Marcos (1, 40-45) es la curación de un leproso, que se acerca a Jesús y suplicándole de rodillas. Ya es llamativo el hecho de que se acerque, puesto que los leprosos habían de mantenerse a distancia. Pero el hombre se arriesga a acercarse. O más que “riesgo” es una sensación de confianza que le trasmite Jesús, del que ha sabido que cura enfermos y libera posesos. La misma súplica que presenta es muy significativa: viene a sabiendas de que Jesús PUEDE. Lo que presenta el leproso es un “desafío” confiado a ese “poder”. Puedes, si quieres. Lo que equivale a decirle que sólo depende de que quiera. Porque el poder se lo supone. El “querer” ya depende de Jesús y de sus sentimientos ante el pobre que sufre. Era una buena manera de poner a Jesús ante el dolor de uno que sufre no sólo la enfermedad sino también la marginación por causa de su enfermedad.
          Y Jesús, que sintió lástima y se compadeció del hombre,  respondió con un sencillo y simple asentimiento a la súplica del leproso: QUIERO. No podía quedar por él. Su querer se hace realidad, y le afirma: queda limpio. Y la lepra se le quitó inmediatamente.
          Pero Jesús hace las cosas completas y para que el hombre recuperara sus derechos de ciudadano normal, necesitaba la certificación del sacerdote y la ofrenda (tal como la había dejado instituida Moisés). Y Jesús encamina al leproso curado hacia esos requisitos que han de devolverle su status de hombre normal. Esa parte de la recomendación de Jesús era –por decirlo así- de “obligado cumplimiento”. Pero Jesús le encargó severamente otra “ley” que el leproso no era capaz de cumplir: que “No se lo digas a nadie”
          Pero ¿cómo no iba a decirlo y a publicarlo a voces cuando aquel hombre salía eufórico de aquella curación que acababa de recibir? De hecho lo fue diciendo por donde iba: comenzó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones. ¡Es que no podía ser de otra manera! Y lo lógico es que Jesús lo sabía que iba a ser así. Quizás por eso quiso atemperar los efectos del milagro… No lo logró. Sino que su fama se extendió de tal manera que ya no podía entrar abiertamente en los pueblos, porque la gente se le echaba encima. Por eso se quedaba en las afueras de los poblados, y aun así acudían a él de todas partes.

          Me quedo mirando al mundo de hoy. Me quedo viendo tantos leprosos que viven con sus costras encima, y no han acudido a Jesús para expresarle su confianza en que si quiere, puede curar. Veo un mundo que ha dejado de creer en Jesús. Por eso no se le ocurre ir a Él para confiarse en que él PUEDE. Y ese mundo sigue en su lepra y sin saber presentarse al Sacerdote para que “certifique” la absolución que deja limpio de los pecados.
          Me quedo mirando también a esos que de pronto se han presentado al pie de un confesionario, casi sin saber ni expresarse, cargados con sus fardos mugrientos sobre el alma…, pero que han respondido a ese impulso que les acercaba al QUIERO, QUEDA LIMPIO de Jesús por medio del sacerdote. Y han salido también llenos de paz y una nueva razón de vivir. Quizás no lo publiquen a grandes voces, o quizás sí a media voz, comunicándole a los íntimos el descubrimiento que han hecho del amor de Dios, por Jesucristo, a través del sacerdote.

          Me quedo mirando al Sacerdote que experimenta consuelo profundo cuando pudo decir en nombre de Jesucristo ese: QUIERO, QUEDA LIMPIO…, que le deja tanta satisfacción que quisiera proclamarla a los cuatro vientos, a ver si sucedía aquello de que los confesionarios quedaran llenos de tantas personas que salen a comprobar el gozo del perdón y la misericordia de Dios.

1 comentario:

  1. Aquel leproso conocía a Jesús y sabía que podía curar su lepra yvolver a integrarse a la sociedad. El leproso es maestro de oración; no tiene ninguna duda y esta Fe tan grande y esta seguridad es lo que conmueve a Jesús. ÉL nos dijo"Pedid y se os dará" Esto no se puede quedar en bonitas palabras porque es la base de nuestra FE...Si pedimos lo que Él nos inspira y lo hacemos con fe,es seguro que nos lo cncede, somos sus hijos queridos y quiere complacernos.

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