miércoles, 5 de febrero de 2020

5 febrero: La falta de fe


Primer Viernes, día 7
LITURGIA       
                      El servicio de la causa del Señor debe ser siempre a fondo perdido y no bajo los cálculos humanos. Ese fue el fallo de David (2Sam.24,9-17) pretendiendo el censo de sus siervos disponibles. Y tan reconoció David que se había equivocado que, después de hecho el censo, sintió remordimiento de conciencia.
          El profeta Gad se presenta ante David y le propone tres penitencias posibles. David ha de elegir una. Y opta por echarse más en manos de Dios que depender de los hombres. Y escoge tres días de peste en su territorio, confiando en la misericordia de Dios. Por eso, en medio de la plaga que mató a miles de israelitas, David ruega a Dios misericordia, porque el que ha pecado ha sido él y no aquellos que son inocentes. Y cesó la plaga, extendiendo el Señor su mano para que cesara aquel mal.

          Como ya he comentado en otro momento, la narración que hace Marcos (6,1-6) sobre la ida de Jesús a Nazaret, es mucho menos dramatizada que la que nos narra San Lucas. Presentan el mismo fondo pero su desarrollo es diverso.
          Jesús llega a Nazaret, rodeado de la fama de sus obras en todos los lugares y pueblo cercanos. Departe con las gentes del pueblo, que han sido sus compañeros de trabajo durante tantos años, y el sábado es invitado a hablar al pueblo desde la cátedra. Y Jesús expone la Palabra de Dios con toda su fuerza y una originalidad que llama la atención, tanto más cuanto que lo conocían de la vida diaria de muchos años.
          Y se preguntaba la gente de dónde saca todo eso y que sabiduría es esa que le han enseñado. Porque Jesús, realmente, habla con una nueva profundidad, que no es lo que ellos conocían de otros momentos de conversación con el hijo de María y de José. Y la gente se pregunta: ¿No es este el hijo del carpintero, el hijo de María y el pariente de todos los hermanos y hermanas que conocemos y viven entre nosotros? Esa era la realidad de la historia pasada y conocida. Lo que no saben es todo el cambio que se ha producido en la misión de Jesús desde que salió de Nazaret. Ya no es sólo “Jesús de Nazaret”; ya es el Mesías enviado por Dios, el mensajero de la nueva alianza. Es aquel que conocen de la vida de 30 años, pero es otro que trae una misión.
          Jesús se lo decía: Un profeta es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa. Llevaba toda la razón. Y es un hecho que podemos tener comprobado, cada cual en su dimensión de mayor o menor envergadura, que es allí donde somos más familiarmente conocidos donde tenemos menos ascendencia. Siempre se acepta con más facilidad al que viene de fuera que al que es “de casa”. Y con Jesús no fue distinto.
          Las consecuencias sí fueron distintas: Jesús, que se volcaba haciendo sus milagros en otras partes, allí en Nazaret no pudo hacerlos porque no tenían fe en él. Impuso las manos a algunos enfermos y los curó. Y se extrañó de su falta de fe. Precisamente Jesús “montaba” siempre sus milagros en la fe de las gentes: “Tu fe te ha curado”; “Grande es tu fe”; “que se haga conforme has creído”. En Nazaret no hubo esa fe. Se quedaron en la visión del Jesús que conocieron tantos años y no avanzaron en su conocimiento, ni siquiera valiéndose de la fama que traía por sus actuaciones en otros lugares.
          De hecho Jesús salió de Nazaret y se fue recorriendo otros lugares enseñando, y siendo acogido por las gentes.

1 comentario:

  1. Si no tengo una fe verdadera en ti, no podré ver tus milagros en mi vida. Si no tengo fe y te trato como si fueras uno más del pueblo, tu te marcharás a darte a aquellos que si te buscan con la sencillez de los niños, que no te cuestionan, y te reconocen como quien eres. Si me creo que ya te conozco, puede ocurrir que me acostumbre tanto a la rutina de actos religiosos y piadosos, reuniones y compromisos, que llegue a desfigurar mi conocimiento de ti, o que no llegue a conocerte del todo y me engañe pensando que ya lo tengo todo.

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