martes, 7 de febrero de 2017

7 febrero: El culto del corazón

Liturgia
          Hoy tenemos dos lecturas riquísimas de contenidos. Gn1, 20 a 2, 4, continúa narrando la creación que sale de las manos de Dios. En esa descripción sigue resonando el estribillo comenzado ayer: Y vio Dios que era bueno, que resalta cómo todo salió bueno de las manos de Dios.
          Pero hoy desemboca en la creación del hombre. Cambia el lenguaje. Ahora no son imperativos: Produzcan los árboles…, pululen los animales, haya lumbreras en el cielo… Ahora hay un lenguaje personal: Hagamos al hombre… Y en esa obra, Dios va a plasmar su imagen: a imagen de Dios los creó hombre y mujer…, una imagen que se da en el carácter espiritual: el ser humano con inteligencia, voluntad y capacidad de amor. Y cuando Dios ha plasmado al hombre y la mujer, se emociona y ve que está muy bien hecho. Dios ha orientado toda la creación a esta criatura distinta que es el hombre y la mujer, que tendrán toda la creación a su servicio: plantas, animales, mares y sol… Dios ha puesto en esa obra suya el cariño y delicadeza de una madre que prepara la llegada de un hijo y le tiene su ilusión en que tenga ya hecha la cuna de amor donde depositarlo.
          Y una tercera enseñanza: el séptimo día Dios “descansa de sus tareas”. Y pide al hombre que dedique un séptimo día de su semana a descansar y a dar a ese día un sentido religioso, por el que el hombre pueda dedicar más tiempo a Dios. Los hebreos consagrarán el sábado, y los cristianos reservamos el domingo, recordando y honrando la resurrección del Señor Jesús. Lo que habría que revisar es si al domingo se le ha dejado la sola nota especial de la Misa dominical (cuando se le deja…) y si ese día hay un tiempo más sosegado y tranquilo para honrar a Dios. O si esta segunda parte se ha esfumado entre otras dedicaciones a las que reservamos el domingo. El Génesis ya expresaba que Dios consagró el día séptimo, y sería un punto de revisión para todos nosotros.
          El evangelio de hoy (Mc 7, 1-13) es también muy rico en enseñanza. Una cosa eran las abluciones rituales que eran una medida de higiene que había prescrito Moisés, y consistían en un lavatorio de manos antes de ponerse a comer. Y otra cosa era en lo que lo habían convertido los fariseos: un ritual religioso exagerado, en el que ya no bastaba la ablución normal sino con unas condiciones de lavar hasta el codo, restregando bien…, y añadiéndole el lavado de platos, jarras, ollas… Como típico farisaico, era ya llevar las prácticas a lo exagerado y angustioso. Y según esa concepción llaman la atención a Jesús de que sus discípulos comen con manos impuras porque no siguen esas abluciones.
          Jesús les contrarresta con algo mucho más esencial que, sin embargo ellos se saltan. El cuarto mandamiento de la ley de Dios manda el honrar y atender a los padres. Los fariseos han inventado una “excepción”: declarar consagrados al templo los bienes que tiene el hijo, y con ello eludir la atención a sus padres. Y Jesús se lo pone delante: ¡Eso sí que es impuro!: anuláis el mandamiento de Dios por seguir vuestras tradicionesBien profetizó Isaías que este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí; el culto que me dan es un culto vacío.
          Es para pensar. Y para revisar. Porque es fácil embarcarse en piedades y prácticas sin substancia y dejar a un lado el verdadero culto a Dios. Eso hace proliferar formas externas de devoción, mientras que quedan sin eficacia las verdaderas llamadas interiores y que deben constreñir el modo de vivir de la persona. Muchas velas y muchas flores, muchas fotocopias y muchas expresiones externas de la piedad, podrán tener un valor cuando simultáneamente van acompañadas de una vida comprometida en la relación con el prójimo y en la vida sacramental. Cuando se quedan en esas “apariciones” y “revelaciones” que no cogen por dentro a la persona sino que quedan en la hojarasca de la emoción sentimental, están más en la línea del pueblo que honra con los labios pero no implica el corazón en la relación con Dios y en el servicio del prójimo.


          Por todo esto que nos deja este día la liturgia es por lo que he dicho que era un día para reflexión más que para información. Cierto que la Palabra de Dios siempre tiene algo que decirnos y que la fe y la finura del alma de cada uno debe saber buscar en cada momento ese secreto íntimo que aporta la Palabra de Dios. Pero hay días como hoy en el que esa Palabra se hace más elocuente, no sólo por lo que dice sino por lo que pide de profundización personal. Para eso está la verdadera oracion.

1 comentario:

  1. Entrad, postrémonos por tierra para bendecir al Señor, Creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios.( Canto de entrada).
    Jesús no va contra los grupos religiosos de su tiempo; pero los fariseos son insoportables: En vez de amar a Dios con toda su alma, se aman a sí mismos; han reducido su relación a una lista interminable de preceptos...Ellos prefieren no acercarse mucho a Dios; ellos lo ven como un Dios temible e inalcanzable. También nosotros cuando no lo invitamos a comer en nuestra mesa y cuando Dios no nos parte el pan, estamos adorando a un dios que no es nuestro Creador, no es el de Jesucristo...

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