sábado, 28 de febrero de 2015

Del blog: trasmividriera

COMENTARIO A UNA EXHORTACIÓN DE CUARESMA, DEL PAPA              
Francisco se refiere a la indiferencia como al hecho de que nos olvidamos de los demás, que no nos interesan ni sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen. En un proceso realmente contradictorio, cuando todo en el mundo adquiere una dimensión global y todos en la pequeña aldea que ya es el mundo nos podemos enterar de todo lo que hacen los demás, nos encerramos de hecho en nuestra pequeña concha, cerramos los oídos a todo lo que no nos agrada, y convertimos en global la indiferencia hacia todo lo que le ocurre a los demás y nosotros no queremos enterarnos de ello. En un mundo oceánico y global, creamos islas incomunicadas de los fuegos que irrumpen en las otras islas: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta es la indiferencia globalizada  ante los demás, sobre la que quiere llamar la atención el Papa Francisco durante la presente Cuaresma.
El objetivo de Francisco no resulta sencillo. El dirige su grito profético -así lo llama- a la Iglesia, a las parroquias y comunidades y a la persona creyente. No resulta tarea fácil conmover a estos amplios colectivos, porque la tortícolis se ha convertido casi en una segunda naturaleza, porque estamos demasiado acostumbrados a no querer mirar a lo que nos resulta desagradable. Hay demasiada gente que cambia de canal o se levanta del sillón, cuando el telediario está dando noticias que le fastidian. Interesarse por las cosas malas que le ocurren a los demás supone una actitud muy generosa, tan altruista como la que tuvo hace meses el propio Papa Francisco cuando se desplazó hasta la isla italiana de Lampedusa para intentar preocuparnos a todos por el fenómeno sangrante de la emigración; de los diarios muertos inmigrantes que inundan cada día el cementerio en que ya se ha convertido el Mediterráneo, usando otra expresión también de Francisco, esta vez en el Parlamento Europeo.
Francisco quiere utilizar el reactivo, que aún puede ser la Cuaresma para los creyentes, para intentar la formación del corazón, la transformación de los intereses y la canalización de la afectividad hacia las situaciones dolorosas que tanto se repiten hoy en el mundo. 
Luis Espina Cepeda S.I.

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