sábado, 14 de enero de 2017

14 enero: Palabra viva y eficaz

Liturgia
          Uno de los momentos culminantes de la carta a los Hebreos es el que tenemos hoy como 1ª lectura (4, 12-16). Hace una descripción magnífica de la fuerza de la PALABRA DE DIOS. Dice que es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. (No he querido cortar la cita porque es sublime).
          Palabra VIVA. Nunca pierde vigor. Nunca está dormida. Siempre aporta algo nuevo. No se agota. No se acaba.
          Palabra EFICAZ. Actúa. Abre horizontes. Influye. Nunca vuelve vacía. Conscientes de ello o no conscientes, la Palabra siempre deja un poso en el  alma del que la recibe.
          Palabra TAJANTE, PENETRANTE. Horada en el alma. Mueve e incluso zarandea. Pone al sujeto ante una luz que le deslumbra gozosamente. Llega hasta las coyunturas y tuétanos…, lo más recóndito. Es una “descarga interior” para quien la recibe de verdad.
          JUZGA LOS DESEOS E INTENCIONES DEL CORAZÓN, nada se le oculta, todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas. Es imposible ir a la Palabra y mantener una actitud falsa o ambigua: enfrenta a la verdad, a la honradez profunda del espíritu. Pone de cara a Dios, ante el que no cabe mentirse.
          Luego personaliza la PALABRA y pasa a hablar de Jesús, ante quien debemos mantener la confesión de la fe, ya que tenemos en él un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo: Jesús, Hijo de Dios. Un sacerdote que no es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que él ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. [Otro párrafo impresionante y grandioso, que hay que orar mucho, porque nos cuesta enorme trabajo aceptarlo en la práctica y digerirlo como realidad revelada. Por mucho que se quiera ver la humanidad de Jesús, siempre le pondremos sordinas y acabaremos haciendo un demiurgo que no es plenamente hombre. Pues conste que, menos en el pecado (que él no podía tener) en lo demás es exactamente probado como nosotros].
          Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. [Leamos en oración esta maravilla que tenemos hoy ante los ojos].
          El evangelio (Mc. 2, 13-17) es la vocación de Mateo o Leví, uno nuevo que es llamado a formar parte del grupo que sigue a Jesús. Otra vez no se ha ido Jesús a las gentes importantes y cultas. Ahora ha sido la llamada a un publicano. Estaba Leví sentado en su despacho de impuestos y allí se asoma Jesús para decirle nada menos que cuenta con él. Una llamada con la misma palabra y modo con que había llamado a los anteriores. Un escueto: Sígueme. Pero esa Palabra viva, eficaz, penetrante, tajante…, le llega a Leví como un dardo que le penetra “hasta las coyunturas y tuétanos, hasta el lugar donde se divide alma y espíritu” [principio de vida y resorte espiritual de la persona], como espada de doble filo que profundiza en lo más íntimo y no se puede ya ofrecerle resistencia. Y Leví (Mateo) deja de momento el dinero, la oficina, el puesto de trabajo…, y se va tras de Jesús. Algo tenía Jesús que era irresistible, y que provocaba el seguimiento de aquellas gentes, que lo dejan todo y se echan en manos de él. Y lo hacen gozosamente, festivamente.
          Lo cual queda demostrado en aquel banquete de despedida al que Leví invita a sus compañeros de fatigas (recaudadores y otra gente de mala fama), y a Jesús y a los nuevos compañeros que va a tener junto a Jesús. Aquella asistencia de Jesús junto a los publicanos  escandaliza a los fariseos, tan santones, y protestan por ello.

          Jesús les responde que ha venido a llamar a los pecadores; los sanos no necesitan del médico, sino los enfermos. Y Jesús así zanja la cuestión. Con un poco de penetración en la palabra “sanos”, puede ser que Jesús ponga una cierta ironía, porque esos falsamente “sanos” eran los propios fariseos. Y ellos no recurrían a Jesús, ni lo entendían, ni lo querían. En cambio los publicanos se les van a adelantar en el reino de los cielos porque parten desde su propia miseria que necesita tanto de la misericordia. ¡Y Jesús es misericordia! No he venido a llamar a los justos (los que se consideran “justos” aunque no lo son), sino a los pecadores.

1 comentario:

  1. Todos necesitamos que el Señor nos ayude a comprender las cosas. Él miró a Levi y conocía sus posibilidades, necesitaba que alguien le ayudara a ver las cosas desde otro punto de vista y que le tratara de tú a tú...Cuando nos sentimos subestimados, difícilmente cambiamos de postura.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!