martes, 5 de septiembre de 2017

5 sptbre.: ¿Qué tiene esa Palabra?

Liturgia
          Ayer escribía San Pablo a los tesalonicenses, explicándoles la suerte de los difuntos: sencillamente siguen los pasos de Cristo los que mueren en el Señor. Y los pasos son consecutivos: muerte y resurrección. Hoy explica (1, 5,1-6.9-11) cómo es muerte “en el Señor”. Una muerte que se ha preparado en vida. Una vida que ha ido preparando la muerte. Porque hay que vivir bien dispuestos desde cada momento, porque el día que llega la muerte es como la llegada del ladrón que aprovecha el descuido y se presenta sin avisar. No vivamos en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón; sois hijos de la luz, hijos del día; no de la noche ni de las tinieblas. Por eso estemos vigilantes y vivamos sobriamente, porque Dios nos ha destinado a obtener la salvación, por medio de Jesucristo. Por eso animaos y ayudaos unos a otros a crecer.
          El evangelio (Lc 4,31-37) es continuación del de ayer, y el reverso del de ayer. Nazaret no acogió a Jesús. Lo persiguió y hasta tuvo intención de despeñarlo. Jesús no pudo hacer milagros en su patria chica.
          Casi “a un tiro de piedra”, Cafarnaúm. Otra vez en una sinagoga. Jesús enseña y es acogido. Reconoce la gente que tienen autoridad sus palabras. Que no se limita a repetir como los doctores de la ley. Que dice cosas nuevas y cosas enjundiosas.
          Estaba allí agazapado un poseso que ante la fuerza de la palabra de Jesús, rompe a gritos queriendo poseer también a Jesús: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Sabía bien el demonio por dónde herir más a Jesús: identificándolo. Por eso la primera orden que le da Jesús es: ¡Calla!, cierra la boca. Pero no es sólo eso. Ahora viene la segunda parte, de enorme fuerza: Sal de él. Era el poder y la autoridad de Jesús que se imponía al demonio. El demonio en una desesperada salida tira por tierra al hombre en medio de la gente, aunque sin poder hacerle daño, y sale de él.
          Y la gente se queda admirada y comentaban todos estupefactos: ¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen. Y aquella noticia se expande por la ciudad y por la comarca. Imagino cómo la recibieron en Nazaret, donde habían perdido la oportunidad.
          La pregunta que se hicieron aquellas gentes no debe quedarse leída sin más. Nos la tenemos que hacer. Tenemos que sentir los ecos de esa pregunta: ¿Qué tiene su palabra? Porque nos es muy útil dejarla resonar en nuestro interior. La Palabra llega a nosotros y está abierta a ser “oída” por el mundo entero. Otra cosa es que se le haga oídos o que se le silencie o se le hagan oídos sordos. Pero la Palabra, esa Palabra, sigue resonando y está ahí a la mano para todo el que la quiere escuchar.
          Esa Palabra hizo de hombres toscos e ineptos y acobardados, apóstoles que llevaron la Palabra al mundo entero. Y esa palabra sigue resonando y es como una catarata que no se puede detener…, un tsunamis benefactor que invade el mundo y lo envuelve para su felicidad. Una Palabra que ha llevado a morir en defensa de la fe, de Cristo, de esa misma Palabra como Palabra de la verdad.
          Una palabra que ha ganado a cientos de miles de personas que se tomaron la Palabra como su género de vida, frente a todos los atractivos del mundo, y todos los ofrecimientos de placeres y gozos inmediatos.
          Una palabra que sostiene el edificio de la Iglesia, que siendo constituida por hombres, con todas nuestras deficiencias y fracasos, sin embargo permanece y da frutos de santidad, heroísmos actuales, y el valor para la lucha diaria, esa lucha sorda que no sale en los periódicos, pero que libran miles y miles de almas en el mundo entero.
          Esa Palabra que –tampoco sale en las noticias- pero que mantiene en pie a tantos cristianos perseguidos y mártires de nuestros tiempos (actualmente en tierras africanas), que siguen manteniéndose erguidos aunque las fuerzas infernales les obliguen contra su voluntad a doblar la rodilla, pero no el alma.
          ¿Qué tiene esa palabra que da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos y le obedecen?

          Sea realidad en nosotros la fuerza de LA PALABRA, el poder de Jesucristo, para cambiar en nosotros las rémoras de nuestro YO y de nuestras apetencias, y nos ponga en pie ante el mundo que intenta doblegarnos y vencernos con sus engaños y medias verdades, ante las que tantos y tantos han sucumbido.

1 comentario:

  1. ¿Qué tiene esa Palabra que hasta el mar le obedece? Jesús imparte su Doctrina con poder y fuerza divina. Cuando meditamos el Evangelio de cada día, es Él mismo el que nos habla, el que nos enseña y el que nos anima. En algunas ocasiones no es bien acogida la Palabra, como en Nazaret que, sus vecinos, querían despeñarlo. El Evangelio de hoy nos demuestra que en Cafarnaún la gracia de Dios es mucho más fuerte, la gente tiene mucha fe, conoce a Jesús; han visto algunos milagros y no se inventan interpretaciones mágicas de la realidad. El Demonio procurará pasar inadvertido, si no saben que existe, él podrá moverse a sus anchas. Nosotros, unidos a Jesús, siempre podremos salir ganando.

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