jueves, 2 de febrero de 2017

2 febrero: Luz para los pueblos

Liturgia: Presentación de Jesús en el Templo
          La liturgia de este día está centrada en Jesús. Se tiene a los 40 días del nacimiento y celebra la primera entrada en el Templo de Jesús, un niño de 40 días, con el que sus padres cumplen lo mandado por la ley de Moisés sobre los primogénitos. Era el tiempo señalado para que la madre saliera de su cuarentena tras haber dado a luz, a lo que se llamaba “la purificación”, pero que no encerraba ningún rito especial. Simplemente, salía a la calle por primera vez tras el parto.
          La liturgia completa de la fiesta encierra una procesión o lucernario en el que se traslada el sacerdote desde una “iglesia menor” o lugar adecuado hasta la iglesia en que se va a celebrar la Eucaristía: va acompañado por filas de fieles que portan luces, símbolo que expresa aquella profecía de Simeón –tal momento como éste- que describe a Jesús como Luz para alumbrar a todas las naciones y gloria de Israel.
          Está ambientada la liturgia por la profecía de Malaquías (3, 1-4) en la que se describe esa entrada triunfal del Señor en el santuario, mensajero de la alianza que vosotros deseáis. ¿Quién puede resistir a su venida? Será fuego de fundidor, lejía de lavandero (=purificador del mal), que presentará a Dios la ofrenda como es debido…, y agradará a Dios.
          Heb 2, 14-18 lo pone como uno de la familia del pueblo de Dios, el pueblo de Abrahán, a la que tiende la mano para expiar los pecados del pueblo. Tenía que parecerse a sus hermanos para ser compasivo y pontífice fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo.
          El evangelio (Lc 2, 22-40) repite de una u otra manera que todo era según lo prescrito por el Señor, para dejar muy claro que Jesús entra de lleno en la ley judía, y que sus padres cumplieron  perfectamente con la llamada de la Ley de Moisés.
          Sin embargo no se quedó en ese cumplimiento de la ley. Jesús iba destinado mucho más allá, y así aparece en la profecía de Simeón, un hombre con un pie en el Antiguo Testamento (del que procede) pero con la visión mesiánica propia del Nuevo Testamento, porque ya no se queda en la visión de Israel, sino que proyecta hacia “las naciones”, lo que ya se sale de las fronteras de Israel, y amplía la visión de Pueblo de Dios: mis ojos han visto al Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones, y gloria de Israel.
          Esa misma idea se repetirá en el Prefacio de la Misa, que expresa que así lo ha proclamado el Espíritu Santo
          En el episodio completo interviene también una mujer, Ana, muy acorde al modo de escribir el evangelista Lucas, que suele sacar a una mujer allí donde hay protagonismo de un varón. Ana es una viuda octogenaria, muy dedicada al servicio de Dios, y que en este momento daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la salvación de Israel.

          La fiesta de hoy acoge varios patronazgos:
          -La VIDA CONSAGRADA, por cuanto que debe suponer una auténtica luz en medio de la oscuridad del mundo, y porque los Religiosos/as se han hecho presentes al Señor para que él les centre todo el sentido de su vida.

          -“VIDA ASCENDENTE”, movimiento laico de jubilados/as, personas mayores que deben acercarse a la vida espiritual y de comunicación del mensaje de Jesús. Sus modelos están en los dos ancianos de este episodio evangélico.

          -Asociación de VIUDAS CRISTIANAS, que encuentran en Ana un ejemplo de espiritualidad y misión, para dar más sentido a una viudedad que no debe permanecer pasiva ni encerrada, sino apostólica y con una vida interior.


          -Yo añadiría que debe ser patronazgo de todos los fieles, porque todos hemos sido hechos por Cristo Luz del mundo, y nuestra luz debe estar situada en candelero para que alumbre a toda la casa. ¡Falta hace en un mundo que vive en tinieblas! Necesitamos un verdadero lucernario interior para estar en medio del mundo, y poder proclamar a los cuatro vientos nuestra fe en el Cristo Salvador. Porque si hoy el fiel de a pie no se mueve en un sentido apostólico, la Iglesia católica sufre la herida casi mortal del envejecimiento de sus miembros y la oscuridad de una luz que no luce debidamente.

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