domingo, 5 de octubre de 2014

5 octubre: EN DIRECTO

LA VIÑA DEL SEÑOR
          Es un dicho más que habitual referirse a la realidad de la vida, con sus hechos buenos y sus padecimientos, como las cosas que ocurren en la viña del Señor.
          Tampoco es un dicho “moderno”, ni inventado ahora, ni meramente teórico. La concepción de la historia como “hechos en la viña del Señor” viene de muy antiguo. Un israelita no sólo es que la dice sino que la vive. Todo israelita poseía una viña, por pequeña que fuera. Una viña y una higuera plantada en ella eran el símbolo de la felicidad de una familia.
          Isaías describe al pueblo de Dios como la viña que el Señor plantó. A la que quitó las piedras que dañaban el sembrado, la abonó, le puso una cerca para que no entraran las alimañas ni los enemigos, y puso en medio la casa del guarda, en alto, como atalaya vigilante para asegurar el buen desarrollo de aquella “propiedad de Dios”.
          Jesús utiliza esa imagen tan conocida. Hablaba a los sumos sacerdotes y los senadores (“ancianos sanedritas”) perfectos conocedores de ese texto de Isaías que estaba reproduciendo Jesús. Y Jesús “monta un cuento” dramático sobre aquella Viña, que se lo beben los oyentes como una emocionante descripción.
          Cuenta Jesús que el dueño de aquella viña se ausenta de ella, después de haberla arrendado a unos labradores, que se beneficiarían de sus frutos y pagarían un alquiler por el arrendamiento. Pero luego ellos se olvidan de pagar y el dueño tiene que enviar unos criados para recibir el tanto que corresponde a su amo. Los labradores -que en realidad se han apropiado la viña y no piensan rendir cuentas- maltaratan a los criados y los echan sin pagarles.
          El dueño es persona buena a más no poder y se limita a enviar nuevos criados para obtener su parte en las obras. (los oyentes están cada vez más metidos en la historieta y están deseando saber qué final tiene aquella viña…) Jesús les cuenta que los labradores apalearon y aun mataron a los criados. Por tanto no sólo no pagan sino que su actitud es claramente hostil.
          Y el dueño opta por lo más: enviará a su propio hijo, porque le parece obvio que al hijo lo respetarán. Pero los labradores piensan que el amo no tiene más herederos. Por tanto, si matan al hijo, ellos se quedan dueños y señores de la viña. Y dicho y hecho, cuando ven venir al hijo del amo lo sacan afuera, le maltratan y llegan hasta matarlo fuera de la viña.
          Aquellos sacerdotes y ancianos están en ascuas. Ellos, aferrados a la ley del talión están ya subidos de tono en su juicio sobre esos arrendatarios… Y Jesús interrumpe los pensamientos de aquellos oyentes con una pregunta: ¿Qué pensáis que hará con ellos el dueño? No se hace esperar la indignada respuesta de los oyentes: Hará morir de mala muerte a esos labradores malvados y arrendará su viña a otros que sean dignos.
          ¡Habían dado su propia sentencia! Absorbidos por el relato tan vivo de Jesús, han reaccionado “al natural”. Y Jesús ahora les hace caer en la cuenta de que “esos malvados labradores” eran ellos mismos…; que la piedra que ellos desecharon viene a ser la piedra angular. Por eso se os quitará la viña y se la entregarán a otros que den sus frutos.

          Nos ha contado hoy Jesús a nosotros nuestra personal historia. La Eucaristía pone vida al relato vivo de la parábola. Quiere hoy hacernos reflexionar en cabeza ajena, y que cuando en la Comunión Jesús sea quien hable dentro de nosotros, seamos muy sinceros en aplicar “la sentencia”. No tanto sentencia condenatoria sino transformadora, porque lo que Jesús cuenta no lo hace para condenar sino para salvar. Hemos de dejarnos interrogar interiormente porque en esta viña del Señor se nos piden cuentas con las que corresponder a lo mucho y bueno que hemos recibido.

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