11
Corazón de Jesús, hecho semejante a nosotros en todo
menos en el pecado.
Cordero
de Dios, que, tomándolos sobre Ti para expiarlos, quitas los pecados del mundo
Pontífice Santo, que confiesas que eres todo puro y no admites mancha alguna.
Llenos
de vergüenza y confusión acudimos a Ti como el leproso del Evangelio y Te
suplicamos: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Alcánzanos
del Padre, interno conocimiento de nuestros pecados, y aborrecimiento de ellos y un profundo sentimiento del desorden en nuestras acciones.
Concédenos conservar en medio de tanta
agitación del mundo moderno y de las voces humanas, la familiaridad con las grandes
realidades de la muerte, del infierno y sobre todo de tu Pasión inolvidable,
como medio de asegurarnos tu eterna compañía.
Que el convencimiento de la pureza que
exiges de nosotros nos haga luchar contra tanta impureza de nuestro tiempo y
desterrar del corazón todo deseo o afecto desordenado.
Y
con esos hermanos nuestros tan alejados de Ti, danos tu mirada divina: que
odiemos (en ellos) el pecado, pero que amemos al pobre pecador y le ayudemos
con nuestras oraciones a levantarse de sus caídas y lo recibamos con entrañas
de misericordia como a hijos pródigos tuyos.
Amen
ResponderEliminar