viernes, 20 de febrero de 2015

20 feb: El ayuno interior

Ayuno que Yo quiero
En la liturgia de hoy se aborda el tema del ayuno (Is. 59, 1-9), que era tan significativo en aquellas formas religiosas judías. Pero ayuno que pierde contenido cuando queda en lo sólo externo y ritual. Porque el ayuno que Yo quiero es abrir las prisiones injustas y hacer saltar los cerrojos de los cepos…, partir tu pan con el hambriento, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne (a tu egoísmo). Es el paso de lo puro externo a lo que significa en la realidad, y por tanto, a lo que Dios apunta. Por eso Jesús (Mt 9, 14-15) cambia el pensamiento de aquellos que se escandalizaban de que no ayunaran sus discípulos, y responde que ellos están de fiesta porque están con Él. Hay un paso esencial desde lo ritual a lo vital. Y de lo que se trata es de un corazón que se priva PARA ESTAR ABIERTO A LOS OTROS.

PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS
Marcos nos ha situado ya en el marco de los sumos sacerdotes y escribas que han decidido acabar con Jesús. Todavía no hay nada concreto pero se va cerrando el cerco. Y la oportunidad surge impensadamente a propósito del banquete que un tal Simón el leproso ofrece a Jesús, que estaba en Betania (14, 3-9). Una mujer viene, llevando un frasco de alabastro, lleno de perfume de nardo legítimo de subido precio y, quebrando el frasco, lo derrama sobre la cabeza de Jesús. Era toda una expresión generosa y gratuita de reconocimiento hacia Jesús. Era el dar a fondo perdido. Era amor por el gozo de ofrecer amor. Frente a ese gesto surge la mezquina reacción de “algunos” que decían entre sí: (a qué viene este despilfarro? Porque podía haberse vendido por más de 300 denarios y dárselos a los pobres. Y trinaban contra ella.
Queda patente la diferencia de sentimientos: la mujer no ha mirado el precio ni se ha planteado una alternativa. La mujer discurre con su corazón y no hace más cálculos. Al otro lado, “algunos” que están cuantificando el dinero que podría haberse obtenido. No hay ni brizna de sentimiento afectivo.
Y Jesús dicta veredicto: Dejadla en paz. Ha hecho buena obra conmigo. A los pobres siempre los tendréis con vosotros; a mí no me tendréis siempre. Se adelantó a perfumar mi cuerpo para la sepultura. Ya es un presagio de la tormenta que se avecina y que Jesus ya está anunciando con su sepultura que debe estar previendo muy cercana.
Pero antes de ese momento nos deja la perla preciosa del reconocimiento de la acción de esa mujer, porque en verdad os digo que dondequiera que se predique el evangelio por todo el mundo, se hablará también de lo que ésta hizo, para memoria suya.

Jesús había “cometido dos imprudencias”: corregir a “algunos” y defender –en cambio- a una mujer. Se la había jugado a una carta..., y “perdía la partida…” Ese es “el ayuno que Dios quiere”.

1 comentario:

  1. El festín de bodas iba a terminar con la muerte violenta del Novio y, los invitados, - nosotros- sumidos en nuestro dolor, ayunaremos.

    El ayuno cristiano no puede ser sólo una señal de dolor por la separación física del Señor; también es señal de Fe y de Esperanza en Cristo Resucitado que está invisiblemente en la Iglesia, en los Sacramentos, en la Palabra y que esperamos que un día regresará de forma visible y gloriosa ; ahora ayunamos para prepararnos para liberar nuestro corazón de las satisfacciones terrenas que no le permitirían saborear las alegrías de Dios en su manifestación gloriosa como el Gran Dios, Salvador nuestro, Cristo Jesús (Tt 2,13).El ayuno, como tal, puede estar contraindicado si hay algún trastorno de los hidratos de carbono; pero se cambia por una limosna , por un servicio prestado a un enfermo, por una catequesis...

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