lunes, 11 de septiembre de 2017

11 septbre.: El pecado de omisión

Liturgia
                      Hoy tiene una riqueza la 1ª lectura, de la carta de Pablo a los colosenses (1,24-2,3). Podemos dividirla en tres apartados: el  primero, en el que Pablo afirma que completa en su cuerpo los dolores de Cristo, que son los dolores de su Iglesia. Cristo ya padeció y cargó con todos los sufrimientos de su Pasión. Pero esos dolores no se han acabado en Cristo. La Iglesia, en sus miembros perseguidos, maltratados o sufrientes, sigue padeciendo en el momento actual. Pablo completa su parte. A cada uno de nosotros nos toca que completar la nuestra. Y entonces los padecimientos del tiempo presente no son simplemente sufrimientos ante los que no cabe más que resignarse, sino que son dolores unidos al dolor de Cristo, y por tanto con todo el valor redentor que tienen los sufrimientos de Jesucristo. Todo esto es el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos, y que ahora lo ha revelado.
          El segundo punto es el conocimiento de la gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles. No son sólo los judíos los que encuentran y se benefician del misterio de Dios en Cristo, sino que también queda abierto para los no judíos, que pueden vivir ya la esperanza de la gloria. Pablo se alegra de ser mensajero de los gentiles, a los que anuncia la sabiduría de Cristo.
          Y finalmente, el punto tercero de esta lectura, es la lucha denodada que mantiene el propio Pablo por dar a conocer ese misterio. Busco que tengan ánimos y estén compactos en el amor mutuo, para conseguir la plena convicción que da el comprender y captar el misterio de Dios. Ese misterio que es Cristo, en quien están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.

          El evangelio de Lucas nos trae el caso del hombre de la mano paralizada (6,6-11), un caso más de litigio con los fariseos por actuar en sábado, si bien es verdad que aquí no hubo ninguna acción que pudiera llevar consigo un “trabajo”, No se nos dice que Jesús fuera quien estaba explicando aquel día en la sinagoga, Lo cierto es que Jesús, como buen judío, estaba allí, Y también estaba un hombre con una brazo paralítico. Los demás lo veían y podían compadecerse pero no podían hacer más. Jesús observa y sabe que puede hacer y que aquel hombre deje de sufrir las consecuencias de aquella parálisis. Y lo llama y lo pone en medio de la sinagoga. Y cuando tiene al hombre en donde todos pueden comprobar su limitación, pregunta Jesús si es lícito en sábado hacer el bien o dejar de hacerlo, salvar a uno o dejarlo morir. Y pasea su mirada por toda la sinagoga, sin que nadie intervenga. Evidentemente había muchos que estaban de parte de la curación de aquel hombre, pero nadie se atrevía a dar la cara por el temor a los dirigentes religiosos fariseos que podrían excluirlos de la sinagoga.
          Entonces Jesús toma la iniciativa y le dice el hombre: Extiende el brazo. En ello no había ninguna acción prohibida: ni Jesús había hecho un trabajo ni extender el brazo suponía un trabajo o una acción distinta de la que estaban haciendo instintivamente todos los demás. Pero el hecho de ser una curación en sábado pone en ascuas a los fariseos, tan proclives a atacar a Jesús sea como sea.
          Y la consecuencia de aquello es la reunión que hacen los fariseos para plantearse qué deben hacer con Jesús. No pueden negar que Jesús ha hecho una buena obra. No pueden acusarlo de haber trabajado. No tienen más fundamento que su aversión y que Jesús repetía sus obras buenas sin que se lo impidiera el descanso sabático.
          Tiene Jesús, por otra parte, su empeño en mostrar que el sábado no es la materialidad en la que lo han encorsetado los fariseos, y que el sábado es un día dedicado a Dios y, por consiguiente, se pueden hacer las obras de Dios. Y la obra de Dios es hacer el bien al prójimo, y eso vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Quiere Jesús dejar constancia de que el Hijo del hombre es señor del sábado, y que las normativas añadidas por los fariseos no pueden impedir que Jesús actúe como salvador y liberador del mal. Y dado que el pensamiento judío era que el mal físico era consecuencia del pecado (mal moral), más empeño tenía Jesús en mostrarse el salvador que estaba anunciado de antiguo, en la lucha de Dios contra el pecado.

          No actuar cuando se puede actuar, sería un pecado de omisión. Y Jesús no deja de hacer el bien que tiene en su mano poder hacer. De ahí la pregunta: “¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal (=dejar de hacer el bien)?

1 comentario:

  1. Hace un par de días Jesús dijo que el sábado era un día de descanso para las mamos y para la mente; hoy los fariseos no pueden acusarlo porque la Ley no prohibe hablar con el hermano y hacerle una corrección fraterna si hace falta. Lo que verdaderamente inquietaba a los fariseos era el saber si los sábados, necesariamente se tenía que hacer el bien o dejar de hacerlo. Ellos y nosotros conocemos bien la respuesta: Si pasamos ante un hermano nuestro que está pasando una necesidad y no lo socorremos, cometemos un pecado de omisión que puede sermá o menos grave.

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