EL OFERTORIO
Litúrgicamente es un momento sin
particular valor. Por eso puede “taparse” con órgano o con cantos.
Espiritualmente debe dar lugar a
posiciones interiores muy ricas.
PRIMERO: tras todo lo anterior, que ha
sido recibir, pedir, aquí llegamos
al momento de dar. PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS. Y por tanto los
fieles entran en acción. Era el momento
en que aquella comunidad primera aportaba en especie lo que cada uno podía
aportar, y que sería después repartido entre los pobres de la comunidad. [Como
el Sacerdote iba recibiendo aquellas ofrendas: un borrego, un queso, una zalea,
unos comestibles, pan, vino…, etc., por eso era necesario el lavabo. Lo más natural
después de haber tomado tan variadas ofrendas;
por ello el “lavabo” ha quedado en mero símbolo, que puede suprimirse,
porque ahora está suplido por una oración que pide la limpieza del alma. Se mantiene, como tantas cosas, sin un
sentido práctico y sólo espiritualizado].
Hoy se sustituye todo eso –a lo sumo-
por una presentación simbólica del pan y del vino y –en ocasiones particulares-
con algunos objetos propios de la ocasión.
Y por la colecta, que tiene
objetivos más o menos definidos de antemano, y que contribuyen, si no, al
sostenimiento del culto.
El sacerdote, por lo general, tiene ya
preparado (y cercano, en la “credencia”,
o un acólito se lo acerca), el pan y el vino
y el agua que van a ser el centro del ofertorio
u ofrecimiento de la Iglesia. Pan y vino que son las especies para el
Sacramento, como las utilizó Jesús. El
Sacerdote las presenta a Dios, en voz normal o voz baja (si hay órgano o
cantos) y bendice a Dios por ese pan y vino, fritos naturales de la tierra y
del trabajo que ha realizado la persona humana, como done recibidos de la generosidad
de Dios.
EL
AGUA parece “de sobra”. Se atribuye unas veces a la idea de que los
judíos rebajaban un poco el vino con agua y –lógicamente- Jesús lo hizo en la
santa Cena. Otros espiritualizan la idea
con el “agua y sangre” del Costado de Cristo.
El sacerdote reza una breve oración en voz baja pidiendo a Dios que la
mezcla de la gota de agua al vino de la consagración sea un signo de la unión
de nuestra humanidad con su Divinidad.
Yo lo explico de forma que el pueblo
fiel se sienta implicado y gozoso en ese leve signo, generalmente
imperceptible. La gota de agua son
nuestras acciones humanas, sacrificios, sufrimientos, gozos y alegrías,
trabajo, etc. ¡Somos nosotros
mismos! Al final ¿qué vale en el mercado
una gota de agua? ¿Cómo se compraría una gota de agua? ¡No vale nada por sí! Pero esa gota se echa sobre el vino. Ese vino sí tiene ya un valor, incluso
económico. Al caer la gota de agua en el
vino, desaparece tal gota y es irrecuperable. Se ha entremezclado totalmente.
Y el vino se va a consagrar, adquiriendo
el infinito valor de la Sangre de Cristo.
¡Pues allí está NUESTRA GOTA!, que queda conjuntamente consagrada… Y como la Sangre de Cristo es redentora,
nuestra vida y nuestras obras quedan también unidas totalmente a esa obra de la
redención. O sea: no se pierde ni “una
gota” de nuestros sufrimientos, alegrías, trabajos, etc., porque todos tienen
valor redentor, así unidos inseparablemente a la Sangre de Jesucristo.
LITURGIA
DEL DÍA
San Pedro salta desde la realidad de
esta vida, con sus contrariedades al cielo
nuevo y la tierra nueva que no acabarán. Quiere decir que nuestra vida
tiene que buscar ser santa e irreprochable.
Y el remedio a la tentación que amenaza es estar prevenidos.
El Evangelio presenta la trampa de
fariseos (junto a sus normales enemigos, los partidarios de Herodes), puestos
de acuerdo para engañar a Jesús sutilmente. Alabanzas iniciales para confiarlo,
y trampa después porque, por donde tire, le cogerá el toro. Tributo al Cesar, ¿lícito o no? El SÍ, le compromete ante el pueblo. El NO, ante las autoridades de Roma. Jesús se hace el despistado y pide que le
muestren la moneda, que tenía la esfinge del César y la leyenda” Divino Emperador”. Jesús les dice que al César hay que pagarle
los tributos civiles que son propios del que construye calzadas, acueductos, y
obras sociales. Y a Dios, hay que darle
lo que es de Dios. ¡Y ojo!: también el César tiene que pagar tributo a Dios,
porque el César NO ES DIVINO y está supeditado a Dios de los dioses!
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