martes, 27 de septiembre de 2011

Día 27.- EL EVANGELIO DEL "MEDIODÍA"

En efecto hoy acudo tarde a la cita; por eso digo "del mediodía".
Claro que el texto de hoy es de más seriedad que esa pequeña broma inicial.
Sigue Jesús remachando lo que está siendo el caballo de batalla de aquellos hombres, sus discípulos, sus poco aventajados discípulos.
Ha llegado el momento de dejar Galilea y partir hacia Jerusalén. [Aclaro que el Evangelio de Lucas hace un solo y único camino: Jesús arranca de Galilea y va a Jerusalén por derecho, para morir allí] Tienen que pasar de la Galilea del norte a la Judea del Sur. Y en medio -so pena de un largo desvío al otro lado del Jordán- tienen que pasar por la cismática Samaría, que en su pugna con los judíos, los hostiga frecuentemente. Y esta vez le toca a Jesús. Ha enviado Jesús como avanzadilla para preparar hospedaje en Jerusalén a los dos hermanos Juan y Santiago. Y al intentar pasar por un pueblo de Samaría, les impiden el paso. "Hijos del trueno" no se les ocurre otra cosa -y así se lo proponen a Jesús- que "pedir fuego del Cielo para que consuma a aquellos que impiden el paso". (¡Cuánto tendríamos que mirarnos...; cuánta autocrítica deberíamos hacer!). Seríamos "buenos samaritanos -en este sentido- porque parece que las cosas hay que resolverlas por la tremenda. Nada menos que "pedir que baje fuego del Cielo que abrase a..."
Yo imagino dos reacciones en Jesús. La primera es de una sonrisa..., casi carcajada, porque esto es querer matar mosquitos con cañones. Y tuvo que producir la reacción sonriente de la madre que ve a su niño queriendo solucionar un raguño de su juguete pegándole porrazos en el suelo. Casi reír por no dar un suave azote por niño caprichoso y mimado. ¡por tanta niñería!
Otra reacción se me antoja dolorida. ¿Qué han aprendido aquellos hombres, después de tantas enseñanzas, tantos ratos juntos, tanto ver actuar y reaccionar a Jesús? ¿Realmente están en la honda de Jesús? ¿O en qué honda están? ¿Niños caprichosos y maleducados?
El Evangelio oficial ha rebajado mucho la traducción clásica. Dice: - "Jesús les regañó". La traducción clásica es: - Jesús les dijo: no sabéis de qué Espíritu sois. A mí me dice mucho más y mucho más profundo. No tenéis ni idea de lo que os he enseñado. No tenéis ni idea de lo que es el Reinado de Dios, siempre amoroso. No tenéis ni idea de que la sencillez, la paz y la humildad están por encima de cóleras y venganzas y fuegos intempestivos. Sencillamente: no poseéis aún el Espíritu de Dios.
Y esto es muy serio. Porque me pongo la mano en el pecho y me pregunto si mi actitud y mi reacción esdel Espíritu de Dios o no.
San Ignacio distingue el "buen espíritu" y el "mal espíritu", que no son en principio ni Dios ni el demonio. Puedo ser yo mismo. Lo que indica buen espíritu es la comprensión, la paciencia, la serenidad, el saber contar veinte, el amor, la paz (ceñidores de la unidad), buscar soluciones en vez de piedras en el camino. El mal espíritu provoca tristeza, impaciencia, incomprensión, infravaloración de la otra persona, venganza, recelo, "pedir fuego del cielo" porque me han roto mi juguete.
Juan y Santiago querían el fuego...
Jesús optó por una cosa tan sencilla como volver para atrás y buscar otro paso. Y pasó, y nada ocurrió. Y llegó a su destino sin haber roto nada, en paz y serena armonía. Ese es el ESPÍRITU DE JESÚS, el que aún no habían olido los dos buenos discípulos... ¡Les quedaba que aprender!

1 comentario:

  1. Dice este pasaje del Evangelio de la Misa de hoy que "los samaritanos no quisieron recibirlo". No quisieron alojar a Jesús. La reacción de los discípulos es la que es, pero que disgusta al Maestro. Por eso les regaña.

    Yo veo dos situaciones aquí:

    Yo, como seguidor de Jesús, siendo rechazado por los samaritanos, y sintiendo ganas de que baje fuego del cielo y los fulmine.

    Yo, como seguidor de Jesús, siendo rechazado por hablar de Jesús, por ser incomprendido, por no sentirme amado, ni perdonado, es decir, rechazado por los samaritanos (gente de mi entorno, mi grupo, mi movimiento, mi asociación, etc), y viéndome obligado a irme a otra aldea, porque no se puede hacer bajar fuego del cielo...

    Esa otra aldea puede ser un lugar nuevo, o también un modo nuevo de hacer las cosas, según la novedad del Evangelio de Jesucristo. O las dos cosas.

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