Liturgia
Hoy tenemos dos lecturas riquísimas de contenidos. Gn1, 20
a 2, 4, continúa narrando la creación que sale de las manos de Dios. En esa
descripción sigue resonando el estribillo comenzado ayer: Y vio Dios que era bueno, que resalta cómo todo salió bueno de las
manos de Dios.
Pero hoy desemboca en la creación del hombre. Cambia el
lenguaje. Ahora no son imperativos: Produzcan
los árboles…, pululen los animales, haya lumbreras en el cielo… Ahora hay
un lenguaje personal: Hagamos al hombre… Y en esa obra,
Dios va a plasmar su imagen: a imagen de
Dios los creó hombre y mujer…, una imagen que se da en el carácter
espiritual: el ser humano con inteligencia, voluntad y capacidad de amor. Y
cuando Dios ha plasmado al hombre y la mujer, se emociona y ve que está muy bien hecho. Dios ha orientado
toda la creación a esta criatura distinta que es el hombre y la mujer, que
tendrán toda la creación a su servicio: plantas, animales, mares y sol… Dios ha
puesto en esa obra suya el cariño y delicadeza de una madre que prepara la
llegada de un hijo y le tiene su ilusión en que tenga ya hecha la cuna de amor
donde depositarlo.
Y una tercera enseñanza: el séptimo día Dios “descansa de
sus tareas”. Y pide al hombre que dedique un séptimo día de su semana a
descansar y a dar a ese día un sentido religioso, por el que el hombre pueda
dedicar más tiempo a Dios. Los hebreos consagrarán el sábado, y los cristianos
reservamos el domingo, recordando y honrando la resurrección del Señor Jesús.
Lo que habría que revisar es si al domingo se le ha dejado la sola nota
especial de la Misa dominical (cuando se le deja…) y si ese día hay un tiempo
más sosegado y tranquilo para honrar a Dios. O si esta segunda parte se ha
esfumado entre otras dedicaciones a las que reservamos el domingo. El Génesis
ya expresaba que Dios consagró el día
séptimo, y sería un punto de revisión para todos nosotros.
El evangelio de hoy (Mc 7, 1-13) es también muy rico en
enseñanza. Una cosa eran las abluciones rituales que eran una medida de higiene
que había prescrito Moisés, y consistían en un lavatorio de manos antes de
ponerse a comer. Y otra cosa era en lo que lo habían convertido los fariseos:
un ritual religioso exagerado, en el que ya no bastaba la ablución normal sino
con unas condiciones de lavar hasta el
codo, restregando bien…, y añadiéndole el lavado de platos, jarras, ollas…
Como típico farisaico, era ya llevar las prácticas a lo exagerado y angustioso.
Y según esa concepción llaman la atención a Jesús de que sus discípulos comen con manos impuras porque no siguen esas abluciones.
Jesús les contrarresta con algo mucho más esencial que, sin
embargo ellos se saltan. El cuarto mandamiento de la ley de Dios manda el
honrar y atender a los padres. Los fariseos han inventado una “excepción”:
declarar consagrados al templo los bienes que tiene el hijo, y con ello eludir
la atención a sus padres. Y Jesús se lo pone delante: ¡Eso sí que es impuro!: anuláis el mandamiento de Dios por seguir
vuestras tradiciones… Bien profetizó
Isaías que este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de
mí; el culto que me dan es un culto vacío.
Es para pensar. Y para revisar. Porque es fácil embarcarse
en piedades y prácticas sin substancia y dejar a un lado el verdadero culto a
Dios. Eso hace proliferar formas externas de devoción, mientras que quedan sin
eficacia las verdaderas llamadas interiores y que deben constreñir el modo de
vivir de la persona. Muchas velas y muchas flores, muchas fotocopias y muchas
expresiones externas de la piedad, podrán tener un valor cuando simultáneamente
van acompañadas de una vida comprometida en la relación con el prójimo y en la
vida sacramental. Cuando se quedan en esas “apariciones” y “revelaciones” que
no cogen por dentro a la persona sino que quedan en la hojarasca de la emoción
sentimental, están más en la línea del pueblo que honra con los labios pero no
implica el corazón en la relación con Dios y en el servicio del prójimo.
Por todo esto que nos deja este día la liturgia es por lo
que he dicho que era un día para reflexión más que para información. Cierto que
la Palabra de Dios siempre tiene algo que decirnos y que la fe y la finura del
alma de cada uno debe saber buscar en cada momento ese secreto íntimo que
aporta la Palabra de Dios. Pero hay días como hoy en el que esa Palabra se hace
más elocuente, no sólo por lo que dice sino por lo que pide de profundización
personal. Para eso está la verdadera oracion.
Entrad, postrémonos por tierra para bendecir al Señor, Creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios.( Canto de entrada).
ResponderEliminarJesús no va contra los grupos religiosos de su tiempo; pero los fariseos son insoportables: En vez de amar a Dios con toda su alma, se aman a sí mismos; han reducido su relación a una lista interminable de preceptos...Ellos prefieren no acercarse mucho a Dios; ellos lo ven como un Dios temible e inalcanzable. También nosotros cuando no lo invitamos a comer en nuestra mesa y cuando Dios no nos parte el pan, estamos adorando a un dios que no es nuestro Creador, no es el de Jesucristo...