domingo, 9 de febrero de 2020

9 febrero: Sal y luz


LITURGIA       
                      En el evangelio de San Mateo nos hemos adentrado en el Sermón del Monte, el núcleo constitutivo de la vida cristiana. El domingo pasado se hubieran meditado las Bienaventuranzas si no hubiera sido la fiesta de la presentación del Niño en el Templo.
          Hoy sigue con esa doble enseñanza (5,13-16) tan significativa en la vida real: ser SAL de la tierra y ser LUZ del mundo.
          La sal por sí misma no es nada. Un tarro de sal no es nada. Para que la sal tenga su efecto necesita entremezclarse con los otros alimentos, y entonces les da sabor, o les protege –en grandes cantidades- de que se echen a perder.
          Del mismo modo el cristiano, entremezclado con las gentes tiene que dejar un buen sabor. Pero tiene que relacionarse y que incrustarse con su ser de SAL al que Jesús le ha destinado. El Papa insiste mucho en que no podemos ser cristianos de sacristías, encerrado en nosotros mismos, sino que hemos de salir hacia los otros para serles ejemplo de vida y sabor agradable al paladar.

          Lo mismo la otra comparación de ser LUZ del mundo. Una luz no tiene sentido si está escondida o si está apagada. La luz está destinada a iluminar. Sin la luz el Sol hay oscuridad y hay muerte. El cristiano tiene que ser sol en medio de la vida en la que se desenvuelve.

          Y la 1ª lectura identifica esa luz con las obras (Is.58,7-10): Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo y no te cierres a tu propia carne. Eso será una aurora en medio de la oscuridad, que abrirá camino a la justicia, y a la gloria del Señor. Ser LUZ no es una poesía. Ser luz es todo un modo de vivir en medio de la vida, desarrollando el bien que mejor podamos realizar. Hoy lo vivimos de alguna manera concreta en esta participación activa con la que colaboramos con MANOS UNIDAS en su Campaña contra el hambre en el mundo. Pero nuestras “manos unidas” no pueden reducirse a un día ni a una colaboración económica especial. Vivir la caridad cristiana, la mano extendida a las múltiples necesidades que vamos encontrando por el camino, es lo que hace de la vida de cada uno de nosotros un verdadero foco de luz, donde la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha, pero en donde nos estamos jugando el núcleo mismo de nuestro ser cristiano.
          El Papa insiste una y otra vez: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades.         Y en este tipo de actitudes aseguradas porque por boca cerrada no entran moscas, podemos estar demasiado cerrados en nuestros mundos espirituales, que no dan fruto, que no iluminan.
          Continúa la 1ª lectura, diciendo: Cuando destierres de ti la opresión, el  gesto amenazador y la maledicencia…, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará TU LUZ en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.

          En la 2ª lectura (1Cor.2,1-5) nos deja Pablo el fundamento esencial de todo ello: que nunca he querido saber entre vosotros otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado. No elocuencias. No razones. No apariencias. Sino el fundamento que está por encima de todo, y es Jesucristo, pero el Jesucristo de la cruz. Que es un hecho que no lo tenemos tragado, ni mucho menos, y que queremos tener un Jesucristo cómodo, devoto, espiritual…, pero que no nos exija tomar sobre nuestra vida real la vida real suya: la de ser un Cristo austero, sacrificado, y en definitiva crucificado.

          Que la EUACRISTÍA no se nos quede en el acto sacramental de la participación, sino que nos lleva a ser sal que da buen sabor y que se aleja de lo podrido; y luz que se traduce en obras fehacientes de ejemplaridad cristiana.

1 comentario:

  1. Tal vez yo sea un triste cristiano que no ilumina, y mi sal sea totalmente ineficaz porque me la guardo en vez de compartirla con los demás. Pero que cómodo que siento cumpliendo con mis devociones privadas metido en mi mismo. Pero si vivo la Eucaristía de este domingo como una más que me toca cumplir, no dejaré realmente que la luz penetre en mi, sino que yo mismo le estaré impidiendo alumbrar a través de mi.

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