jueves, 9 de octubre de 2014

9 octubre: PEDID, LLAMAD...

Dos temas que se entecruzan
San Pablo ha dedicado dos capítulos de su carta a los gálatas para presentar “sus credenciales”, desde sus títulos para llevar el Evangelio de Jesucristo porque así lo ha dispuesto la llamada de Dios, hasta exponer su propia historia, que le acredita como apóstol y enviado, no por méritos propios sino porque así ha sido la designación de los propios apóstoles, “los más representativos” de la nueva doctrina y vida que él ha enseñado.
De hecho los fieles de Galacia habían aceptado la fe que Pablo les trasmitió y vivían en ella- Pero un día se presentan unos partidarios de la circuncisión y de la ley judía y los gálatas se dejan  llevar por ello.
Aquí entra el capítulo 3. Y Pablo da un zangarreo a aquellos insensatos gálatas… ¿Quién os ha embrujado? ¡Y pensar que ante vuestros ojos os presenté la figura de Jesucristo en la cruz! Quiere Pablo que se planteen y respondan a la pregunta: ¿Recibisteis el Espíritu Santo por cumplir las leyes o porque respondisteis a la fe en Cristo? ¿Tan estúpidos sois? No vais a encontrar a Cristo por seguir las leyes judías sino por la Gracia de Dios (gratuita), que os ha regalado la fe.
El tema se quedaría en “la historia” si no fuera por ese pulular de “leyes” que existen hoy en el pueblo cristiano, pendiente de detalles tan nimios, mientras dejan a un lado aspectos fundamentales. La devoción a los santos es una práctica de la Iglesia: que los que andamos aún en la lucha pidamos la protección de los que ya triunfaron y están junto a Dios. Pero de ahí a todo ese bosque de “prácticas” tan fuera de lugar como el mercadeo con los santos, con unas determinadas condiciones para ser escuchados, con unas imposiciones que cumplir de tipo totalmente material (alguna vez tan falto de delicadeza y  respeto, y hasta grosero), hay un abismo. Que haya cruzadas de “fieles” para combatir la Comunión en la mano, o para “recoger partículas” de las Sagradas Formas, o pretender volver a la Comunión de rodillas…, y tantísimas cosas más que aparecen en panfletos “salvadores”, nos lleva a ver que aquellos “insensatos gálatas” no son tan lejanos ni tan extraños. ¿De dónde nos llega la Gracia? ¿De nosotros mismos, de nuestras personales devociones y prácticas (por otra parte contradiciendo las orientaciones del magisterio eclesial), o por pura Gracia adquirida por los méritos de Jesucristo en la cruz? Verdaderamente, ¿quién ha embrujado?

En Evangelio de hoy (Lc 11, 5-13) viene a decirnos lo mimo que luego predicó Pablo a los fieles de Galacia. Lo que Jesús pone por delante es la petición de Gracia y de gracias que se hace desde el corazón de la persona al Corazón de Dios. Y no un petición que se resuelve de una vez, sino como el niño que vive colgado de sus padres y pide y pide e importuna pidiendo. Ya en las coas humanas esa importunidad acaba dando frutos, porque lo que no se quiere atender por bondad del corazón, se acaba atendiendo por l importunidad.
Jesús nos enseña a ser “importunos” con Dios. Y no es porque Dios no tenga corazón sino porque nosotros necesitamos tenerlo. Más de una vez pedimos por vicio, pedimos sin saber lo que pedimos, pedimos sin valorar los resultados de una petición, Y Dios quiere “la importunidad” de peticionario para que ese mismo sujeto sea capaz de valorar, purificar, cambiar, afinar o retirar su petición…, porque hay ocasiones en que lo que se pide no debe pedirse, o no se han calibrado las consecuencias de lo que se pide.
Por eso, pedid, buscad, llamad…, que Dios está siendo el filtro de todo eso para acabar dando, respondiendo… Eso si: puede que no es exactamente lo que se pidió, porque muchas veces no sabemos lo que pedimos. Lo que sí es evidente es que Dios dará ESPÍRITU SANTO a los que le piden. Dios dará SU GRACIA. Dios ha transformado nuestra importunidad (a veces esos intentos de manipulación de lo divino a favor nuestro) en algo muy importante: EL DON DE DIOS, el Espíritu Santo, la fe… Ni será un Dios castigador que dé una piedra al hijo que le pide pan, ni un dios torturador que dé una serpiente a quien le pide pescado. Y es que muchas veces la insensatez humana, en su importunidad, pide la serpiente creyendo que es un pescado. Dios dará cosas buenas Y una de ellas es la propia purificación del corazón del que pide-

¡Cuánta paz gozaríamos si fuéramos sensatos y nos dejáramos abarcar por la generosidad de la Gracia de Dios…, por el Corazón de un Padre!

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