viernes, 14 de febrero de 2020

14 febrero: "Effetá" (ábrete)


        Con mucha mayor rapidez de lo esperado, estoy de nuevo con vosotros, aunque hoy me voy a limitar a un comentario breve del evangelio.

LITURGIA       
                      .Mc.7,31-37 nos narra la curación de un sordo y casi mudo que le presentaron al Señor en tierras de la Decápolis. Le pidieron a Jesús que le impusiese las manos. Era la fe de aquellas personas. La imposición de manos era un signo de bendición, y a eso es a lo que aspiran aquellas gentes, porque una bendición de Jesús equivaldría a una sanación.
          Jesús, sin embargo amplía el “ritual” y no se limita a bendecir. Lleva aparte al sordomudo y le mete los dedos en los oídos y con la saliva –otro elemento de sanación en el creer de las gentes- le toca la lengua. Pero aquello no era un fetichismo. Era una fase previa de algo mucho más alto: mirando al cielo, suspiró y dijo: “Effetá” (esto: ábrete). Mirando al cielo y suspirando es oración de Jesús, es lo sobrenatural del momento, que no se reducía a una acción humana.          Y al momento se le abrieron los oídos y se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
          El deseo de Jesús era que no se publicase aquella acción, pero cuanto más pretendía que se callase, más lo divulgaba a grandes voces. ¡Y no era para menos!
          El entusiasmo crecía y la gente decía: Todo lo hizo bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

          Que sea ésta la conclusión para nosotros: que el encuentro con Jesús nos haga OÍR, escuchar su palabra dentro de nosotros. Oír por fuera es más fácil. Escuchar por dentro y dejar que la Palabra de Jesús se adentre en el alma, es ya labor de interioridad.
          La segunda parte es hacer hablar a los mudos: hablar palabra de Dios, convertirnos en altavoces de Jesucristo, de su obra, de su bondad: hacernos apóstoles de sus maravillas.

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