miércoles, 5 de junio de 2019

5 de julio: Por ellos me consagro


LITURGIA
                      Complemento de la lectura de ayer de los Hechos de los Apóstoles, es la que nos pone hoy esta 1ª lectura (20,28-38). Pablo les recuerda a los presbíteros de Éfeso toda la labor que ha hecho con ellos instruyéndolos durante tres años, día y noche, y que no ha cesado de aconsejarles, aun con lágrimas en los ojos, porque sabe que ahora, al faltar él, van a sufrir pruebas muy duras en las que incluso algunos de ellos puede flaquear.
          Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra, que es gracia y tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. Luego les hace saber que por toda esa labor nunca pidió nada a nadie, y se costeó con el trabajo de sus manos.
          Se pusieron todos de rodillas y Pablo rezó por ellos. Le abrazaban y besaban y lloraban, porque les había hecho mucha mella aquella palabra que les había dicho de que ya no volverían a verlo. Es el dolor de la despedida, y de una despedida más definitiva. Y lo acompañaron hasta el barco.

          Nuevo evangelio de otra despedida, la de Jesús, que está acabando su discurso tras la Santa Cena, seguro de que ahora va a la muerte. Pero él no les dice que no volverán a verlo, pues la despedida de Jesús es “para un poco”, como él les había anunciado a sus apóstoles.
          Ahora (Jn.17,11-19) Jesús se dirige al Padre nuevamente para pedirle que proteja a los Once, los que tú me has dado, de los que ninguno se perdió sino el hijo de la perdición. Él los ha guardado por el nombre de Dios, y en todo caso ocurrió con Judas lo que estaba anunciado. Los Once que permanecen fieles, sean uno, como nosotros. Yo les he dado tu Palabra y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo. Estamos de nuevo en esa idea que Jesús quiere recalcar. Sus discípulos no son del mundo. No viven según los postulados del mundo. No se mezclan con las cosas del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
          Sin embargo no pido que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. Esta lección debe llegarnos a nosotros. El Señor no nos ha pensado ángeles sino hombres y mujeres que vivimos en medio del mundo. Y sin embargo, en el mundo, hemos de vivir como ángeles que no se entremezclan con la suciedad del mundo. ¡Que no deben mezclarse con la suciedad del mundo! Y esto está dicho para entonces y para ahora, para aquellos hombres –tan frágiles como otros- y para los hombres y mujeres del mundo igualmente frágiles, y sin embargo bien situados en medio del devenir de la vida, para no enfangarse en el lodo del mundo que circunda. No son del mundo como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. De ahí la necesidad fuerte de ir a la Palabra siempre y buscar siempre el punto en que esa palabra toca en el corazón de la persona, para que se aleje de la mentira, el engaño. La tentación, los principios del mundo, y viva la VERDAD PLENA que esa palabra va trayendo y poniendo delante de la conciencia del cristiano.
          Como tú me enviaste, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro para que también ellos se consagren en la verdad.
¿Y cómo se consagra Cristo, que vino al mundo y se ha desenvuelto en medio del mundo, con las luchas constantes contra los adversarios? Se consagra por su muerte. También ellos se han de consagrar en la verdad, aunque les cueste la vida. Y la vida no sólo se da por la muerte, sino en el sacrificio del día a día, el dominio de sí, la lucha contra las pasiones y la firmeza en medio de un conjunto de formas y criterios mundanos que dominan hoy el ambiente, y frente a los que hay que situarse con espíritu de “consagración” al modo de Cristo que se consagró dando la vida. Consagrarse en la verdad. Consagrase en la lucha diaria. Consagrarse en una actitud firme de amor sincero por el que uno pone a Dios por delante de todo y sobre todas las cosas. Y esto tiene sus concreciones muy claras en la vida diaria, si se vive en la verdad y no en el flirteo adolescente del quiero sin querer, y buscando culpablemente ocasiones y situaciones que están completamente en contra el espíritu de Jesús. El mundo se ha metido y ha facilitado el mal como para que se caiga tontamente. Ahora quedara patente dónde están los corazones de los que permanecen fieles y se consagran aun con luchas internas fuertes contra las propias tendencias mundanas.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad6:31 p. m.

    La Tercera Persona de la Santísima Trinidad nos regala sus dones: don de sabiduría, entendimiento, consejo, don de fortaleza , de ciencia de piedad y don de temor de Dios.
    Los dones del Espíritu Santo van conformando nuestra vida según las maneras y modos de un hijo de Dios, nos dan una mayor sensibilidad para oír y poner en prácticas mociones e inspiraciones del Paráclito, que así va gobernando con prontitud y facilidad nuestra vida, que entonces se guía por el querer de Dios y no por nuestros gustos y caprichos.

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