jueves, 23 de octubre de 2014

23 octubre: He venido a traer fuego a la tierra

Lo inconmensurable
          Sigue la carta a los efesios (3, 14-21) en la misma sublimidad de días anteriores. Dobla Pablo las rodillas –signo de profunda adoración- ante el Padre Dios, autor de toda la creación, y le pide que, de los tesoros de su gloria, conceda a sus fieles de Éfeso robustecerlos en lo más profundo de su ser. Y que Cristo habite en sus corazones desde la fe, y que todo se edifique desde el amor. ¿Qué amor? El amor inconmensurable de Cristo, que no tiene límites en lo largo, ancho, alto y profundo… Algo que trasciende toda filosofía o planteamiento humano. Algo que se concreta y proyecta en el amor cristiano. Desde ahí se tiene que entender el calibre del verdadero amor entre los creyentes en Cristo. Y así llegaréis a la plenitud según la plenitud total de Dios. ¡A Él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús!
            Ese texto que expresa las “medidas” sin cifra de limite, se han aplicado en un tiempo de la historia de la Iglesia al amor que se expresa en el Corazón de Cristo. Ahí encaja el Salmo: La misericordia de Dios llena la tierra.

          El Evangelio –Lc 12, 49-53- sería también conectado de modo singular con esa lectura anterior: Expresa Jesús que Él ha venido a traer fuego a la tierra, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo! Que Él tiene que pasar por un bautismo –es su propia muerte- y tiene ansias y angustia hasta que se realice. Las ansias son propias del amor que se vuelve impaciente cuando sabe que de tal “bautismo” depende la manifestación de ese amor sin fronteras. Y “angustia” porque a nadie le es gozoso estar enfrentando a una muerte que ya a ser producto de una lucha.
          Es que Jesús se declara autor de esa lucha que no facilita la tranquilidad y la pasividad. Se ha de tomar postura ante una contienda: con Él o contra Él. Y eso no es poner paños calientes sino invitar a una “guerra”, a una “división”. Víctima de ella Él es el primero en ese “bautismo” que le causa angustia. Pero tras de Él toman posturas los demás. Y dentro de una misma casa, unos la toman por un bando y otro por el otro… Y así se acaba produciendo esa “guerra” real entre madre e hija, suegra y nuera, hijos y padre…: unos a favor de Jesús; otros en contra; unos que quieren vivir tranquilos y otros que saben que en esta guerra no vale ser neutral, y que el creyente tiene que adoptar postura.
          Todo esto nos resulta tan raro cuando lo dice Jesús, cuando se lee en el evangelio. Y nos olvidamos de echar la mirada en derredor, en nuestra misma familia, para advertir que esa lucha se está dando y que hay muchas familias desgraciadas por las opuestas posturas en el campo de la fe y la vivencia religiosa. [Y malo será si se vuelve todo tan light que ni siquiera se produce tal lucha, porque acabamos todos “acomodados” a que “todo da igual”

          Quien quiera permanecer al lado de Cristo sabe que Él ha traído fuego  y que su fuego tiene que emprender y que hacer arder. Lo más penoso está cuando nadie se resienta porque la fe se ha desvaído y se puede vivir “creyente” y simultáneamente dormido sin afrontar la situación…; ¡sin que ni siquiera duela!

2 comentarios:

  1. El aletargamiento es un gran peligro que acecha en muchas partes de nuestra Iglesia. Estar como dormidos. Es una especie de aburrimiento, de ganas de no complicarse la vida defendiendo y viviendo la fe hacia afuera, cediendo posiciones ante los que la atacan, viviendo sólo una "vida religiosa" consistente en "cumplir" una serie de normas y costumbres, rezos, y haciendo alguna obra de caridad para tranquilizar la conciencia. Es un error esta postura. Una cobardía. Una dejación de la responsabilidad de cristianos. Una adulteración de la misión original que fue encomendada a la Iglesia.

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  2. CiudadAna4:20 p. m.

    Muy clara su meditación sobre el Evangelio de hoy.La situación que atraviesa hoy la Iglesia y el mundo es alarmante.Pero pienso que todo tiene mejoras.No quiero caer en el pesimismo.Somos un grano de arena en medio del desierto
    El fuego que Jesús trae a la tierra es El mismo.AMOR.Si cada uno de nosotros fuésemos una pequeña ascua encendida po Dios en el amor,se propagaría necesariamente a cualquier parte de la tierra, luego Dios,la Providencia,distribuiría estas almas-llamas dode crea oportuno,a fin de que en muchos lugares de mundo sea restaurado el amor de Dios y vuelva a renacer la esperanza
    No basta con darnos cuenta de la situación de nuestra Iglesia,lo importante es tener o poner soluciones.

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