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Corazón de Jesús, deseo de los collados
eternos, que tienes tus delicias en estar con los hijos de los hombres. Corazón
de amigo que nos has dado tu presencia en la Eucaristía, tus palabras en el
Evangelio, tu
vida y tu muerte;
y nos dejaste a tu Madre, tu Iglesia y tu Espíritu: has bajado, por nosotros,
hasta la sangre, el sudor y las lágrimas; y por último, has llegado, Tú, la
sabiduría, la belleza y el poder infinito, a suplicarnos: «He aquí este
Corazón que tanto ha amado a los hombres... tú al menos, ámame».
Otórganos
comprender lo que significas Tú para nosotros, que heredamos tu fe en el
bautismo. Sin Ti nuestra vida es una locura. Tú eres para nosotros la dulce
disyuntiva: o contigo o contra Ti3, cuestión de vida o muerte.
Te hacemos la entrega de nuestras vidas, para que Tú
seas ya nuestra única razón de existir, nuestra única verdad, nuestro único
camino, nuestra vida única.
Danos el ímpetu de la generosidad y de la entrega,
sin cálculos ni cobardías para llegar a amarte como al grande y único amor de
nuestra vida.
Y haz que de tal manera te amemos sobre todas las
cosas que encontremos en Ti, purificadas y ordenadas, todas las cosas y
personas que amamos.
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