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Corazón
de Jesús, receptáculo de justicia y de amor, Tú deseaste hace veinte siglos que
todos fuésemos uno, y nos enseñaste a decir: «Padre Nuestro».
Hoy,
cuando todo progresa y parece exigir nuevas orientaciones sociales, nosotros
nos convencemos más aún de la perennidad de tu Cuerpo Místico y de tu
Evangelio, como una solución eterna, aceptable y definitiva. Nos hablas de un
paso cada vez más decidido de lo individual a lo social, del aislamiento a la
anchura y grandeza de corazón para abarcar en él a todos.
Corazón
de Jesús, que nos has traído con tu amor palpable el mejor alimento de unión
entre los hombres dispersos, haz que vivamos plenamente, a pesar de nuestros
prejuicios y nuestro egoísmo, esta hora decretada por tu Providencia.
Que
nos sintamos diariamente miembros de un mismo Reino, de un mismo Cuerpo
Místico. Que nos sintamos también ruedas responsables de la máquina social.
Concédenos,
Señor, que al lado de esas magníficas realidades enormes, nos resulten
pequeños, en su verdadero tamaño, los roces inevitables con los que viven codo
a codo con nosotros.
Danos
la unión con que Tú habitas en el Padre, y con que las espigas dispersas se
juntan en tu pan. Y mirando a nuestros prójimos como templos del Espíritu
Santo y miembros tuyos, no traicionemos jamás por espíritu inquieto o por
cobardía, tu doctrina de justicia y de amor.
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