jueves, 27 de febrero de 2020

27 febrero: La vida como elección


LITURGIA        Jueves de Ceniza
                      La Cuaresma debe plantearse como una elección que se hace en la vida concreta del creyente, porque ha de tomar postura en su vida: o por Dios o al margen de Dios (no voy a decir “contra Dios” porque ninguno de los seguidores del blog estaría en esa actitud). Pero no es extraño que pueda haber posturas “al margen”. No tanto de una manera voluntaria y deliberada sino en la práctica de la vida loca de cada día.
          Este Jueves de Ceniza nos empieza planteando la situación con un texto del Deut.30,15-20: «Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla.
          Ante la vida de cada persona se abre siempre esa realidad: el bien que invita a seguir a Dios y a sus mandatos; el mal, que es lo contrario. No abiertamente “malo” sino no siguiendo la pauta de lo verdaderamente bueno. No se trata de pecados abiertos, en la regla general, pero sí de medias bondades, de “resbalones” sobre lo que se sabe que se debe hacer y que sin embargo no se hace, por debilidad, pereza, falta de voluntad…
          Eso lleva consigo un premio o un demérito, que se enuncia en el párrafo siguiente: Pero, si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y les sirves… [Otros “dioses” son el amor propio, las pasiones humanas, las “cosas” y personas que nos crean lazos afectivos que pueden no ir en la línea recta…]; si eso es así en la realidad práctica de la vida de un individuo,  yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una vez pasado el Jordán. Naturalmente la cita corresponde a la realidad de aquellos tiempos. No tenemos que hacer otra cosa que buscar el equivalente en nuestro mundo actual: la soberbia, la lujuria, la pereza, el engreimiento y endiosamiento…
          Se concreta todo: Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a el, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob».
          Es el mensaje que nos propone la Cuaresma desde su mismo inicio. Dios nos pone todo ante nosotros. El hombre ha de tomar postura: ¿Quiere la bendición de Dios o quiere ser puesto fuera del ámbito de Dios? (maldición). Hace solo unos días se sintetizaba todo en una frase: Todo es vuestro, vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios. “Todo es vuestro”. El Señor ha puesto ante cada cual un camino con muchas bifurcaciones. El hombre puede coger el camino que quiere. Pero debe tomar el camino que le hace ser de Cristo, que es el camino de Dios. Por eso, aunque puede elegirse el mal, el que es sensato acaba eligiendo el bien. Y con ello vive, ama al Señor y escucha su voz, apegándose a Dios.

          En el evangelio (Lc.9,22-25) está ya “traducido” todo a la realidad de la predicación de Jesús, que nos señala su camino y, consiguientemente, nuestro camino: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. [El pasado domingo leíamos esa misma cita en el evangelio de Mateo; Lucas añade un matiz: tomar la cruz, la propia cruz, es labor de cada día” para el seguimiento diario de Jesús, en esa continuada elección que la persona tiene que hacer constantemente]. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. Es una desgracia pretender “vivir la vida, “gozar de la vida”, cuando el verdadero camino es el que Cristo ha señalado si se quiere ir con él. Porque ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».
        No hay mucho que explicar. Tomemos en serio la palabra de Jesús y vayamos aplicando su llamada a nuestra realidad personal. Es cuestión de meditar. De no buscar escapatorias. De sentirnos llamados a un estilo de vida muy concreto.

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