lunes, 16 de enero de 2017

16 enero: Una riqueza litúrgica

Liturgia
          Hoy vienen las lecturas cargadas de contenido. La 1ª, de Heb. 5, 1-10, es para leerla a solas y meditarla y gozarla porque es muy fácil de entender y no se le debe perder puntada. Empieza describiendo la misión del sumo sacerdote en una religión, y lógicamente en la judía: está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Es un “puente” entre los hombres y Dios, y él asume su misión de intercesor entre Dios y los hombres, entre los hombres y Dios. Tiene la ventaja de ser un hombre entre los hombres y por tanto puede comprender a los ignorantes y extraviados porque él mismo está sujeto a debilidades. En consecuencia, y porque es débil él mismo, ofrece sacrificios por sus propios pecados, además de los que ofrece por los pecados del pueblo.
          El oficio de sacerdote no es algo que se arroga cualquiera a sí mismo sino que hay una elección de Dios, una llamada.
          Pues bien: así ha ocurrido con Cristo, que no se apropió por su cuenta el oficio de Pontífice, o dignidad de Sumo sacerdote, sino se la dio Aquel que le dijo: “Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”. Dios constituye a Cristo “Sumo Sacerdote”, Sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Y ahora Cristo, hombre sacerdote, puesto entre Dios y los hombres, asume la salvación de la humanidad. Pero lo hace desde su plenitud e hombre, y por tanto desde su plenitud de sufrimiento: A gritos y con lágrimas –en los días de su vida mortal- presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte… Nos está representando al Jesús de Pasión, y muy concretamente al del Huerto de los Olivos o al desgarrado Jesús de la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Lo novedoso de esta narración de Hebreos es que se nos dice que fue escuchado en su angustia. Y no porque no padeciera sino porque salió de ella triunfante en la resurrección, llevando así cautivo el dolor del mundo y dándole luz final, luz de triunfo. A pesar de ser Hijo, aprendió –sufriendo- a obedecer…, o vivió su obediencia fecunda en el propio padecimiento. Y llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de la salvación eterna. Así ha sido el SUMO SACERDOTE definitivo, no como los otros sumos sacerdotes de la antigua ley sino según el rito de Melquisedec.
          Mc 2, 18-22 no representa un ataque a Jesús y sus prácticas por parte de algunos que, más bien está extrañados y quieren saber. Cómo es que los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y los discípulos de Jesús no ayunan el ayuno ritual?  Jesús lo explica primeramente con una comparación: es que los discípulos de Jesús están de fiesta y en la fiesta no se ayuda. Son los amigos del novio y están en el banquete nupcial. Por eso no ayunan. Tiempos vendrán en que tengan que ayunar, aunque entonces será otro ayuno muy diferente.
          Porque –y aquí llega el meollo de la cuestión- la línea de los antiguos sacrificios y ayunos representan un estilo que se ha quedado viejo. Ahora llega un estilo nuevo y diferente, que no es mera mejoría del anterior sino algo nuevo, muy nuevo. Es como un vino nuevo que no puede ser acogido por unas barricas viejas, porque la fuerza del nuevo vino reventaría las barricas. A vino nuevo, hacen falta odres nuevos, nueva actitud, nueva disposición de alma. “nuevo ayuno” que ya no se queda en el ayuno ritual. Va mucho más a fondo, coge a la persona y no es una mera práctica exterior.
          Es comprensible: a un vestido viejo no le cabe componerlo con una pieza nueva porque lo nuevo desgarra lo viejo. Se trata, pues, de una nueva disposición, una nueva manera de enfocar la relación hombre-Dios. Ya no se relaciona el hombre con Dios a base de ofrecimientos de víctimas externas, de ayunos exteriores. A Dios ahora se le adora y sirve y agrada desde el ofrecimiento de la propia persona, el dominio de los propios estados personales, el ayuno de las apetencias humanas, el sacrificio de las pasiones… A Dios se le adora en espíritu y verdad, y no en el culto meramente exterior como el que se centraba en Jerusalén o en el monte Garicín (un culto que ponía el acento en situaciones materiales concretas)

          No deja de ser todo esto un reclamo muy importante también en nuestros tiempos, porque siguen muchas gentes aferradas a cultos exteriores, de cierta hojarasca, de muchas referencias exteriores, mientras se deja un poco lateral lo que es substancial de la vida auténtica cristiana. Sigue valiendo hoy el adagio que Jesús acuñó del VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS para hacer cierta revisión de determinadas devociones externas, a las que personas devotas son fácilmente proclives.

1 comentario:

  1. Los cultos externos , "de cierta hojarasca", ofenden a Dios.Jesús no pretende cambiar la Ley; lo que Él quiere es encontrarle el verdadero sentido y aplicarla con coherencia. Hacer en las comunidades "lo que siempre se ha hecho", aparta a mucha gente de la comunidad cristiana. Por eso, Jesús propone soluciones nuevas a situaciones nuevas.VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS. La enseñanza de Jesús no se queda en palabras humanas aunque sean muy elevadas; ,porque son el reflejo de la Palabra del mismo Dios y nos invitan a abrir nuestras mentes y nuestros corazones. Este es el camino para llegar a El, de la mano de Jesús a través del amor.

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