jueves, 13 de julio de 2017

13 julio: Etapàs del viaje

Roma. Venecia
38. Tuvieron viento tan recio en popa, que llegaron desde Barcelona hasta Gaeta en cinco días con sus noches, aunque con harto temor de todos por la mucha tempestad.
39. Y llegados a una ciudad que estaba cerca, la hallaron cerrada; y no pudiendo entrar, pasaron aquella noche en una iglesia que allí estaba, llovida. A la mañana no les quisieron abrir la ciudad; y por de fuera no hallaban limosna, aunque fueron a un castillo que parecía cerca de allí, en el cual el pelegrino se halló flaco, así del trabajo de la mar, como de lo demás etc. Y no pudiendo más caminar, se quedó allí; y sabiendo que venía allí la señora de la tierra, se le puso delante, diciéndole que de sola flaqueza estaba enfermo; que le pedía le dejase entrar en la ciudad para buscar algún remedio. Ella lo concedió fácilmente. Y empezando a mendigar por la ciudad, halló muchos cuatrines, y rehaciéndose allí dos días, tornó a proseguir su camino, y llegó a Roma el domingo de ramos.
40. Donde todos los que le hablaban, sabiendo que no llevaba dineros para Jerusalén, le empezaron a disuadir la ida, afirmándole con muchas razones que era imposible hallar pasaje sin dineros; mas él tenía una grande certidumbre en su alma, que no podía dudar, sino que había de hallar modo para ir a Jerusalén. Y habiendo tomado la bendición del papa Adriano sexto, después se partió para Venecia.
41. Todavía por este camino hasta Venecia, por las guardas que eran de pestilencia, dormía por los pórticos. Caminando así llegó a Choza, y con algunos compañeros que se le habían ajuntado supo que no les dejarían entrar en Venecia; y los compañeros determinaron ir a Padua para tomar allí cédula de sanidad, y así partió él con ellos; mas no pudo caminar tanto, porque caminaban muy recio. Dejándole, cuasi noche, en un grande campo; en el cual estando, le apareció Cristo de la manera que le solía aparecer, como arriba hemos dicho, y lo confortó mucho. Y con esta consolación, el otro día a la mañana, sin contrahacer cédula, como (creo) habían hecho sus compañeros, llega a la puerta de Padua y entra, sin que las guardas le demanden nada.
42. Y llegados a Venecia vinieron las guardas a la barca para examinar a todos, uno por uno, cuantos había en ella; y a él solo dejaron. Manteníase en Venecia mendigando, y dormía en la plaza de San Marcos; y tenía una gran certidumbre en su alma, que Dios le había de dar modo para ir a Jerusalén, y ésta le confirmaba tanto, que ningunas razones y miedos que le ponían, le podían hacer dudar.
Liturgia
          Gn. 44,18-21. 23-29 y 45, 1-5. Sigue la historia de José. José era hermano de madre de Benjamín, los dos últimos hijos de Jacob (=Israel). Jacob quiere enviar de nuevo a sus hijos por víveres a Egipto, y Judá, el mayor de todos los hermanos, le hace saber a su padre que sólo pueden hacerlo llevando a Benjamín, condición que les impuso el virrey de Egipto.
          Todo esto se lo están contando a José cuando han llegado allá por segunda vez, y José ya no puede resistir más y hace salir a todos los cortesanos y rompe a llorar y se declara a sus hermanos: Yo soy José. Y haciendo que se acercaran, les muestra que no le queda ningún rencor, y que todo lo ocurrido ha sido un camino de Dios para salvación.
          Es la gran lección que sale de todo este tema, pues la historia completa demostraría la animadversión envidiosa de los hermanos hacia José, hasta el punto de pensar matarlo y, luego, a instancias de Rubén, dejarlo con vida. Y en plan de ganarse unas monedas, venderlo a unos comerciantes ismaelitas, que lo llevan a Egipto y lo venden allí. Y llega a ser el principal del reino, después del Faraón. Todas las malas artes de los hermanos se han cambiado en este encuentro en el que José es el que salva la situación angustiosa de su pueblo.
          Para cuantos se escandalizan del problema del mal, aquí hay una respuesta muy concreta de cómo el mal va revirtiendo en bien, al margen de la voluntad de los hombres.

          Mt 10,7-15, nos trae la misión apostólica a la que Jesús envía a los Doce para proclamar que el Reino de Dios está cerca. Y para mostrarlo, curan enfermos, resucitan muertos, limpian leprosos, echan demonios…, sin pedir nada a cambio, y yendo ellos en pobreza sin alforja, ni plata ni oro ni calderilla. Sin sandalias ni bastón. Diríamos que “a pecho descubierto” para mostrar que lo que traen no pide sino la paz. Llegan en paz, saludan con la paz, piden la paz. Y donde no haya paz, que no se queden: que se salgan y se vayan a otro lugar. El Reino de Dios es un reino de paz, y los apóstoles que lo anuncian, como precursores de Jesús, tienen que llevar en sus frentes el signo de la paz.

1 comentario:

  1. No es tarea fácil hacerse santo. Antes del Santo Concilio Vat. II. teníamos una idea de Dios diferente: lo temíamos más que lo amábamos.Cualquier cristiano conocía el cilicio, el ayuno,la abstinencia de todos los productos sabrosos al paladar y la limosna, aunque menos que ahora. Ahora, tenemos otra idea de Dios, porque lo conocemos, porque se nos ha mostrado en Cristo y sabemos cómo nos ama. Y, como nos ama como un Padre que es AMOR quiere recibir nuestro amor de hijos; sabe que no podemos amarle como Él; pero se feliz si le amamos como hijos. Y, no es necesario que pongamos en peligro nuestra salud con ayunos rigurosos.

    "Los cristianos son en el mundo como el alma es al cuerpo" Vivimos en el mundo porque Alguien nos ha puesto. No somo del mundo.Estamos en medio del mundo como levadura en la masa, sal de la tierra, luz del mundo...¡qué bien suena todo esto! Pero no es fácil; se nos pide que prediquemos con el ejemplo y que vivamos como unos peregrinos que no se averguenzan del Evangelio, como San Pablo.

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