lunes, 17 de junio de 2019

17 junio: Ojo por ojo


MES del Corazón de Jesús. 
             Consecuencia y continuación de lo de ayer (“pasó por el mundo haciendo el bien”) surge esta segunda parte en la exposición, cuando quiere uno entrar y adentrarse en el Corazón de Jesucristo: “curó toda enfermedad y toda dolencia”.  Y los evangelios nos hablan de ciegos y de paralíticos, de cojos y de leprosos, de mancos y de encorvados, de epilépticos y de poseídos del demonio, de hemorragias y de sordomudos. Y nos habla de pecadores (que era la forma que englobaba todas las otras enfermedades, en el sentir popular).
             Curaba Jesús a dos manos: con la derecha, de terciopelo, a quienes venían a Él abandonados en sus manos, en súplicas humildes de quienes se reconocen enfermos.  Con la “mano izquierda” –aparentemente más dura- cuando el enfermo era hipócrita, soberbio, engreído, subido a su pedestal, con una especie de “conciencia mesiánica” que pretendía saber más que Jesús.  Sus discusiones con los fariseos y doctores no eran agresivas ni pretendían zaherir. Su acuse de “Satanás” a Simón, su discípulo, no era para “apartarlo” de Él. Su negativa a dejar su labor para ir a ver a su madre, no era un desprecio. Era esa “mano izquierda” que tiene que entrar de modos menos suaves con los recalcitrantes, pero Jesús busca igualmente la curación. Quiere curar toda enfermedad y toda dolencia.
             Y hay dolencias que el enfermo las presenta porque se siente enfermo, y ahí es más posible al médico aplicar el remedio. Y hay dolencias que el enfermo oculta, y poco puede entonces hacer el médico. No hay peor enfermo que el que no reconoce su enfermedad.
             Eso se da unas veces en “enfermos” en plenas facultades mentales. Otras veces en los que ya no las tienen así.  En los primeros, mal que bien se les puede ir conduciendo hacia una reflexión, una toma de conciencia, un comprender que mientras no reconozcan y acepten su enfermedad, el médico tantea y no puede curar debidamente.
             En los segundos, poco puede hacer el médico. O tales enfermos no obedecen, no se toman la medicina correspondiente, tiran por sus caminos, son víctimas precisamente de su enfermedad.  Como aquellos vecinos de Gerasa que, en vez de tomar la medicina, acabaron pidiéndole a Jesús que se marchase de allí. Jesus ha de tomar el camino de pasar a la ribera opuesta. Y hasta es posible que eso ya sea una manera de aplicar “medicina”, porque si el médico no es aceptado u obedecido, lo que no puede es empeñarse él en curar a quien no quiere curarse.  Y a veces es saludable ese “paso a la ribera opuesta” porque puede ser el toque de atención serio a tales enfermos para que se ayuden a comprender que quedan desahuciados y no por culpa del médico.

LITURGIA
                      San Pablo está adentrándose en el problema de la comunidad de Corinto, y lo primero es exhortar a no echar en saco roto la gracia de Dios (2ª,6,1-10). Ahora es tiempo de gracia, día de salvación. Y para no poner en ridículo la obra de Pablo, tienen que acoger su enseñanza, puesto que Pablo ha dado pruebas de sinceridad y de haber padecido por la fidelidad al evangelio, empuñando con la derecha y la izquierda las armas de la salvación, aunque no por eso ha sido bien acogido. Y así lo expone con fuerza al final de este párrafo de su carta.

          En el evangelio (Mt.5,38-42) Jesús explicita el modo de relacionarse unos con otros. Estaba escrito: “Ojo por ojo, diente por diente”. Un principio que llevaba cierto aire de venganza pero que originalmente era una manera de atemperar la reacción: Nunca hacer más daño del que uno recibe.
          Pero para Jesús aquello ha de ser superado con otro principio complementario y correctivo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Y va concretando una serie de situaciones en las que la manera de responder debe ser siempre más generosa que el mero responder en la misma medida. Quiere Jesús que se vaya a más en la generosidad, y lo expone con su tendencia a lo extremo para hacerse entender.
          Por eso no enseña Jesús que haya que dejarse abofetear sino que no haya nunca una reacción vengativa. En el “presentar la otra mejilla” hay una exhortación a buscar la solución. Es un modo de desarmar la violencia del que abofetea, porque lejos de presentarle cara, quiere uno avenirse a razonamientos, propios de personas civilizadas.
          Por tanto, la aplicación de este evangelio tiene que hallar la traducción oportuna en nuestras reacciones, y que siempre la actitud humilde que no se enfrenta, es un modo mucho más humano de proceder. Y por supuesto, el modo evangélico.

2 comentarios:

  1. Observando el modo de actuar de Jesús, podemos llegar a comprender muchas cosas. Jesús es el mismo ayer, hoy y por siempre, y sigue queriendo la cura del necesitado. Pero como se ha dicho, es imprescindible reconocerse necesitado de sanación.

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  2. Desde muy joven he tenido la certeza de que la violencia engendra un acto igual o peor del otro, y Jesús nos lo enseña así. Eso no significa que uno no pueda caer alguna vez en algún exceso. No dar mal por mal. Es decir, responder positivamente a quien te agravia. No dice Jesús que sea sencillo lograrlo siempre y en toda situación, sólo dice que es lo que tenemos que hacer. Tampoco dice Jesús que no vamos a sentirnos interiormente mal cuando nos agravian. Veo que Jesús tenía dos formas: poner la otra mejilla, como se ha explicado, y cambiarte de orilla para evitar males mayores. En unas ocasiones será más pedagógico y beneficioso lo primero, y e en otras, lo segundo. Lo que hay que evitar el abofetear al que nos abofetea.

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