LA GRAN FIESTA DEL CUERPO Y SANGRE DE JESÚS
Hoy celebramos la solemnidad del CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, o el
misterio del AMOR HCHO EUCARISTÍA. El momento sublime en que Cristo inventa el
milagro permanente de permanecer con nosotros TODOS LOSM DÍAS HASTA EL FIN EL
MUNDO, de una manera real.
Presagiada
en símbolo por Moisés ante un pueblo que se juramenta a hacer todo lo que le ha dicho el Señor, y Moisés levanta “acta
notarial” (a su modo primitivo”, con sangre de animales que se esparce sobre el
pueblo como rubrica de una ALIANZA que Dios ha hecho con ellos.
Pero
si ya la sangre de animales tiene ese valor de sella un compromiso, y atrae las bendiciones de Dios, ¡cuánto más la Sangre del propio Jesucristo,
que se ofrece sí mismo, podrá librarnos
de nuestros pecados.
Por
eso en la noche decisiva de su propia muerte, Jesucristo hace el ofrecimiento y
entrega su CUERPO y derrama su SANGRE en un gesto inaudito que adelanta su propio
Sacrificio de la Cruz. Por eso, lo que
hoy vivimos es el mismo Jueves santo, pero acentuando el sentido festivo y
gozoso de los efectos de aquella noche de Pasión y de muerte que culminó en la
inmolación cruenta e la CRUZ.
NOS PREPARAMOS A COMULGAR
Hemos
pasado el PUENTE (=Jesús, PONTÍFICE MÁXIMO) y nos hemos echado en brazos del Padre,
de NUESTRO PADRE. En Él hemos centrado nuestros anhelos esenciales de un
creyente: que Dios sea aclamado Santo en su Ser y en sus obras, que su Reinado
de Padre y de Dios venga a nosotros, y –consecuentemente- nosotros hagamos en
todo su voluntad y besemos su mano allá donde no entendamos sus porqués. Que Dios nos dé cada “Pan” (del cuerpo y el
alma…, lo verdaderamente esencial que necesitamos, entre lo que tiene mucha
importancia el sabernos perdonados por Él y el que nosotros –a la par-
perdonemos a los otros, para que el maligno no tenga parte en nosotros.
Si
eso es así, ya hacemos un primer paso de COMUNIÓN abriéndonos de par en paz a
la PAZ que tenemos dentro y que trasmitimos de brazos a abiertos a nuestros
semejantes, amigos, enemigos, cercanos y lejanos, agradables y molestos. De lo contrario, ha llegado el momento de
parar la celebración y de irnos a reconciliar con el hermanos que tiene quejas
de mí [no dice que yo las tenga de él,
porque eso ha entrado en el “perdonamos a
los que nos han ofendido”).
Y si
todo está ya en orden, AHORA PODEMOSM INICIAR LA PROCESIÓN hacia el Altar para recibir la COMUNIÓN
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