sábado, 4 de octubre de 2014

4 octubre

NUESTRA FELICITACIÓN en este día
a nuestro SANTO PADRE
EL PAPA FRANCISCO


TE BENDIGO, PADRE…
          El libro de Job llega a su final (42, 1-3, 5-6, 12-16). La ficción creada por el hagiógrafo (=su autor) tiene dos finales: uno el que pone Job; otro el que pone Dios. De parte de Job, un humillarse ante Dios, en alabanza a ese Dios que lo puede todo, y ante el que Job reconoce que ha hablado él sin saber las profundidades de Dios. Por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza.
          De parte de Dios, un torrente de beneficios sobre Job. Con una exaltación de la “felicidad”, Job viene a tener de nuevo tanto o más de lo que perdió. Su tesoro son muchos hijos, muchos ganados, muchos bienes… Aún el autor del libro no puede barruntar una vida eterna, una felicidad sobrenatural, y acaba encontrando la remuneración en bienes naturales. No sufrió en balde Job. No fueron los males un castigo. No fue Dios un maléfico dueño que maltrata o se queda igual ante el maltrato de un hijo suyo. Dios ha salido por encima del mal y se ha mostrado como quien es: EL DADOR DE LOS BIENES.

          En el Evangelio (Lc 10, 17-24) Jesús concluye también en una explosión de gozo, bendiciendo el nombre de Dios porque sus misterios se los abre y pone de manifiesto a la gente de corazón sencillo. ¡Así lo quiso y así lo hizo! Y Jesús prorrumpe en acción de gracias. Y promete darlo a conocer así… Dichosos aquellos discípulos que lo ven desde su sencillez…, y porque ya viven el tiempo pleno de ese encuentro. Hubieran querido verlo los profetas y los reyes, y no lo vieron. Pero vosotros lo veis y lo oís, y sois más dichosos que aquellos grandes personajes.
          ¿Y qué es lo que a Jesús le ha llevado a esta explosión de gozo? ¡Que ve a Satanás caer fulminado como un rayo! Que Satanás no tiene dominio alguno. Que sólo cae bajo las fauces del león atado en que se mete voluntariamente en “su territorio”. Que, por lo demás, Satanás ha caído y Jesús lo ve caer… Y los discípulos lo han echado de los cuerpos de los posesos… Pero siendo todo esto tan grande, el gozo indecible es QUE VUESTRIOS NOMBRES ESTÁN ESCRITOS EN EL CIELO.
          Por eso soy tan reacio a admitir la coartada de tantos que vienen a presentarse pecadores “porque el demonio los tentó”. ¿No será más bien que ellos se metieron en sus fauces? Porque el león rugiente, pero atado, no puede hacer daño. Porque nadie peca SI NO QUIERE. Porque es hora de que acentuemos mucho más la fuerza de la Gracia de Dios y que nuestros nombres están escritos en el Cielo, y celebremos con Jesús el gran triunfo de Jesús que ha fulminado a Satanás. En la fuerza Cristo, en el valor infinito de su Sangre derramada por vosotros y por todos para el perdón de los pecados, que derrocó el poder de Satanás.
          Entonces ¿ya no tiene poder Satanás? –Sí. En aquellos que dan culto a Satanás, en los que se meten neciamente en sus fauces. En los que han hecho pacto con los espacios donde se mueve el demonio: los postulados del mundo, del placer, del egoísmo, del dinero, del orgullo que ha desplazado a Dios, del hombre endiosado. Del necio voluntariamente culpable. Del que yendo en el AVE directo y sin paradas con destino a la Estación Término (de Dios), es tan loco que se tira en marcha por medio del trayecto.

          Pero Satanás no tiene fuerza para “coger por descuido”, para hacer caer contra la voluntad decidida del amigo de Dios. Para morder al que se mantiene a distancia. Para arrebatar de los brazos de Jesús a la oveja que Él lleva en sus brazos.

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