viernes, 27 de febrero de 2015

27 febrero: En el Huerto (2)

El prendimiento
Jesús se sintió solo. No habían podido vigilar una hora, ni siquiera en aquellas circunstancias en las que Él les había manifestado su tristeza de muerte. Jesús. No habían velado pero es que –además- habían dormido para olvidar. La sensación de soledad se hace mucho más hiriente. Y Jesús se dio media vuelta y ahora, en esa conciencia de su soledad, se volvió hacia su lugar de oración. Ahora sí que queda ya entregado a todo: Si no puede pasar el cáliz, hágase tu voluntad. Repetía palabras una y otra vez. Volcaba sus sentimientos en aquella amarga oración, y perseveraba como único punto de apoyo. Y así otra hora de dolor. Y volvió a los suyos… Dormían profundamente. Ni advirtieron que Jesús se les había acercado. Los ojos de aquellos estaban cargados. No tenían nada que decir. No hubieran tenido nada que responder.
Jesús regresó a su oración y siguió aferrado al Abba, a quien todo es posible…, pero ya entregado a su propio cáliz, que el Padre no había querido retirarle, y que Él tendría que empinar hasta el final.
Cuando llegó por tercera vez a los amigos dormidos, tuvo unas palabras muy apenadas: Por mí ya podéis dormir. Pero a la vez, con triste ironía les tenía que advertir que el que me entrega ya está cerca. Ha llegado la hora y es un hecho que el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores. Y haciendo reaccionar a aquellos tres, les dice de forma perentoria: Levantaos, vamos…; mirad: el que me entrega ya está aquí.
¡Y tan estaba, que aun hablaba Jesús, cuando apareció la figura de Judas! Recalca Marcos: “uno de los Doce”…, uno que había sido llamado a extender el reino de Dios y echar fuera los demonios que hacen el mal… Sí: el mismo. Y venía acompañado por una turba de criados y chusma, reclutados de parte del sumo sacerdote, armados con espadas y palos… Es que Judas había advertido de las artes de Jesús para escaparse, y había que ir con mucha cautela y astucia, prenderlo pronto y amarrarlo bien.
Y una contraseña: Aquel a quien yo besare… Y así llegó; luego, acercándose, dijo: ¡Maestro! Y LE DIO UN FUERTE BESO. Lo podríamos parafrasear así: Le dio una enorme puñalada. Porque aquel beso llevaba el doble filo mortal de una puñalada que viene de un amigo y a traición. Y sin dar más tiempo a nada, los que venían a prenderle cayeron sobre Jesús y le echaron las manos y lo sujetaron. Les había salido todo a pedir de boca, y sin las dificultades que tenían previstas.

Aquello fue todo muy rápido. Pedro, Santiago y Juan no habían todavía salido de su sopor y se encontraban con una situación impensable. Simón Pedro sacó una espada y lanzó un tajo contra uno que ataba a Jesús y le cortó la oreja. Hay que irse a otras narraciones evangélicas para barruntar de dónde le había venido la espada a Pedro, que –naturalmente- no iba por la vida con espada al cinto. En la narración de Juan se cuenta que entre los adornos del Cenáculo había dos espadas. Se ve que Simón –que barruntaba una noche peligrosa- no corto ni perezoso cogió una y la llevó consigo. Ahora había sido el momento de usarla. Y hay un comentario de un santo que le dice a Pedro: ¡Qué nervioso estabas, Simón, que apuntaste a la cabeza y le diste en la oreja”. Marcos no comenta más. Sólo refiere que en ese momento todos huyeron y se quedó Jesús solo en manos de sus capturadores.

1 comentario:

  1. LITURGIA DEL DÍA
    El acento está hoy es cómo es la JUSTICIA DE DIOS. (Ez 18, 21-28). Cada uno responde de sus actos en el tiempo presente. El malvado que se convierte y emprende buen modo de vida, es considerado justo, bueno, salvado. El justo que abandona la bondad y emprende una vida mala, es juzgado por esa realidad nueva que ha emprendido.
    Y dice la gente: Eso no es justo. Y Dios responde: yo veo en cada uno lo que verdaderamente es. No que me quedo en lo que fue. Porque a cada cual le concedo la libertad de elegir su vida y ser lo que quiere ser. Y cada cual elige según su voluntad. Y cada uno es lo que ha decidido ser.
    En Mt 5, 20-26 esa JUSTICIA va más adelante: tenéis que ser mejores que los escribas y fariseos cuya “justicia” es de mera apariencia…, de mera ley material: “No matarás”. Pero Yo os digo que el que está peleado u ofende a su hermano, ya lo ha matado en su corazón. Y merece la condena.
    Porque la verdadera JUSTICIA es que no te acerques a presentarle a Dios tus ofrendas si –mientras tanto- tu hermano está ofendido por ti. Primero has de irte a tu hermano, reconciliarte con él. Luego, vuelves por tu ofrenda y la presentas en el Altar. Ésta es la nueva justicia, la que hace que hoy seas bueno o injusto, la justicia o injusticia que está viendo Dios. Lo de ayer fue ayer. Tu verdad es la que tienes y vives hoy.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!