VIERNES 17:
ESCUELA DE ORACIÓN (Málaga) 5’30
p.m.
Liturgia
Gn. 9, 1-13: Hay un cierto paralelismo entre este momento y
el del Paraíso. Allí Dios dio a Adán el encargo de tener hijos y llenar la
tierra, y Adán puso nombre a los animales (es decir: tomó posesión de ellos).
Ahora Noé viene a ser como un renuevo de aquel proyecto de Dios, que el hombre
había destrozado con su pecado. Noé, hombre fiel a Dios recibe el doble encargo
de multiplicarse y de ser el dueño de la creación, de la que se ha de servir.
También, como en un paralelo con la prohibición de comer
del árbol de la vida, hay ahora una prohibición de tomar la sangre de los
animales. La sangre se considera el vehículo de la vida, y la norma de Dios a
Noé es que no tomen sangre, porque el único dueño de la vida es Dios. Y por
supuesto, que se respete totalmente la vida de otro hombre.
Y Dios hace un pacto con Noé y con toda la creación: que no
volverá a suceder un diluvio. Y la señal que Dios pone de ese pacto es el arco
en el cielo. Así interpreta el autor el arco iris que aparece en momentos lluviosos,
dándole un sentido de señal divina por su pacto con la tierra.
Mc 8, 27-33 es el repetido relato de la pregunta de Jesús a
sus discípulos: qué dicen ellos de Jesús. Pero con mucha psicología, el Señor
empieza preguntando sobre lo que la gente dice de él. Había para todos los
gustos, aunque siempre en un terreno religioso, propio de un pueblo que gira
alrededor de Dios, de quien se siente cogido y a quien refiere toda su
historia. Entonces a Jesús lo consideran como un profeta de Dios, como el mismo
Elías (el profeta por antonomasia para Israel), y hasta lo consideran el propio
Juan Bautista resucitado.
Andaban errados pero mantenían su línea de algo fuera de lo
humano normal. Yo me pregunto siempre qué respondería el hombre de hoy, que ha
roto su línea religiosa y vive sumido en el desorden. A Jesús se le ha
comparado –en un determinado tiempo- con un hippy;
se le ha mirado como a un revolucionario;
se le presenta como un enemigo de la Iglesia real.
Pero casi me preocupa mucho más que ni se habla de él…, que
se le ignora…, que se le niega la existencia… Porque lo peor del mundo es esa
situación de ninguneo, por la que ni
merece la pena perderse el tiempo hablando de una quimera. Y el momento actual
va por ahí. Y la táctica es ir suprimiendo todo vestigio religioso, todo
símbolo público, la referencia a Jesús en los colegios, aulas y universidades.
¿Qué respondería hoy el vulgo si Jesús preguntara: qué dicen las gentes de mí?
Los apóstoles han respondido lo que han oído. Y Jesús ahora
entra en directo en el pensamiento de ellos: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? No dio tiempo a que ellos se
hubiesen expresado. Simón salió en nombre de todos y afirmó convencidamente: Tu
eres el Mesías. Ya estaba dicho todo. Era una confesión de muchos
quilates, supuesto el profundo valor que el “Mesías” tenía en Israel, y como
era esperado en Israel. Pero ¿qué había en el pensamiento de Simón y de los
otros, tras esa declaración?
Jesús no se conformó con la afirmación que le habían hecho,
y quiso dejar claro qué mesianismo era el suyo (que no coincidía con el
pensamiento judío). Y completó la idea para que supieran dónde estaba la
verdad: El Hijo del hombre tiene que
padecer mucho; tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y
doctores de la ley, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Los discípulos estaban viendo visiones. Se ofuscaron y ya
no oyeron el final. Con la trayectoria que Jesús acababa de trazar, lo que
ellos sufrían era un tremendo escándalo. ¿Dónde estaba ahí el concepto de
“mesías”?
Y como Pedro siempre toma las iniciativas, coge a Jesús de
un brazo y se lo lleva aparte y se puso a
increparlo. Aquello era para Simón una broma de mal gusto; casi una
blasfemia contra el concepto mesiánico. Los había dejado a todos con el corazón
encogido… Y así se explayó Simón Pedro.
Jesús se volvió y de
cara a los discípulos, increpó a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás! Tú
piensas como los hombres, no como Dios.
Me siento ahora mismo en la persona de Pedro, porque yo
hubiera hecho lo mismo que él hizo, y hubiera tenido que recibir el reproche de
Jesús. El problema es que a la hora de la verdad nos estamos intentando hacer
un Jesús de caramelo y nos rebelamos contra la idea de un “ejecutado” a manos
de unos y de otros. Y así vivimos un cristianismo suave y fácil. Que no es el
del Evangelio.
Pedro atinó en la respuesta; pero no en el significado; porque si Jesús era el Mesías Salvador, el Hijo de Dios, era absurdo el camino que les estaba presentando... Jesús instruía a sus Apóstoles,como podemos decir que nos instruye a nosotros. Seguir a Jesús exige situarse en su camino, camino incierto, estrecho, que lo tenemos que recorrer prestando mucha atención para encontrarlo en las circunstancias concretas que tenemos que vivir.
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