miércoles, 26 de julio de 2017

26 julio: San Joaquín y Santa Ana

Estudios en París
82. Poco después vino San Remigio, que cae al principio de octubre, y entró a oír el curso de Artes bajo un Maestro llamado Mro. Juan Pena, y entró con propósito de conservar aquellos que habían propuesto servir al Señor, pero no seguir buscando otros, a fin de poder estudiar más cómodamente. Empezando a oír las lecciones del curso, comenzaron a venirle las mismas tentaciones que le habían venido cuando en Barcelona estudiaba gramática; y cada vez que oía la lección, no podía estar atento, con las muchas cosas espirituales que le ocurrían. Y viendo que de este modo hacía poco provecho en las letras, se fue a su maestro le prometió que no faltaría nunca de seguir todo el curso, mientras pudiese encontrar pan y agua para poder sustentarse. Y hecha esta promesa, todas aquellas devociones que le venían fuera de tiempo le dejaron, y prosiguió sus estudios tranquilamente.
En este tiempo conversaba con Mro. Pedro Fabro con Mro. Francisco Javier, los cuales después ganó para el servicio de Dios por medio de los Ejercicios. En aquel tiempo del curso no le perseguían como antes. Y a este propósito, una vez le dijo el doctor Frago que se maravillaba de que anduviese tan tranquilo, sin que nadie le molestase. Y él le respondió: -La cosa es porque yo no hablo con nadie de las cosas de Dios; pero, terminado el curso, volveremos a lo de siempre.
83. Y mientras los dos hablaban, se acercó un fraile para pedir al doctor Frago que le buscase una casa, porque en aquella donde él se hospedaba habían muerto muchos, y creía que de peste, porque entonces comenzaba la peste en París. El doctor Frago y el peregrino quisieron ir a ver la casa, y llevaron a una mujer que entendía mucho en esto, la cual, entrando en la casa, afirmó que era peste. El peregrino quiso entrar también, y encontrando un enfermo, lo consoló, tocándole en la mano la llaga; y después de haberle consolado y animado un poco, se fue solo; y la mano le empezó a doler, de modo que le pareció que tenía la peste. Y esta imaginación era tan vehemente, que no la podía vencer, hasta que con gran ímpetu se metió la mano en la boca, dándole muchas vueltas dentro, diciendo: -Si tú tienes la peste en la mano, la tendrás también en la boca. Y habiendo hecho esto, se le quitó la imaginación y el dolor en la mano.
84. Pero, cuando volvió al colegio de Santa Bárbara, donde entonces vivía y seguía el curso, los del colegio, que sabían que había estado en la casa apestada, huían de él, y no quisieron dejarle entrar; y así se vio obligado a vivir fuera algunos días.

Liturgia
          Aunque la “memoria” litúrgica de SAN JOAQUÍN y SANTA ANA tienen sus lecturas propias, voy a seguir con la lectura continuada, Ya ayer quedaba sin tratar el momento sublime del paso del mar Rojo (al prevalecer la liturgia de Santiago), pero no quiero pasarla por alto cuando ya hoy esa lectura nos muestra a la comunidad israelita caminando a la otra orilla del Mar Rojo, mientras los egipcios, con sus carros y jinetes se han hundido en las aguas. El mal, representado por el Faraón y su abundante ejército, ha quedado vencido por la acción de Dios, que ha conjugado diversas causas, De una parte, la estratagema de la columna de humo, puesta a retaguardia de los israelitas, que ha despistado a los egipcios, porque han creído que Israel estaba copado por el mar y que allí los iban a apresar. Pero mientras la columna de humo engañaba a los egipcios, los israelitas atravesaban el Mar Rojo en el momento de la marea baja, por un istmo que había en aquel lugar que Moisés señaló con su cayado.
          Pero en Ex 16,1-5.9-15 el pueblo empieza sus protestas contra Moisés porque no tiene pan ni carne, y ahora se acuerda de que en Egipto no le faltaba. Dios le envió el maná, aquella especie de escarcha que podían amasar y comer como pan, y a la caída de la tarde cayó sobre el campamento una bandada de codornices. Dios cuidaba de su pueblo, aunque era un pueblo duro y díscolo que se pasó la travesía del desierto protestando contra Moisés y contra Dios

          En Mt 13,1-9 tenemos la parábola del Sembrador, tan perfectamente conocida y que hace tan poco que la hemos tratado en un domingo. El problema que siempre presenta la comprensión de esta parábola es que induce a pensar en 4 clases de personas. Sin embargo debemos encontrar en esa parábola como 4 zonas que se dan en muchas personas, en nosotros, que teniendo buenas capacidades de dar fruto, sin embargo pierden muchas posibilidades por no tomarse las cosas en serio y dejar perder la enseñanza que Jesús (y los evangelios) le aportan, o porque van tan a lo superficial que no echan raíces, o se entremezclan con tantas otras preocupaciones o distracciones que acaban por perder el sentido de su obligación como cristianos. No quita que en algún aspecto cuaje la buena semilla. Pero la responsabilidad es lo mucho que se dejó perder cuando la semilla estaba destinada a dar el ciento por uno.

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