sábado, 1 de febrero de 2020

1 febrero: Quién es este


LITURGIA       
                      2Sam.12,1-7.10-17: El profeta Natán se presentó a David de parte de Dios, y le contó un cuento como una realidad que hubiera sucedido en los dominios de David: El hombre rico que teniendo todo en su mano, ovejas y bueyes, coge la oveja del pobre para invitar a sus huéspedes.
          David se enciende en cólera y muy justiciero determina la muerte del rico por el abuso de poder que había realizado. Ese hombre tiene que morir.
          Y Natán le dice entonces: Pues ese hombre eres tú. Y le hace las cuentas de lo que ha hecho matando a Urías a espada. Materialmente David no lo había hecho así, pero lo que hizo equivalía a esa realidad. Y Natán le anuncia desastres y sufrimientos y vejaciones.
          David cae entonces en un verdadero dolor de corazón y arrepentimiento y reconoce que ha pecado contra el Señor, porque todo pecado es una ofensa a Dios, aunque se haya cometido contra un semejante.
          Y Natán le pone la penitencia: Dios te perdona pero el hijo que te va a nacer morirá. David hace penitencias añadidas, no queriendo acostarse y prolongando ayunos, pidiendo por la vida del niño.

          Pasó Jesús a la otra orilla del Lago (Mc.4,35-40), dejando a la gente. Los discípulos lo tomaron consigo y subieron a la barca. Realmente Jesús estaba rendido y se quedó dormido en popa. En esto se levanta una gran tormenta en el Lago, que pone en peligro  la barca. Las olas saltaban por encima de la barca, lo que quiere decir que empaparon a Jesús, que siguió dormido. Y yo me pregunto: ¿podía dormir Jesús en aquellas circunstancias o se hizo el dormido a partir de un determinado momento para ver actuar a sus discípulos?
          Porque aquellos hombres, tras usar de todas sus artes para achicar agua y para mantener la barca a flote, acabaron por venir a Jesús y despertarlo y preguntarle con cierto disgusto: Maestro, ¿no se te da nada que nos vamos a pique? Pregunta que es oración. También Jesús se iría a pique. ¿Cómo no le iba a ocupar aquella situación? Pero quiso aguantar hasta que los hombres vinieran a presentarle el problema.
          Y en medio del fragor de la tormenta, Jesús se pone en pie en la barca –lo que ya era impensable humanamente- y mandó al mar y al viento: -Silencio, cállate. El viento cesó y vino una gran bonanza. Y con cierta ironía y buen humor, les pregunta: ¿Por qué sois tan cobardes?  ¿Qué iban ellos a hacer en aquellas circunstancias? No era cobardía. Era pánico ante una fuerza mayor que se les imponía con la violencia de las cosas de la naturaleza. La siguiente pregunta va más al fondo: ¿Aún no tenéis fe? ¿Aún no os habéis fiado de mí? ¿Aun no os habéis percatado que yo estoy con vosotros?
          La verdad es que se quedaron espantados, doblemente espantados. Primero porque aun llevaban en sus cuerpos el terror de lo pasado, y porque todavía les había llamado más la atención la autoridad con que había procedido el Señor. Y se decían unos a otros: ¿Quién es este? Es que todavía no se habían enterado quién era Jesús, aunque le habían visto actuar en casos tan múltiples en que aparecía evidente el poder de su mano. Pero no se habían percatado a fondo, y su pregunta es admirativa. Porque hasta el viento y el mar le obedecen… Ahí podemos dar respuesta nosotros: el que manda sobre los elementos de la naturaleza y los hace enmudecer, no puede ser otra cosa que Dios mismo.

1 comentario:

  1. Ten compasión de mi que me creo con suficiente fuerza y poder, y cuando viene lo inexplicable, te creo dormido o simplemente no te creo.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!