miércoles, 10 de julio de 2019

10 julio: Los doce apóstoles


LITURGIA
                      Hay un salto notable desde la lectura de ayer a la de hoy. Jacob engendró 12 hijos. Entre ellos estaba José, que era predilecto de su padre, y Benjamín, que era el más pequeño. Israel, es decir, Jacob,  había distinguido a José con una prenda de vestir que le hacía distinto a sus hermanos, los cuales le tomaron ojeriza y envidia. Los hermanos salieron con los rebaños a terrenos más lejanos. Jacob les envió a José para llevarles algo, y ellos –que lo ven venir- deciden quitarle la vida y luego decirle a su padre que “una fiera los devoró”. [No es la envidia sino una fiera que devora y mata]. Rubén interviene a favor de José para que no lo maten sino que lo echen a un pozo sin agua, intentando dar largas y salvarlo. Pero aciertan a pasar por allí unos mercaderes, camino de Egipto, y optan los hermanos por venderles a José.
          José en Egipto tiene el favor del Faraón, que lo nombra administrador de sus bienes.
          Entretanto se ha desatado un hambre enorme en toda la región de Canaán, y limítrofes, que tienen que acudir a Egipto para obtener grano con que poder alimentarse. José lo administra.
          Aquí entra la lectura de hoy (Gn.41,55-57; 42,5-7.17-24) en la que Jacob envía a los hermanos a Egipto a buscar provisiones, y han de encontrarse con José, sin reconocerlo. José finge ser muy duro con ellos y les hace contar la historia familiar, nombrando a Benjamín como el pequeño de la familia, que está con su padre. José les va dar el grano pero ha de quedar un rehén de entre ellos, y ellos han de traer a Benjamín para probar que lo que han contado es verdad.
          Los hermanos, en su lengua, comentan delante de José que todo les viene por haberse portado tan mal con su hermano, y que ahora les piden cuentas de su sangre. No saben que José les está entendiendo todo, porque antes había usado intérprete. José se retiró y lloró, y luego volvió a ellos y los despidió.
          Aquí se cumpliría el refrán popular de que no hay mal que para bien no venga. O leído en clave de fe, que la providencia de Dios es una trama tan especial que, tras vueltas y revueltas, viene a dar la solución mejor y de orden superior. Todas las maldades de los hermanos han dado al final con la solución que necesitaban para poder ahora tener alimento. Pretendieron hacer daño a José, y José es ahora el que viene a salvar la situación. Ellos todavía no lo saben y se culpan de sus maldades. En los planes de Dios las cosas dan la vuelta, y José va a ser ahora el salvador de sus propios hermanos y de su padre.

          Jesús llama a sus discípulos y de entre ellos elige a Doce para darles autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Que ayer mismo esa misma expresión se aplicaba a Jesús, que había echado un demonio mudo y que iba por ciudades y aldeas llevándoles la noticia del Reino de Dios. Ahora son los Doce los que van a realizar esa obra, por la fuerza que les infunde Jesús al hacerlos “apóstoles”, elegidos, para continuar su obra.
          Ahí está Simón, apellidado Pedro (que viene de “piedra”=roca, porque Jesús lo destina a ser roca firme de la futura Iglesia). Junto a Pedro, Andres, su hermano, por el que Pedro conoció a Jesús, y Jesús ya lo eligió. También los compañeros de pesca que eran Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y a quien Jesús llamó “hijos del trueno” por su carácter fogoso y explosivo.
          Siguen (que es el orden con que San Juan nos lo da en su evangelio) Felipe –a quien llamó directamente el Señor- y Bartolomé o Natanael, que fue conducido por Felipe hasta Jesús, y Jesús descubrió en él “un buen israelita, sin dolo ni engaño”. Sigue Tomás, de cuyos antecedentes no tenemos noticia, pero que resultó ser uno de los apóstoles más decididos e intrépidos, y por lo mismo muy duro de mollera, pero juntamente muy noble para acabar aceptando.
          A continuación, Mateo, de cuya vocación tuvimos noticia hace muy pocos días. Un publicano con corazón de oro, que ante la llamada de Jesús, dejó su mostrador y su medio de vida, y se fue gozoso tras de Jesús, celebrando su nuevo status con un banquete peculiar, en el que estaban sus compañeros de fatigas, los otros publicanos, y además los que ya eran discípulos de Jesús e iban ya con él. Mateo se suma a aquel grupo, y ahora es elegido para apóstol. Aparece finalmente como el primer evangelista de la vida y la obra de Jesús, y a él le debemos algo tan substancial como el Sermón del Monte, en que se encierra la constitución básica del Reino de Dios.
          De los demás de la lista carecemos de datos, pero son tan apóstoles como los demás. El último aparece Judas Iscariote, traidor.

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