jueves, 4 de julio de 2019

4 julio: La fe de Abrahán


LITURGIA
                      Estamos ante uno de los momentos más solemnes y sublimes de la Historia de la Salvación. Para los mayores, perfectamente conocido por la “Historia Sagrada”. Para los demás, en la medida que manejen la Sagrada Escritura. El relato es tan vivo e impresionante que prefiero dejarlo aquí tal cual:
          Génesis 22, 1-19.- En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo: «¡Abrahán!». Él respondió: «Aquí estoy».
Dios dijo: «Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré».
          Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
          Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio de lejos. Abrahán dijo a sus criados: «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros».
          Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre» Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío». El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?». Abrahán contestó:
-«Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío». Y siguieron caminando juntos.
          Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargo la mano tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!» Él contestó: «Aquí estoy».
          El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo».
          Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve». El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo: «Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».
          Abrahán volvió al lado de sus criados y juntos se pusieron en camino hacia Berseba, y Abrahán se quedó a vivir en Berseba.
          El valor de este relato es pensar que Dios le ha prometido a Abrahán que Isaac realizará la promesa de posteridad, y que ahora le pide que lo sacrifique. Y que Abrahán, con una fe que diríamos que raya el absurdo (humanamente lo es), cree a Dios y le obedece, sin dudar de que Dios realiza sus planes en medio de aquel absurdo, y está dispuesto hasta el final de sacrificar a Isaac y por tanto de sacrificar la promesa.
          Por eso a Abrahán se la llama “Padre en la fe” porque creyó contra toda razón humana, sólo fiado de la palabra de Dios.
          “El ángel del Señor” es el mismo Dios, a quienes los hebreos no nombran por respeto al nombre de Dios, y utilizan el circunloquio de “el ángel de Dios”.
          Dios probó a Abrahán. Abrahán fue fiel a Dios. Y se renueva la promesa en “tu hijo, el hijo único, el que amas”.

          El evangelio es un clásico: Mt.9,1-8 es el caso del paralítico que le presentan a Jesús, y Jesús en vez de ir derechamente a curarlo, le dice: Tus pecados son perdonados, lo que abarcaba ya la curación en la mentalidad de aquel pueblo. Pero ese “perdón de pecados” (que es propio de Dios), escandaliza a los fariseos. Por lo que Jesús ya de forma directa se dirige al paralítico y le dice que se ponga en pie y camine. Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados. (Lo que afirmaba así su realidad divina ante aquellos hombres que lo criticaban).
          El paralítico se puso en pie y se fue a su casa. Y la gente se quedó sobrecogida y alababa a Dios que dio a los hombres tal potestad.

2 comentarios:

  1. Hubo algún momento en mi pasado, que no recuerdo aunque creo que era bastante joven, donde leyendo este pasaje del Génesis, caí en la cuenta que estaba viendo algo que me era muy familiar por lo irracional. ¿Cómo un padre puede sacrificar a su propio hijo por cumplir la voluntad de Dios? Y entonces me dí cuenta del paralelismo.

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  2. El relato del paralítico inevitablemente me recordaba hace muchos años, que cuando la gente se burla del Sacramento de la Confesión, o lo niega, o dice de confesar directamente con Dios, en realidad estaba actuando de forma muy similar a esas gentes que criticaban a Jesús por decir: "tus pecados te son perdonados".
    La parálisis del hombre aquel se puede asemejar a la parálisis por el pecado que quita la Gracia de Dios (el mortal según el catecismo y el de muerte según San Juan). Al confesarlos la persona se levanta y ya puede andar.

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