sábado, 29 de julio de 2017

29 julio: Vuelve a los compañeros

No será extraño que pase 3 días sin comunicarme por el blog.
A Italia
90. Pero, cuando hubo salido de Guipúzcoa, dejó el caballo, sin tomar nada, y se fue en dirección de Pamplona, y de allí a Amazán, pueblo del P. Laínez, y después a Sigüenza y Toledo, y de Toledo a Valencia. Y en todas estas tierras de los compañeros no quiso tomar nada, aun cuando le hiciesen grandes ofrecimientos con mucha insistencia. En Valencia habló con Castro, que era monje cartujo; y queriéndose embarcar para venir a Génova, los devotos de Valencia le rogaron que no lo hiciese, porque decían que estaba en el mar Barbarroja con muchas galeras, etc. Y por muchas cosas que le dijeron, suficientes para ponerle miedo, con todo, nada bastó para hacerle dudar.
91. Llegado a Génova, emprendió el camino hacia Bolonia, y en él sufrió mucho, máxime una vez que perdió el camino y empezó a andar junto a un río, el cual estaba abajo y el camino en alto, y este camino, cuanto más andaba, se iba haciendo más estrecho; y llegó a estrecharse tanto, que no podía seguir adelante, ni volver atrás, de modo que empezó a andar a gatas, y así caminó un gran trecho con gran miedo, porque cada vez que se movía creía que caía en el río. Y esta fue la más grande fatiga y penalidad corporal que jamás tuvo; pero al fin salió del apuro. Y queriendo entrar en Bolonia teniendo que atravesar un puentecillo de madera, cayó abajo del puente; y así, levantándose cargado de barro y de agua, hizo reír a muchos que se hallaron presentes. Y entrando en Bolonia, empezó a pedir limosna, y no encontró ni siquiera un cuatrín, aunque la recorrió toda. Estuvo en Bolonia algún tiempo enfermo; después se fue a Venecia siempre de la misma manera.
92. En Venecia por aquel tiempo se ejercitaba en dar los ejercicios y en otras conversaciones espirituales. Las personas mas señaladas a quienes los dio son Mro. Pedro Contarini y Mro. Gaspar de Doctis, y un español llamado por nombre Rozas. Y estaba también allá otro español, que se llamaba el bachiller Hoces, el cual trataba mucho con el peregrino y también con el obispo de Cette, y aunque tenía algún deseo de hacer los ejercicios, con todo no lo ponía en ejecución. Al fin resolvió hacerlos; y después que los hizo, a los tres o cuatro días, expuso su intención al peregrino, diciéndole que tenía miedo no fuese que le enseñase en los ejercicios alguna doctrina mala, por las cosas que le había dicho un tal. Y por eso había llevado consigo ciertos libros para recurrir a ellos en el caso de que quisiese engañarle. Este se ayudó muy notablemente en los, ejercicios, y al fin se resolvió a seguir el camino del peregrino. Fue también el primero que murió.
Liturgia
          Ex,24,3.8. Recibido el Decálogo, Moisés lo pone por escrito y edifica un altar en la falda del monte y ofrece allí víctimas y holocaustos como sacrificio de comunión. Después leyó al pueblo el documento y el pueblo respondió: Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos. Moisés roció con la sangre de los animales a todo el pueblo, y pronunció palabras de alianza que quedaba hecha por Dios y aceptada por los israelitas; Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.
          Sin duda estas palabras nos evocan  mucho a nosotros la celebración de la Alianza definitiva que firmó Jesús, y que ya no fue con sangre de animales sino con su propia sangre, en el acto sublime de la ALIANZA NUEVA Y ETERNA PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. De ahí que aquellas personas que no quieren cuentas con el Antiguo Testamento, carecen de conocimientos para entender mejor el Nuevo y poder establecer la continuidad de la acción liberadora de la Historia de la salvación. De ahí también la carencia que llevan esas generaciones a quienes se les ha privado del conocimiento de la HISTORIA SAGRADA, y que se desenvuelven en su fe como pillada con alfileres y sin saber de dónde viene y por qué viene cada cosa.
          Volvemos en Mt 13.24-30 a la parábola de la cizaña, que ya hemos tenido el pasado domingo. Jesús fue realista. Vivió la vida real y se encontró con la maldad humana. Él predicaba buena doctrina, y sin embargo hallaba la maldad que se desarrollaba simultáneamente y a la par de su enseñanza. No podía ser más que una acción de un enemigo, que entremezclaba y sobresembraba cizaña sobre el buen trigo que él había sembrado. Allí estaban los doctores de la Ley y los fariseos, aparte de otros que también echaban su veneno sobre las almas. Jesús sabe que eso tiene que ser así; que no cabe separar en la vida una cosa de otra. Será después, cuando llegue el momento de la siega –la hora final- cuando Dios se encargará de hacer la separación. Y la maldad será recogida en gavillas para ser quemada, y las personas fieles y que han luchado en su vida por serlo, serán acogidas en los graneros de Dios.

          Es puro realismo. La parábola tiene la forma de cuento pero el contenido es la mismísima realidad. 

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