sábado, 15 de julio de 2017

15 julio: El Monte de los Olivos

No le dejan quedarse en Jerusalén
46. Con esta promesa se aseguró el peregrino, y empezó a escribir cartas para Barcelona para personas espirituales. Teniendo ya escrita una y estando escribiendo la otra, víspera de la partida de los peregrinos, le vienen a llamar de parte del provincial y del guardián porque había llegado; y el provincial le dice con buenas palabras cómo había sabido su buena intención de quedar en aquellos lugares santos; y que había bien pensado en la cosa; y que, por la experiencia que tenía de otros, juzgaba que no convenía. Porque muchos habían tenido aquel deseo, y uno había sido preso, otro muerto; y que después la religión quedaba obligada a rescatar los presos; y por tanto él se aparejase de ir el otro día con los peregrinos. El respondió a esto: que él tenía este propósito muy firme, y que juzgaba por ninguna cosa dejarlo de poner en obra; dando honestamente a entender que, aunque al provincial no le pareciese, si no fuese cosa que le obligase a pecado, que él no dejaría su propósito por ningún temor. A esto dijo el provincial que ellos tenían autoridad de la Sede apostólica para hacer ir de allí, o quedar allí, quien les pareciese, y para poder descomulgar a quien no les quisiese obedecer, y que en este caso ellos juzgaban que él no debía de quedar etc.
47. Y queriéndole mostrarle las bulas, por las cuales le podían descomulgar, él dijo que no era menester verlas; que él creía a sus Reverencias; y pues que así juzgaban con la autoridad que tenían, que él les obedecería. Y acabado esto, volviendo donde antes estaba, le vino grande deseo de tornar a visitar el monte Olivete antes que se partiese, ya que no era voluntad de nuestro Señor que él se quedase en aquellos santos lugares. En el monte Olivete está una piedra, de la cual subió nuestro Señor a los cielos, y se ven aún ahora las pisadas impresas; y esto era lo que él quería tornar a ver. Y así, sin decir ninguna cosa ni tomar guía (porque los que van sin Turco por guía corren grande peligro), se descabulló de los otros, y se fue solo al monte Olivete. Y no lo querían dejar entrar las guardas. Les dio un cuchillo de las escribanías que llevaba; y después de haber hecho su oración con harta consolación, le vino deseo de ir a Betfagé; y estando allá, se tornó a acordar que no había bien mirado en el monte Olivete a qué parte estaba el pie derecho, o a qué parte el izquierdo; y tornando allá creo que dio las tijeras a las guardas para que le dejasen entrar.
48. Cuando en el monasterio se supo que él era partido así sin guía, los frailes hicieron diligencias para buscarle; y así, descendiendo él del monte Olivete, topó con un cristiano de la cintura, que servía en el monasterio, el cual con un grande bastón y con muestra de grande enojo hacía señas de darle. Y llegando a él trabóle reciamente del brazo, y él se dejó fácilmente llevar. Mas el buen hombre nunca le desasió. Yendo por este camino así asido del cristiano de la cintura, tuvo de nuestro Señor grande consolación, que le parecía que vía Cristo sobre él siempre. Y esto, hasta que allegó al monasterio, duró siempre en grande abundancia.
Liturgia
          Israel era muy anciano (Gn 49,29-33 y 50,15-24) y dio instrucciones a sus hijos para el lugar de su sepultura, que quería que fuese la misma de sus antepasados: el campo y la cueva de Macpela.
          Muerto el padre, los hermanos de José recelan que ahora su hermano puede tomar represalias contra ellos y vienen a expresarle la voluntad de su padre de que el perdón de José permaneciera. José les tranquiliza y les hace caer en la cuenta de que todo ha entrado en los planes de Dios. Si los hermanos habían pretendido hacerle daño, Dios estaba detrás para dar vida a su pueblo. Por tanto no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos. Y los consoló hablándoles al corazón
          También José, ya muy anciano, les encarga a sus hermanos que no dejen sus huesos en Egipto.
          En el Evangelio (Mt 10,24-33) sigue Jesús dando instrucciones a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por unos céntimos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».

          Todo esto hay que leerlo meditando.

1 comentario:

  1. Jesús nos avisa de que el miedo es nuestro peor enemigo .Nos preocupamos por el futuro y dejamos de hacer el bien que está a nuestro alcance. A veces, condicionados por el qué dirán y porque no tenemos una fe profunda y un amor grande y confiado en Dios como en un Padre que nos cuida con amor paternal. No meditamos la Ley del Señor día y noche, como San Buenaventura que daba fruto a su tiempo.

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