jueves, 5 de febrero de 2015

5 febrero: Allí donde nos lleva el Evangelio

Lo evangélico
El texto que hoy nos trae Hebreos 12,18-19, 21-24 me evoca la introducción que hace San Mateo al capítulo 5, cuando va a presentar las bienaventuranzas y el “código” constituyente” de toda la obra de Jesús. En vez del encuentro de Moisés a solas con Dios en el monte, con los truenos y la zarza ardiendo, Jesús sube al monte y llama a sí a los suyos y abre sus labios para hablar una doctrina. Dos etapas en las comunicaciones de Dios con los hombres.
A eso mismo hace referencia hoy el texto de Hebreos: Vosotros no os habéis acercado a un monte, a un fuego ardiente, a densos nubarrones, a la tormenta…, a esa voz que el pueblo sentía miedo al oírla. Vosotros os habéis acercado al monte Sión (ciudad de paz), Jerusalén del cielo, a Dios –justificador de las almas de los justos- y al Mediador de la nueva Alianza, Jesús. Es el nuevo panorama al que pertenecemos y en el que estamos y nos desenvolvemos.
El Salmo incidirá en ese sentido de Dios, cuya misericordia meditamos en medio de su Templo. Un Dios, pues, cercano, íntimo, Padre, que aun siendo el mismo del Sinaí, ya se manifiesta a un pueblo que ha quedado cultivado por sus muchas presencias y larga historia de acompañamiento. Nosotros ya gozamos de la era en la que Dios nos ha hablado EN EL HIJO, al que Dios ha constituido SU PALABRA, con la cercana ternura que sustituye a la voz tonante primitiva con la que hubo de dirigirse a un pueblo primitivo que no entendía de otra manera.
El evangelio de MARCOS 6, 7-13 nos sitúa en la misión apostólica por la que Jesús envía a los Doce, con la autoridad para expulsar espíritus inmundos y sanar enfermos. Y es curioso que Jesús los envía sin más apoyos que unas sandalias para el camino y un bastón para ayudarse. Nada más. Que la misión evangélica no vaya montada sobre fuerzas o poderíos humanos: ni alforja, ni dinero, ni pan.
Recuerdo la anécdota del misionero Padre Tarín, que hizo siempre unas misiones populares fructíferas, pero que en una de ellas fracasó. Y él reflexionaba sobre el caso y sacaba en conclusión que había ido demasiado pertrechado con su maletín de mano (que era lo único que llevaba para la misión). Reflexiones de un alma santa y sacrificada, porque la verdad es que no llevaba mucho en aquel bolso.
Pues es que Jesús envía a los apóstoles con menos todavía. Toda una lección de que el evangelio –la fuerza contra los demonios o para sanar enfermos- no está en las técnicas humanas, ni en llevar más pertrechos que aseguren el éxito.

Es el dilema que puede plantearse desde bases evangélicas sobre tantas propagandas, tantos murales, tantos carteles, tantas aportaciones de material de estudio (y demás “ayudas”) con las que hoy vamos trabajando en un intento de evangelización. Y sin poder negar que el mundo de hoy no es aquel de los tiempos de Jesús, no puede dejar de reflexionarse si –dentro de la nueva evangelización- estamos acordes con aquel planteamiento de sólo bastón y sandalias (como símbolo esencial de que ni el que planta ni el que riega, sino Dios es quien da el crecimiento. Una reflexión sobre el valor esencial de la Gracia a de Dios, a la que debemos darle más primer plano. Lo mismo digo en el tema de nuestra propia conversión: si no necesitaríamos más sencillez, más abandono, más mirar a la Gracia de Dios, que a muchos tinglados espirituales en los que nos pretendemos asegurar.

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